Viaje hacia el corazon de la oscuridad.

Capitulo: 4 Mochila

Cuando cruzamos el límite de los 3 kilómetros, nos levantamos y nos volvimos para mirar atrás. ¡El camino había desaparecido por completo, sumido en un vacío desolado! Solo quedaba el desierto infinito. Sin perder tiempo, tomé un lápiz y lo aseguré con una cuerda que había en mi mochila. Lanzándolo hacia el borde del vacío, tiré de la cuerda con esperanza, pero el lápiz nunca regresó.

Comprendí que, en este lugar, el principio se entrelaza con el final, y el final con el principio. Las mismas leyes que regían en los bordes de la realidad podían muy bien ser universales. Con esta revelación, añadí una nueva regla a nuestro cuaderno, consciente de que la supervivencia dependía de comprender estos misterios insondables. Por ende, surgió otra pregunta ¿existe otro límite dentro del mismo límite?

Regla 7:

Las mismas reglas se aplican al cruzar el límite 3 km

Tras realizar una prueba con un lapis se determinó que este tampoco podrá volver, ya que fue manipulado con el objetivo de exploración, las reglas 1,2,3,4,5,6 posiblemente también se aplican al cruzar

Miré a Douglas con una mezcla de asombro y preocupación mientras me decía: —Oye, Cloe, ahora que estamos aquí y que no hay vuelta atrás, no tenemos idea de qué nos espera en este terreno. Tengo miedo de que uno de nosotros desaparezca si nos separamos en cualquier circunstancia. Por eso, ata esta soga a mí y asegúrate de atarla a ti también. Debemos permanecer unidos, no podemos permitirnos el lujo de desvanecernos por separado.

Observé que Douglas no llevaba mochila alguna, lo que me hizo deducir que se había lanzado a esta odisea sin estar preparado. Realmente, era un temerario. Una vez que ambos nos atamos la soga, le pregunté por su mochila. Con una sonrisa serena, me respondió: —La mochila que tú llevas es única, marcada con el año de la última exploración de quien la porta. Si logras regresar, tu nombre será inmortalizado en la historia. No te preocupes por la señal de radio que provino más allá del límite de 3 kilómetros; si hay algo más allá, entonces es posible que las señales puedan regresar. Sin embargo, si este fenómeno no se estableció como una regla, significa que aún hay misterios por desvelar.

Le respondí a Douglas, su mirada reflejaba el peso de lo desconocido: "Este lugar es un vacío desolado, un verdadero abismo sin retorno. Debemos seguir adelante, dirigiéndonos hacia la señal de radio, que se encuentra a más de 500 kilómetros de distancia. Nuestro viaje es interminable, y no podemos detenernos ahora."

Avanzamos por interminables horas bajo el cielo sombrío, hasta que el avistamiento de aves en el firmamento nos reveló una oscura verdad: más allá del límite de los 3 kilómetros, aún existía vida. Anoté cada descubrimiento en mi diario con una sensación creciente de inquietud. Me preguntaba, ¿podrán estas aves retornar si poseen libre albedrío? La duda era insoportable, pero no había alternativa; debíamos continuar.

Douglas, fiel a su naturaleza, comenzó a relatar sus chistes, intentando mitigar la gravedad del momento. Su compañía me brindaba una extraña calma, y en medio de esta travesía monumental, me pidió con una sonrisa que lo cuidara, sin importar lo que ocurriera. "No es necesario que me lo digas, tonto," le respondí, abrazándolo con fuerza. "Eres mi hermano, y siempre velaré por ti."

La noche se desplegó sobre nosotros, y la temperatura se mantuvo extrañamente constante, una anomalía en el desierto de arena negra donde decidimos descansar. Mientras dormíamos, el dispositivo de rastreo emitió un pitido agudo que atravesó el silencio de la noche. El sonido, dolorosamente estridente, nos despertó de un sobresalto. Al revisar el rastreador, la señal de radio se había intensificado, y el color rojo parpadeaba ominosamente, advirtiéndonos de un peligro inminente.

—¡Cloe, debemos irnos ya! —exclamó Douglas con urgencia mientras me tomaba de la mano. En una carrera frenética, arrastramos la soga entre nosotros y nos dirigimos a toda velocidad hacia una cueva que se perfilaba en la distancia. Al llegar, nos apresuramos a entrar y sellamos el silencio.

Lo que vimos allí dentro desafió toda comprensión. Desde lo alto del cielo, las estrellas caían como fragmentos de un antiguo diseño infantil, con picos y puntas que recordaban a un pentagrama siniestro. Cada estrella, al tocar la arena negra, desataba una descarga de electricidad oscura, bañando el entorno en una luminiscencia aterradora y surrealista.

Douglas estaba fijo en la inmensidad del desierto, sus ojos reflejaban un asombro profundo mientras susurraba: —Cloe, ¿ves eso en medio de la tormenta? —. Allí, en el caos de la tormenta, un encapuchado se alzaba con una presencia inquietante, similar al que había visto anteriormente. Sabía con certeza que no estábamos solos en este lugar; el límite de 3 km no parecía ser nuestro destino. El encapuchado parecía estar en perfecta armonía con la tormenta, como si esta le obedeciera. ¿Quién o qué era este ser enigmático?

Gritos y lamentos comenzaron a llenar el aire, provenientes de entidades invisibles, mientras rayos descendían del cielo despejado. Uno de estos rayos impactó cerca de la cueva, liberando una corriente de electricidad que se deslizó por el suelo. La energía eléctrica se acercó peligrosamente a mis uñas, y, aterrorizada, observé cómo esa fuerza borraba las uñas de mi mano de la existencia misma. Douglas y yo comprendimos que esta energía solo afectaba a los seres vivos: las aves que caían del cielo también eran borradas por los rayos.

De repente, el radar cambió a un resplandeciente tono morado, anunciando un evento que trascendía la comprensión. Las estrellas continuaban cayendo, y los rayos se intensificaban, acompañados de lamentos que aumentaban en desesperación. Douglas, al verme en el suelo mientras la electricidad penetraba la cueva, me arrastró a lo más profundo de nuestro refugio. Fue allí donde nos enfrentamos a un hallazgo imposible: una mochila, idéntica a la mía, pero con una insignia de 1999. Douglas y yo nos miramos, nuestra mente fracturada por la incredulidad. ¿Cómo podía una mochila del año 1999 estar aquí, en el límite de 3 km? ¿Qué significaba esto?




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