Capítulo 1: Llamada a la aventura.
Me llamo Cloe Smith, y estoy atrapada en un mundo donde la luz no es más que una cruel farsa, donde los colores han sido devorados por las sombras, y la vida... la vida es solo una broma vacía. No tengo ninguna esperanza de escapar de este miserable rincón, un lugar donde los que alguna vez se atrevieron a explorar ya no existen, y nadie tiene el valor de seguir su legado. Nadie quiere saber qué hay más allá de este infierno, y peor aún, nadie le importa. Estoy condenada a esta oscuridad infinita, sin sueños que perseguir, sin un atisbo de alegría, sin un propósito.
En este maldito mundo de sombras, los maestros del colegio nos llenan la cabeza con la absurda idea de que nuestros ojos se adaptaron para ver en la oscuridad, como si eso fuera todo lo que merecemos. Pero yo no me trago sus mentiras. ¿Qué demonios es la luz y por qué todos le tienen miedo si nadie la ha visto jamás? ¿Cómo es posible que basemos toda nuestra ciencia en algo que quizás ni siquiera exista?
Es una locura. Me atormenta pensar en cómo sería ver un resplandor, o una simple chispa de luz. Todo esto es tan extraño, tan frustrante. Pero lo que más me duele es pensar si habrá alguien más que se atreva a cuestionar esta opresión que nos imponen. Porque aquí, desafiar a esos malditos sacerdotes oscuros, los tiranos que nos han gobernado por siglos, es un pecado que se paga con la muerte o el destierro. Y nadie, absolutamente nadie, ha sobrevivido al cruzar el límite de los 3 kilómetros.
Nuestro gobierno no es más que una asamblea de títeres, donde esos sacerdotes oscuros eligen a los más obedientes y sumisos para formar parte de ella. Y tienen el descaro de llamarlo "el mayor honor" al que alguien puede aspirar. Esos esclavos, si tienen suerte, pueden ser ascendidos a sacerdotes oscuros y acceder a secretos que el resto de nosotros jamás conocerá.
En esa asamblea se deciden los destinos de nuestra tierra, Armitael, donde todos trabajamos como hormigas, apenas consiguiendo lo necesario para sobrevivir. Hace más de un siglo, prohibieron a las parejas y familias tener hijos sin el permiso de los sacerdotes oscuros, y es el jefe supremo quien decide quién puede procrear y quién no. Él tiene el poder absoluto sobre la vida y la muerte de todos nosotros, porque los recursos son escasos y nuestra tierra está agotada. Su objetivo es evitar nuestra extinción.
Dicen que los dioses de la oscuridad protegen esta tierra, pero yo no les creo. Nunca los he visto, y dudo que existan. Soy solo una huérfana, atrapada en el orfanato más viejo y olvidado del pueblo. Han pasado años y nadie ha querido adoptarme, y probablemente nadie lo hará. No sé de dónde vengo, y me avergüenza pensar en quiénes pudieron haber sido mis padres, porque seguramente los mataron o los expulsaron por tenerme. Esa idea me llena de culpa y dolor, y creo que es mejor vivir en la ignorancia, para no enfrentar el horror de mi propio origen.
ORFANATO:
Era una noche tan tranquila que parecía que el propio tiempo había decidido detenerse. Yo estaba sumida en un sueño profundo, abrazada por la calidez de mi pequeña cama, cuando unos pasos rompieron el silencio en el pasillo. La señora Nelly, nuestra querida "Mami Kelly", se acercaba, pero esta vez no era la misma mujer cariñosa que todos conocíamos. Iba acompañada de un hombre de aspecto sombrío, vestido de negro, uno de esos que pertenecían a la asamblea, esos que siempre traen malas noticias.
Algo en el ambiente se había quebrado. La habitual sonrisa de Mami Kelly había desaparecido, reemplazada por una expresión de angustia que nunca antes había visto en su rostro. Sus ojos, normalmente llenos de amor, estaban ahora empañados de tristeza y preocupación. La vi mirar hacia mi habitación, y lo que siguió fue aún más desconcertante: lágrimas silenciosas comenzaron a rodar por sus mejillas.
Mami Kelly había sido como una madre para mí, aunque nunca lo diría en voz alta por temor a que algún dios oscuro me escuchara y me castigara por desear lo prohibido. Ella, una mujer que había desafiado a los sacerdotes oscuros, renunciando a sus ofertas para unirse a sus filas, había dedicado su vida a cuidar de los niños perdidos y exiliados, como yo. Yo, que no conocía otra familia que no fuera ella, no podía entender por qué ahora se veía tan derrotada.
Con pasos vacilantes, Mami Kelly entró en mi habitación. Se sentó en el borde de mi cama, su cuerpo temblando de forma apenas perceptible. Me despertó suavemente, pero con urgencia en su voz. —Cloe, despierta, es urgente. Debes cambiarte y dirigirte a la asamblea de inmediato. Los sacerdotes oscuros te están esperando.
Mi corazón se detuvo. Un frío indescriptible recorrió mi cuerpo. ¿Qué podría haber hecho yo para merecer la atención de esos seres oscuros? ¿Podían haber sabido de mis dudas, de mis pensamientos heréticos sobre ellos y su supuesto poder? ¿Me habrían leído la mente? ¿Acaso el jefe supremo, ese hombre misterioso cuyo rostro nadie conocía, había decidido que yo era un peligro? Mis pensamientos se convirtieron en un torbellino de miedo y desesperación. ¿Sería este el fin? ¿El exilio, o algo peor?
El pánico me ahogaba, y todo lo que pude hacer fue aferrarme a Mami Kelly, rogándole que me protegiera, que me asegurara que todo estaría bien. Pero sabía que esas promesas estarían vacías de esperanza. Ella me abrazó con una fuerza que casi parecía desesperación, susurrando entre lágrimas: —Te he criado como a mi propia hija, Cloe, y te quiero como tal. Eres diferente a los demás, siempre lo has sido. Pero hay secretos en este pueblo, secretos que ni siquiera yo entiendo, y tú eres parte de ellos, hija mía.
Su confesión me dejó helada. ¿Diferente? ¿Secretos? Nada tenía sentido, y la desesperación solo creció. Miré a Mami Kelly, buscando respuestas en sus ojos llenos de tristeza. —¿Qué estás diciendo? ¿Qué es lo que no sé? ¿Por qué me miran de esa forma? ¡Por favor, Mami Kelly, ¡dime la verdad!