Malena, Elena. Dos nombres que surgieron del amor de unos padres que murieron en vida, a medida que tú, te alejabas cada vez más de la familia que una vez te cuidó.
Yo, un pedazo de Malena y otro tanto de Elena, soy lo que queda de ese hermoso ayer. ¿Qué sería igual si tu espalda, la que veo ahora, jamás se hubiera interpuesto en nuestro camino?
¿Por qué? Es la pregunta que no puedo dejar de repetir, desde que desperté en el hospital y conocí el doloroso desgarro de la realidad.
Malena confiaba en ti. Y tú la amabas.
Yo te adoraba más de lo que te imaginas, Víctor.
Un triángulo amoroso que estaba destinado al fracaso, incluso cuando supimos de su romance con tu padre.
¿Tanta envidia guardadas en tu corazón, como para acabar con las vidas de tu amor, padre y mejor amigo?
James no era un santo, eso lo sé. Es más, fui más de una ocasión, testigo de cómo persiguió las faldas de tu madre. Sin embargo, ¿cómo, por qué y cuándo se te cruzó por la cabeza, planear un esquema casi perfecto, si no fuera por mi existencia?
—¿Gallen, jamás fuiste auténtico? —Al final me atrevo a preguntar, cuando detiene el auto, y sonríe para nada sorprendido de que lo apunté con el arma—. ¿El que eres ahora, es el verdadero?
—¿Y qué hay de ti?
Sin miedo, duda, sino pura arrogancia, estira la mano y aprieta con fuerza la cadena que entre Malena, tú y yo, compramos en la primera nevada de nuestra amistad.
—¿Male, Malena, Elena o mi reflejo?
No lo admito, pero todo es muy distinto a lo que pensé que sería nuestro encuentro, en lo que la cadena se ajusta entre su mano y mi cuello.
—Según entiendo, no eres muy distinta a mí. Quieres mi muerte, tanto como yo la tuya. Por tanto, querida, ¿por qué arriesgarse tanto, cuando apenas te tenía en mis recuerdos?
—¿Y dónde está él?
Pregunto asustada, sin bajar el arma, pero sí siento temor. Tanto si lo hace primero él o yo, cualquier resultado, me va a afectar.
Jugué con ser igual, pero ahora que sus ojos se volvieron oscuros, y me puedo ver junto a tu rostro mortificado, sé que como tú, yo, Malena y James, somos y seremos la copia de nosotros mismos.
Sin embargo, tu mirada cálida, que me mira a través de sus pupilas lejanas, es la combustión que mis oscuras emociones necesitan, para toser a falta del aire que me quita sin remordimiento, y sin tenerlo yo tampoco, la secuencia se repite, Gallen.
Solo que yo soy tú. Y tú, un James que buscó destruir a Víctor para crear el hombre sin alma ni corazón que, con los dientes empapados de sangre, me sonríe con orgullo.
Pues también estoy dividida, entre el odio y el amor que no logran convivir, mientras te veo, Víctor, gritar sin voz, en un laberinto que te absorbe.
Venas, arterias y músculos, te sujetan hasta casi desmembrarte. Mientras la conciencia, sin piedad, te consume.
Para, al final, entre un hilo de sangre que se filtra entre la comisura de tus labios, yo te pierdo en mi inconsciencia otra vez, mientras una lágrima tuya, manchada de sangre, moja mi mejilla.
—¡Elena! ¡No!
¿Por qué lo hiciste otra vez, Víctor?
—¡No tú también! ¡Por favor, no me dejes!
¿Por qué abriste esa puerta, si sabes que los dos, ya no tenemos salvación?