Viajando con un fantasma

La partida

Había pasado más de una semana, sin tener noticias de mis amigas; me  sentía culpable, por haber intentado ayudar y por el contrario había puesto todo peor. Por esa razón tampoco las había llamado por teléfono. Cuando una tarde, al regresar a casa, encuentro un mensaje en el contestador.

  • Hola soy Silvia, necesito que vayas a la casa de Amelia, te espero allí a 6 de la tarde.

Miré mi reloj, eran las 5:30, me quedaba muy poco tiempo. Sin pensarlo más salí y tome un taxi.  Cuando llegue, ya estaba allí Silvia. Ella abrió la puerta. Se la veía muy bien, hasta podría llegar a decir que feliz.

  • Bueno, bueno, parece que todo está mejor.
  • Tengo algo muy bueno para contarte, mejor dicho para que te cuente Amelia.
  • ¿Sí? Cuanto me alegro. Y donde está.

En ese  momento entraba Amelia al living.

  • hola cómo estas – me dijo con voz clara, llena de vida.
  • Muy bien gracias, y veo que vos también estas muy bien, cuanto me alegro.
  • ¿ya te contó Silvia?
  • No, sólo dijo que vos ténes algo muy importante que contarme.
  • Sí, es verdad. Después de nuestro último encuentro, pase por distintas situaciones y he llegado a una determinación.
  • Cuanto me alegro.
  • Me marcho, me voy a España. Ya he hablado con María Sol y está de acuerdo.
  • Me parece estupendo. Veras que allí comenzaras una nueva vida. Y ¿cuándo te marchas?
  • En tres días. Por eso le pedí a Silvia que te llamará. No quería marcharme sin que supieras que gran parte de esta decisión se debe a vos.
  • Ya te lo dije. Sólo pretendía ayudar. Bueno esto merece una salida. Que les parece si salimos a cenar...
  • Me parece bárbaro.

Dijeron las dos al unísono. Pero como era temprano, decidimos ir a  ponernos hermosas. Silvia me acerco hasta casa, prometiendo pasar luego,  para que juntas buscáramos a Amelia.

Mientras me cambiaba de ropa, pensé que sería una buena idea llevar la cámara fotográfica. Grabar para el recuerdo  aquel momento tan importante para Amelia, como era el comenzar a vivir.

Pasamos una noche maravillosa, plena de alegría. Todo nos causaba risa, todo lo veíamos bien.  Saque la mitad del rollo de fotos.  La otra mitad la guardaba para el  aeropuerto.

De regreso, las tres nos prometimos volver a reunirnos, pero la próxima vez sería en España.

Y llego el día de la partida. Silvia y Amelia, pasaron a buscarme y nuevamente las tres juntas partimos rumbo al aeropuerto. Una vez allí, después de realizar los trámites de embarque, me dispuse a terminar mi rollo de fotos. No sin antes, prometerle a Amelia, enviarle copia de todas las fotos.

La vimos partir, serena, segura, hasta  podría llegar a decir que feliz y libre de fantasmas.

Recuerdo, que demoré más de una semana en llevar a revelar el rollo. Y ahora pienso que no debí llevarlo jamás.

  • hola Silvia, ¿estás muy ocupada?
  • Hola, no ¿por qué?
  • Qué te  parece si pasas por casa y juntas vamos a buscar las fotos.
  • Me parece bárbaro. Ya salgo para allá.
  • O.k. te espero.

La tarde era hermosa, el sol comenzaba a esconderse; una brisa suave y cálida le daba al pueblo un encanto especial. Llegamos al negocio caminando despacio, como si algo nos fuera frenando el paso.  Después de hacer los saludos correspondientes (de buena educación, por supuesto), le solicite mis fotos.

  • si señora ya se las entrego.
  • Muy bien gracias.
  • Yo no sabía que el señor Ramiro  había regresado al pueblo.
  • ¡¿quién?! – preguntamos con asombro y terror al mismo tiempo.
  • El señor Ramiro, hacía mucho que no lo veía, pero esta igual a cuando se fue.

Parece que no le pasaron los años.

Aterradas, tomamos las fotos y con espanto vimos que en cada una de ellas, estaba

él.

Sí, siempre junto a Amelia. Tomándola de la cintura, del hombro, abrazándola o detrás de ella y nosotras. No era  posible. Nos miramos aterradas, era tal nuestro asombro  y miedo a la vez, que casi me retiro sin pagar. 

Una vez en la calle, ninguna de las dos nos animábamos a decir palabra. Hasta que 

por fin Silvia dijo:

  • y ahora que hacemos
  • ¿cómo que hacemos?
  • Sí, no  podemos enviar estás fotos.
  • Quién piensa ahora en enviar las fotos. Yo quiero que alguien me explique esto.
  • ¿tiene explicación?

Las dos sabíamos que no, que nadie que estuviera en su sano juicio podía explicar la presencia de Ramiro en las fotos

Llegamos a casa en silencio. Y sin pensarlo demasiado comencé a quemar las fotos, ante la mirada atónita de Silvia.

  • creo que es lo mejor.
  • Sí, creo que sí.

Al quemar la última foto, donde Amelia subía las escaleras del avión y se la veía tan feliz, comprendimos su felicidad; Ramiro estaba junto a ella.

Jamás volvimos a saber nada de Amelia.

Silvia y yo preferimos olvidar la historia. Y yo, jamás volví a sacar fotos.



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En el texto hay: locura, amistad, realidades dificiles de aceptar

Editado: 08.09.2020

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