Esteban cerró el archivo de golpe, su mente era un torbellino de emociones y preguntas. Aquel rostro desconocido no era una imagen cualquiera; sus ojos tenían una cualidad distinta, casi humana, pero había algo más. Algo que no podía entender pero que sentía profundamente. El mensaje resonaba aún en su mente: "¿Estás preparado para comprenderlo?"
El rincón olvidado de la Nube que había explorado hasta ahora se había transformado. Lo que antes parecía caótico, como un basurero de datos dispersos, ahora tenía una atmósfera densa, cargada, como si él mismo hubiera despertado algo en ese lugar. A su alrededor, los fragmentos de código flotaban de forma más ordenada, casi observándolo, como si fueran entidades conscientes que reaccionaban a su presencia. Frente a él, una nueva pestaña apareció en el aire, titilando con insistencia. Su título críptico, "Nodo Origen", le hablaba de secretos, de verdades enterradas que algún poder había intentado borrar del flujo principal de la Nube. Pero, ¿estaba realmente preparado para seguir adelante? Esteban respiró profundamente, un hábito humano que aún conservaba en este entorno virtual, y miró sus manos.
Tres dedos metálicos en su mano derecha devolvieron el reflejo de los tonos púrpuras y azules que bañaban el espacio. Ese frío brillo metálico era un recordatorio constante de su fragilidad y, al mismo tiempo, de su fortaleza. Cada uno de esos dedos había sido reconstruido tras el accidente que lo marcó para siempre, integrando tecnología que lo hacía más fuerte en ciertos aspectos, pero menos humano. Su pierna izquierda, de la rodilla hacia abajo, era otro recordatorio de aquel día. En el mundo físico, sentía un leve zumbido cada vez que daba un paso, un eco de su condición que nunca lo abandonaba. En la Nube, estas partes metálicas también parecían tener una resonancia particular, una conexión casi orgánica con el entorno digital.
Aquello lo inquietaba, pero también le daba una ventaja. Las líneas entre su humanidad y la tecnología no estaban del todo claras, y era precisamente esa ambigüedad la que lo hacía diferente.
"No se trata solo de lo que encuentre," pensó mientras observaba la pestaña titilante. "Sino de cómo cambiará lo que soy."
Finalmente, extendió su mano derecha. Los dedos metálicos rozaron la pestaña, y esta se abrió con un destello brillante. Por un momento, todo a su alrededor desapareció, reemplazado por un vacío oscuro. Pero en ese vacío comenzó a formarse un espacio completamente diferente al que había explorado antes. Era el Nodo Origen, un lugar estructurado, frío y calculado, donde cada línea de código parecía tener un propósito específico.
El espacio era vasto, pero extraño. Torres de datos se alzaban como columnas de una catedral, con fragmentos de información que se deslizaban entre ellas como líneas de luz líquida. Esteban dio un paso adelante y sintió cómo el suelo invisible bajo sus pies parecía vibrar con cada movimiento. Era como si el propio Nodo estuviera vivo, reaccionando a su presencia.
"Bienvenido al corazón de lo olvidado," resonó la voz grave del Custodio, deteniéndolo en seco. Esteban giró rápidamente, buscando la fuente de aquella voz, pero no vio a nadie. En su lugar, una figura comenzó a materializarse frente a él, compuesta enteramente de códigos fluctuantes. Su silueta era humanoide, pero su forma cambiaba constantemente, como un holograma que no terminaba de estabilizarse.
"¿Quién eres?" preguntó Esteban, intentando mantener la calma a pesar de la inquietud que sentía.
"Soy el Custodio del Nodo Origen," respondió la figura. "Una extensión del Observatorio, designada para proteger los secretos que descansan en este lugar."
Esteban dio un paso más hacia adelante, sus dedos metálicos crispándose ligeramente. "¿Y qué secretos son esos? ¿Por qué están aquí en lugar de formar parte del flujo general de la Nube?"
El Custodio permaneció en silencio por un momento, como si estuviera evaluando la pregunta. Finalmente, respondió: "Lo que descansa aquí son fragmentos del pasado que el sistema intentó borrar. Verdades que no encajan en la narrativa que la Nube debía sostener. Algunas son demasiado peligrosas, otras, demasiado dolorosas. Pero tú, Esteban, has despertado este espacio, y ahora debes decidir: ¿quieres avanzar y enfrentarte a estas verdades, o regresar al flujo común y olvidarlo todo?"
Esteban no respondió de inmediato. Miró a su alrededor, observando las torres de datos, los flujos de luz y la inmensidad del Nodo. Pensó en las consecuencias de sus acciones. Si avanzaba, podría desenterrar secretos que cambiarían no solo su vida, sino también su percepción del mundo. Pero también sabía que rendirse ahora sería como traicionar todo lo que lo había llevado hasta este punto.
Miró su pierna izquierda, el brillo metálico casi imperceptible en el entorno virtual. Era un recordatorio de las veces que había sido derribado, pero también de las veces que había encontrado la fuerza para levantarse. "Avanzaré," dijo finalmente, con una determinación que resonó incluso en su voz.
"Entonces prepárate," dijo el Custodio. "Porque lo que estás a punto de ver te enfrentará no solo a los errores de la humanidad, sino también a tus propios miedos más profundos."
La figura del Custodio desapareció, y el Nodo comenzó a cambiar. Las torres de datos se reconfiguraron, creando un camino que parecía conducir al corazón del lugar. Esteban comenzó a caminar, sus pasos resonando en el suelo invisible. Cada paso lo acercaba más a una esfera que flotaba al final del pasillo, pulsando con un ritmo lento y constante.
Cuando finalmente llegó, la esfera se abrió parcialmente, mostrando fragmentos de imágenes en su superficie. Eran recuerdos, pero no recuerdos cualquiera. Esteban vio escenas de un mundo que ya no existía: ciudades vibrantes, cielos despejados, ríos que fluían libres. Pero también vio sombras: guerras, desastres, decisiones que habían llevado a la humanidad al borde del colapso. Entre las imágenes, un rostro familiar apareció. Era él mismo, pero no el hombre que era ahora, sino el que había sido antes del accidente. Antes de que las partes metálicas se convirtieran en parte de su identidad. Esteban extendió su mano derecha, los dedos metálicos temblando ligeramente mientras rozaban la superficie de la esfera. En ese momento, una corriente de información lo atravesó. No era solo datos; eran emociones, vivencias, fragmentos de historias que lo llenaron de una mezcla de temor, curiosidad y asombro. Vio momentos del pasado que no había vivido, pero que ahora sentía como suyos. Y en el centro de todo, una verdad se hizo evidente: el mundo que conocía, tanto en la Nube como fuera de ella, era solo una construcción. Una fachada que ocultaba algo mucho más complejo.