Suzuka
Kurogane comenzó a llorar. Lo más extraño fué que me identifiqué con su expresión. Sabía lo que ésta quería decir:
He tenido una vida dura. No puede ser que el futuro me depare cosas aún más tristes, ¿verdad?
Sus facciones se crisparon por un dolor y de tristeza infinitas. Pero de golpe, su cara cambió.
Los ojos se le oscurecieron de puro odio, una locura bestial y una rabia infinita que hizo retroceder hasta el último de los presentes. Exceptuando a Emmun el cual sólo titubeó. Hubo un estallido de color azul. En ese momento lo supe por instinto, ya no solo era Emun de quien debía tener miedo, también tenía que tener miedo de Kurogane. Tal vez incluso más que del propio hechicero legendario.
Sakura dió un grito de agonía y comenzó a convulsionar espasmódicamente. Sus gritos se podían oír desde la otra punta del valle. Emun parecía tan sorprendido como yo. Miré a Kurogan con los nervios de punta. Había una especie de humo azul cielo que lo cubría de arriba a bajo.
El humo azul se intensificó y las heridas que tenía hacía unos instantes se empezaron a cerrar por sí solas sin ninguna necesidad de conjuros. El ser en que se había convertido Kurogane se levantó, muy despacio, sonreía de una manera macabra que nunca le había visto a nadie. Era demasiado espeluznante y retorcida.
Las pupilas de Kurogane se hicieron reptilianas, del mismo color azul cielo que el "humo". Al igual que su contrincante un relieve en forma de rayo salió de la comisura se sus labios hasta debajo de sus orejas y sus dientes se le hicieron puntiagudos, pero al contrario que éste a Kurogane le crecieron las uñas hasta parecer temibles garras.
El "ser azul cielo" no dejó recuerdo alguno del joven que anteriormente ocupaba su cuerpo. Los seres "azul" y "rojo" se miraron. Eran muy parecidos entre sí, pero también estaba la sensación de que eran contrarios. Seres que se odiaban hasta la muerte y que debían matarse a cualquier precio.
Kurogane, o lo que quedaba de él, alzo su espada al cielo. Esta brilló de color azul verdoso, y de pronto el cielo se cubrió de nubes negras girando a toda velocidad comenzando a formar un gigantesco tornado.
Emun, ahora con cara solemne, frunció el ceño y se preparó para recibir el ataque. A su espalda se encontraba la pequeña colina que habíamos atravesado para llegar hasta allí .
De pronto el cielo negro se cubrió de luz. Miles y miles de millones de relámpagos cayeron en un único punto. La espada. El "ser azul cielo" balanceó el arma contra su odiado enemigo y el horizonte se cubrió de rayos cien veces más potentes que los anteriores.
Debajo de una nube de piedras y polvo, emergió una figura. Emun estaba en pié, aunque un poco malherido, cosa que no había pasado desde el inicio del duelo. No se podía decir lo mismo de la colina de detrás de él, pues había desaparecido. Al igual que con Kurogane las heridas desaparecieron en cuestión de instantes.
La espada de Kurogane se tambaleó. Algunas barras de luz brotaron de ella e hicieron un escudo alrededor de la espada, mientras que otras se le clavaron apenas en el brazo que la sujetaba. El humo intentó tragarse la espada pero el escudo retrasó el proceso. ¡Aquello era la hechicería de protección de mi abuelo! No había reconocido al "ser azul cielo" como su amo y le había intentado romper el brazo. Sin mucho éxito al parecer.
Pensé que eso sería suficiente para proteger la espada del "humo azul" pero me equivoqué. Las estacas de luz reventaron en mil pedazos y el brazo se reveló a todos en el mismo estado que antes del incidente.
El escudo de luz parpadeó, ¡estaba fallando! Se estaba quedando sin energía. Pero aquello era imposible, ¿no? Pensé en esos momentos. ¡Debería durar mil quinientos años! ¿Y qué especie de fuerza podía cambiar tanto la estructura del poder de un mago como para que la hechicería del abuelo se confundiera y no pudiera reconocer a su propio amo? ¿Tal vez si era otro individuo? Antes de que el escudo de energía fallase del todo el ser soltó la espada.
No parecía que fuese porque ésta le había hecho algún daño. Sino que más bien era porque le parecía una molestia. Como si fuese la picadura de un simple mosquito.
Sakura gimió aún más fuerte, y Emun dijo:
-¡Si, así! ¡Eres todo lo que esperaba! ¡Ahora por fin podré tener una lucha de verdad! -el "ser azul cielo" se lanzó contra él "ser rojo sangre" con un ssisseo escalofriante. La lucha fué tan feroz que los testigos tuvimos que huir de el destrozo repartido por los seres "rojo" y "azul".
Aun así todo terminó muy rápido. Con las manos desnudas el "ser azul cielo" le cortó el brazo a su adversario. El "ser rojo sangre" pareció consternado cuando éste no se recuperó, dejando solo un muñón. Desesperado sujetó por el cuello a la cercana Sakura, agonizante.
Le propinó una patada tan fuerte que salió volando más de dos mil quinientos metros mientras chocaba con todo lo que estuviera por el camino. El ser con la apariencia de Kurogane dejó a la chica en el suelo con mucho cuidado, como intentando protegerla.
Ella no paro de convulsionar en ningún momento. Era como si estuviese luchando contra un dolor extraño y extremo que parecía insoportable. Emun, herido y consternado por la fuerza de su adversario, salió de entre los árboles. Sostenía un robusto árbol con el único brazo que le quedaba.
Pero el "ser azul cielo" era más fuerte que él. El ser parecido a Kurogane hizo un extraño zig-zag con unas esferas del conjuro Brisa Fuerte bajo sus pies, mucho más poderosas de lo que el Kurogane normal podría conseguir, y con un preciso golpe sin piedad, la cabeza de Emun salió volando y terminó rodando por el suelo bajo mis pies.
Habiendo matado al otro "ser", el humo azul del mago comenzó a cesar. Las terroríficas transformaciones desaparecieron. Era de nuevo el Kurogane que todos conocíamos. Ya no daba miedo.
Cayó directo al suelo, se había quedado inconsciente. Sakura paró de gemir de dolor para entrar en un estado de calma y paz en el mundo de los sueños.