Viajeros.

CAPITULO 1 ¿HACIA DONDE VAMOS?

 

 

Pasaban más de las 7.30 am, ya estaba ansioso por verla abordar el vagón, realmente este artefacto de hierro, era lo que me unía a ella todas las mañanas y como cada día hoy no sería la excepción. 

Y ahí venia ella, el tren hizo su parada en la estación donde cada día abordaba, llevaba un vestido azul que desdibujaba el cielo, para que mis ojos se posaran en ella. 

Eran esos hermosos amaneceres que me acompañaban cada día, en lo largo del verano.

No sé su nombre, aún no me atrevo a llamarla, pero tengo esa Esperanza, así que decidí nombrarla así desde que la conocí. 

Mis mañanas eran ajetreadas, salía de la ducha y me apresuré a vestir, entre mis ropas destacaba el azul, era mi color favorito y hoy decidí ponerme ese vestido que me hacía sentirme muy sensual. Salí un poco más tarde de casa así que decidí correr a la estación que me llevaba a mi trabajo, ya rebasaban las 7:30, y temía esperar por el siguiente tren de 20 minutos después, y no por llegar tarde a mi trabajo, sino por no tener la suerte de verlo a él. 

Mi anhelo era por verlo, ese hombre de mirada misteriosa que cada día me sonreía un poco más cada vez que me veía abordar el vagón que nos unía en unos momentos y que después al bajar nos separaba. 

No sé cuál sea su nombre, no puedo ponerle uno, él es el tipo de hombre que te imaginas que será tu novio cuando eres niña, ese con el que sueñas casarte y tener muchos hijos. Subí y no me sorprendí, ahí estaba con su mirada seria y misteriosa, con su ropa elegante y con su portafolios café. ¿qué guardará?, ¿qué profesión tendrá? ¿dónde bajará?, eran la serie de preguntas que me hacía mientras lo miraba de reojo, sonreía a mis adentros por la cantidad de respuestas que tenía, sin tener una sola en concreto. 

Me gustaba mucho verlo, no sé si algún día me atreva a saludarle, realmente su persona me imponía bastante además de que no me sentía lo suficientemente interesante para él, pero no perdía la fe, tal vez un día me atreva a saludarlo, que me sonriera, era para mí una suerte enorme. 

El tiempo pasó rápidamente y la llegada a la estación donde mi “Esperanza” bajaba se aproximaba. Una vez más no podía idear nada para hablarle, de nuevo todos mis sentidos me ponían alerta por perder mi oportunidad para decirle algo,  

Solo nuestras miradas eran las que se buscaban entre la gente que se arremolinaba para bajar en la estación, de pronto el movimiento nos hizo quedar frente a frente. 

- ¡Buenos días! - llenarme de valor para decirlo no fue sencillo. 

- Hola...- que tonta, pensé, ¿cómo fué que solo se me ocurrió decir <<hola>>? Pero sin duda el aroma de su loción era exquisito. Mi nariz se quedaba impregnada de su aroma, había quedado perfectamente incrustada en su pecho y no dudé en olfatearlo, enseguida la luz verde anunciaba la llegada a mi destino. 

-Que tenga un buen día - me alejé y baje del vagón intentando no perder de vista a mi hombre misterioso. 

Decidí bajar en la misma estación, me armé de valor y sin una excusa para justificar mi acción, la seguí. 

No podía creer lo que sucedía, sus pasos siguieron los míos y quedé paralizada por unos instantes, sin embargo, caminé lento y enseguida escuché. 

- ¿Tiene usted prisa? 

- ¿Es a mí? - volteando para ambos lados, buscando si había alguien más a mi lado. 

-Sabe, no conozco la zona, y veo que usted baja en esta estación regularmente, ¿Podría ayudarme a encontrar una cafetería? 

-Ah, ¡claro que sí!, curiosamente rumbo a mi trabajo hay una muy bella y sirven muy buen café, si gusta podemos caminar juntos hacia allá. 

-Me encantaría. 

-No sé si lo había notado, pero somos como compañeros de viaje, casi siempre viajamos en el mismo tren. 

Me he sonrojado, no quisiera que note que me pone nerviosa y que de algún modo me interesa mucho, así que asiento con la cabeza y seguimos rumbo a la cafetería. 

-Si, también he notado que está no es la estación donde usted baja. 

Hago ese comentario para saber un poco más de la razón por la que bajo aquí. 

-La verdad bajo cuatro estaciones más adelante, pero hoy no voy a ser requerido en mi lugar de trabajo. 

-Me alegra que sea así, por favor, no me malinterprete, es que es una buena oportunidad para conocerle un poco. 

Sonreí tratando de ocultar mi sonrisa que parecía como si mis planes salieran a la perfección. 

Caminamos tal vez muy aprisa, llegamos al sitio indicado y extendí mi mano para despedirme. 

- ¿Puedo invitarle un café? 

-Será un placer, es preferible una buena compañía a malas caras de mis clientes en la tienda. 

¡Es increíble que me encuentre aquí!, junto a la mujer que me atrapa en un sueño. 

Supongo que ambos teníamos ansias por conocernos, la verdad personalmente a mí su sola presencia me tenía embelesada. 

Nos sentamos cerca de un ventanal en donde se podía ver perfectamente la esquina donde se encontraba mi sitio de trabajo. 

-Hermoso vestido. 

- ¡Oh, gracias!, mi color preferido es el azul. 

Sonreía y honestamente no tenía idea de que podríamos hablar, lance una leve carcajada para romper el silencio incómodo que se había hecho, no quería que mis nervios delataran mi torpeza para entablar una conversación. 

Si pudiera describir en pocas palabras lo que ella me hace sentir diría...Me encantan sus labios, y más cuando se dirigen a mí, sus movimientos me cautivan, y su sonrisa, ¡vaya!, aunque estaba notando que se estaba poniendo un poco nerviosa me atreví a cuestionarla. 

- ¿A qué se dedica? 

Noté que ponía mucha atención en todos mis movimientos y su pregunta me sacó de balance, sin embargo, me estaba gustando su excesiva atención. 

-Soy jefa del departamento de perfumería y cosméticos en la tienda que se encuentra en esa dirección- señalé hacia la esquina donde estaba el establecimiento donde a diario laboraba y al cual no me había presentado esta mañana. 




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