Víctor |sueños oscuros spin-off|

Capítulo 5| ¿Pueden oírme?

Salí del bosque poco tiempo después de que la criatura se había enterrado en el suelo. Ahora estaba decidido a no permitir que el Recolector me atrapara, así que debía alejarme de ese lugar tan rápido como me fuera posible.

Cuando crucé la calle y comencé a caminar sin rumbo fijo, una voz me hizo darme la vuelta. Greyson y Hans estaban sentados al pie de una fuente, donde Hans intentaba consolar al pequeño Greyson. El niño tan solo tenía once años de edad y, como sus padres habían fallecido y vivía en un orfanato con sus hermanos menores, se apegó mucho a Hans y a mí.

Supongo que de alguna manera, al volvernos su mayor fuente de apoyo, comprensión y cariño, mi mejor amigo y yo terminamos por convertirnos en sus figuras paternales; en sus casi padres adoptivos. ¿Eso se escuchó tan gay como lo sentí? Pues no, amigas mías, no con Hans. Yo tengo dueña (?).

Como sea… modo serio.

En ese momento lo primero que pensé no fue en lo mal que Greyson se sentía por mi muerte, sino en cómo rayos había terminado yo en medio de la ciudad. El parque Agua Roja estaba a treinta minutos del centro. Yo solo aparecí ahí. Aún me sentía muy confundido respecto a esta nueva experiencia, pero comencé a pensar que tal vez al estar muerto, vivía en alguna especie de espacio fuera de tiempo. Lo que para mí era un abrir y cerrar de ojos, podían ser incluso horas para los vivos.

Claro que en ese entonces solo eran suposiciones. Escuché muy vagamente la charla entre Hans y Greyson, ya que las voces de los dos llegaban a mis oídos como si estuviesen hablando a través de un teléfono descompuesto. Después ambos se levantaron del piso y Hans acompañó a Greyson hasta el orfanato en que vivía.

Greyson no entró de inmediato. Yo me quedé con él un rato, solo vagando mientras él susurraba palabras al aire. Creo que solía pensar en voz alta. Emití un suspiro y me di la media vuelta para alejarme. Ya no tenía ninguna forma de ayudar a Greyson por más que deseara hacerlo, o eso creí.

El llanto de un bebé llegó a mis oídos de pronto, así que me di la vuelta para buscar el origen del llanto. No caminé mucho tiempo antes de encontrarme con una pareja de adolescentes que cargaba a un bebé en brazos. Se encontraban frente a un basurero y yo sentí como si el corazón se me estrujara. Estaban metiendo al bebé en uno de los botes de basura.

En ese instante me sentí tan enojado, que olvidé por un segundo mi condición.

—Es un ser vivo, un ser humano. ¡No pueden tirarlo a la basura como si fuera un condón usado! —grité.

Cerré los ojos un instante y emití un suspiro profundo. Recordé que yo no podía hacer nada para evitarlo; solo podía contemplar. Pero eso no está en mí. No sé qué es, solo sé que ayudar a los demás me da fuerza, y ese sentimiento me empujó a acercarme a la chica y ponerle una mano en el hombro.

—Hay un orfanato a una cuadra de distancia —susurré. Sabía que ella no podía escucharme, sin embargo, mi alma necesitaba decirlo—. Incluso si no deseabas tenerlo ¿no crees que tu bebé se merece un poco más de consideración humana?

El chico le puso la tapadera al bote y comenzó a caminar para retirarse antes de que alguien los viera. La chica se quedó inmóvil en su lugar. Entonces la vi alzar la cabeza mientras negaba, para después abrir el bote y tomar una vez más al bebé entre sus brazos. El chico le recriminó lo que hacía, alegando que no podían hacerse cargo de él. La respuesta de la chica me dejó estupefacto.

—Incluso si no deseabas tenerlo ¿no crees que tu bebé se merece un poco más de consideración humana? —El chico guardó silencio. Yo la miré con los ojos bien abiertos—. Caminemos un poco más. Quizá encontremos un mejor lugar.

Quité mi mano de su hombro y bajé la cabeza. ¿Acaso me había escuchado?




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