Viaje a España

Cap. 10

Caminata

—Sofía... estamos perdidas, ¿verdad?

Le pregunté a la rubia a mi costado mientras miraba hacia todos los lados, nuestra pequeña caminata para explorar los alrededores de la universidad se convirtió en un intento desesperado por saber dónde estábamos. El campus, que al principio parecía emocionante y lleno de posibilidades, ahora nos resultaba un laberinto sin sentido. Los edificios eran demasiado similares entre sí, y la falta de señal en nuestros celulares no ayudaba en absoluto.

—No, este mapa nos dirá dónde estamos... si supiera dónde estamos primero nosotras —me respondió mientras miraba para un lado y otro, con el ceño fruncido. Giraba el mapa como si con cada ángulo distinto fuese a revelarle un secreto oculto.

—Eh... estamos totalmente perdidas.

—Te dije que no dobláramos por esa esquina, no se veía confiable —le dije antes de suspirar algo nervioso. Hace tan solo diez minutos que habíamos comenzado a caminar por el campus de la universidad y ya nos habíamos perdido. Genial. Justo lo que necesitábamos en nuestro primer día aquí.

—Bueno, solo volvamos por donde vinimos y caso resuelto...

—Sí... si supiéramos por dónde vinimos...

Sofía levantó el mapa una vez más, como si esta vez fuera a revelar algún secreto que no había visto antes. Lo giró, lo volteó, incluso lo sostuvo al revés, como si con eso fuera a encontrar la respuesta mágica a nuestra situación. Yo solo la observaba con incredulidad, cruzándome de brazos.

—Tal vez si damos vueltas en círculo, algo nos será familiar —dijo, con una mezcla de sarcasmo y genuina esperanza.

— ¿Dar vueltas en círculo? ¿Estás escuchándote? —respondí, entrecerrando los ojos y tratando de contener la risa.

—¡No me mires así! Esto es culpa del mapa. ¿Por qué no ponen un "usted está aquí" más grande o algo? —protestó ella, agitando el papel como si quisiera que la universidad entera la escuchara.

Suspiré otra vez, esta vez más larga, mientras yo llevaba las manos al rostro. Habíamos sido valientes al intentar explorar, pero ahora el campus parecía un laberinto infinito de pasillos, edificios idénticos y caminos que se bifurcaban sin lógica. Pensaba en lo irónico que era que en una universidad donde supuestamente estudiaríamos para el futuro, no podríamos ni orientarnos en el presente.

—Ok, plan B: ¿y si pedimos ayuda? Seguro que alguien sabe dónde estamos.

—Pedir ayuda? —preguntó con una ceja levantada, como si acabaría de decir la mayor locura del mundo—. ¿Y admitir que nos perdimos a los diez minutos? No, gracias. Mi dignidad aún tiene algo de valor.

—¿Dignidad? —repliqué, mirándola incrédula—. Estamos literalmente en un campus donde nadie nos conoce. ¡Esta es la única oportunidad de pasar vergüenza sin consecuencias reales!

Ella se quedó pensativa un momento, pero antes de que pudiera decir algo, una voz detrás de nosotras interrumpió.

— ¿Están perdidas? —preguntó un chico alto, mapa en mano y una sonrisa divertida, viéndonos como si fuéramos dos niñas pequeñas extraviadas en un parque de diversiones.

—Eh, ¿quién eres tú? —pregunté, desconfiada.

—Yo solo paseo por ver aquí a principiantes caminar en círculo por un lugar que no conocen —respondió con una expresión entretenida.

—Bueno, por el mapa supongo que tú también andas perdido —señalé el papel en su mano, al que solo lo extendió hacia nosotras con una sonrisa burlona.

—Es cortesía de la Casa. Está actualizado con todos los puntos importantes de emergencia en la Universidad y alrededores.

—¿Actualizado? ¿Tu hablas de quoi? —habló en un perfecto francés la rubia a mi costado, tomando el mapa de las manos del chico y revisando primero la fecha de impresión. Comparó el nuestro con el suyo, murmurando distintas fechas antes de fruncir el ceño—. La fecha...

—Sí, me imagino que su mapa es de hace como diez años, ¿cierto? Es un tipo de broma que hacen los de años superiores a los nuevos. Se disfrazan como encargados y te dan los mapas —dijo él, señalando el mapa antiguo antes de como si nada por nuestro costado caminar. Tenía el cabello negro liso, medio corto, con algunos mechones pintados de rojo y un tatuaje que salía por el cuello de su camiseta.

—Ok... eso fue raro.

—Muy raro... Solo salgamos de aquí y volvamos a los dormitorios. Sin ofender, pero los sándwiches de bienvenida no eran para nada ricos —murmuró Sofía mientras dábamos la vuelta.

Yo volteé hacia atrás viendo cómo la figura del chico desaparecía a lo lejos. Me parecía conocido, pero no sabía de dónde lo había visto antes. Después de todo, solo llevaba un día en el campus.

Al regresar a la residencia, nos cambiamos de ropa con la intención de buscar algo decente para comer. La cafetería aún estaba cerrada, pues solo funcionaba una vez que iniciaban oficialmente las clases. Con el estómago vacío y pocas opciones, sugerimos salir en busca de un restaurante cercano. Caminamos por varias calles, dejando que el bullicio de la ciudad nos envolviera. El sol comenzaba a descender, tiñendo los edificios de un tono dorado mientras los transeúntes pasaban a nuestro lado, inmersos en su propio mundo. Después de recorrer un par de cuadras, un aroma delicioso nos detuvo en seco. Frente a nosotras, un pequeño restaurante con luces cálidas y una terraza acogedora se presentaba como la mejor opción. Desde la acera, podíamos ver a la gente disfrutando de su comida, conversando con gestos animados y sonrisas satisfechas.

Justo cuando íbamos a entrar, sonó mi teléfono. Miré la pantalla y vi el nombre de mi hermana. Me detuve en la puerta y le hice un gesto a Sofía para que entrara sin mí.

—Dame un segundo, voy a contestar —le dije antes de salir de la fila y dar unos pasos hacia la acera.

Pero, en mi torpeza, giré demasiado rápido y choqué con alguien. Sentí el impacto en el hombro, desequilibrándome por un instante, y vi cómo mi teléfono resbalaba de mis manos y caía al suelo con un sonido seco.



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En el texto hay: realeza, romance universitario, relacion falsa

Editado: 21.11.2025

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