En un instante un suspiro vuela como niebla, recuerda al ser amado que ha dejado huella en este basto universo.
La ausencia de su presencia se siente potente como la luz de un hermoso amanecer, y resuena con las memorias de una melodía de aquel ayer.
Un ser viviente cree temeroso que la muerte es el final sin dudar, sin imaginar en verdad que es solo un paso a la inmortalidad.
Esta vida carnal es algo fugaz, es un sueño especial que hay que disfrutar, es algo superficial, es un parpadeo comparado con la eternidad.
Viajar al más allá es la razón del dolor, en el camino encontramos olvido, encontramos perdón que nos invita a reflexionar con el corazón.
Cuando el humano se vuelve inmortal, deposita en cada ser amado una migaja de su esencia vital, para que así lo puedan recordar.
Nos aferramos a lo mundado pensando que es eterno el cuerpo material, sin sospechar que es momentáneo, sin imaginar que esta existencia es temporal.
Solo se cuentan leyendas sobre lo infinito del más allá, también se dice que el Espíritu proviene de ese lugar, que ese es su verdadero hogar.
Que ahí se formo del polvo y un soplo de aliento le dio vida, para convertise en una criatura viva, así nació la alegría.
Aquel viajero que un día vivió en el sendero terrenal, ya encontró la felicidad, es tan distante que no parece real, tan lejano que se encuentra en un rincón llamado eternidad.
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Editado: 19.10.2020