Víctor |sueños oscuros spin-off|

Capítulo 6| Motivos

Vi que la pareja comenzó a caminar rumbo al orfanato en que vive Greyson, y aunque me pareció obvio que ambos ignoraban sobre la existencia del lugar, me pregunté si es que acaso me estaba equivocado. Como fuese, opté por seguirlos y ver cómo se desarrollaría todo.

 Y es que soy curioso, pues. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero la curiosidad no sabía que hasta muerto el gato seguiría de chismoso.

Nos acercamos al orfanato en un abrir y cerrar de ojos para mí, y de nuevo tuve la sensación de tan solo haber aparecido en el lugar. Cuando meneé la cabeza para volver a concentrarme en el momento, alcancé a distinguir que Greyson seguía ahí, todavía caminando de un lado a otro. Lo vi darse la media vuelta, quizá para continuar con su caminata reflexiva, y fue entonces que la pareja se acercó a las puertas del orfanato.

Comprendo que sintieran bastante vergüenza de que alguien los viera abandonando a su hijo, aunque en el fondo deseaba que alguien los atrapara en el momento. Alguien que pudiera ayudar a ese pequeñín. Quien fuera. El bebé fue puesto sobre el piso por fin y entonces pude acercarme un poco más para mirarlo. Al hacerlo, me quedé boquiabierto.

La pareja no tenía ni idea de lo que habían llevado al mundo.

Ese bebé, al igual que Susy, tenía el aura de un tono azul tan claro que reflejaba toda su pureza. También noté que tenía un don como el mío. Pero lo que más llamó mi atención, fue darme cuenta de que ese niño podía sanar las heridas de Greyson. Podía aliviar el dolor que cargaba en el pecho y se rehusaba a dejarlo. Incluso pensé que ese bebé había nacido para dicha misión. 

Ahora sé que entender aquello es parte de mis habilidades, pero aun así no sé cómo describir lo que vi, solo sé que tenía que hacer algo. Y como el fantasma de mi cerebro seguía creyendo que podía hablar con los vivos como siempre, comencé a llamar a mi amigo una y otra vez.   

No sé si me escuchó pero sí se dio la vuelta, logrando ver que la pareja dejaba al bebé envuelto en sábanas sobre el suelo para luego echarse a correr. Di un par de pasos hacia atrás por inercia cuando mi amigo se acercó al pequeño. Lo vi sonreírle. Deseé tanto que Greyson se apegara a ese niño que incluso pensé que, así como hizo con su mejor amigo, lo convertiría también en su hermanito menor. Sin embargo, él solo se alejó.

Yo caí en la realidad. Por un lado, ese pobre pequeño no merecía ser abandonado a su suerte de semejante manera. ¡Merecía crecer en el seno de una familia que lo amara! Por el otro lado, aún con lo que yo había visto, no era justo que Greyson asumiera una responsabilidad que no le correspondía.

Él también era solo un niño luchando por sobrevivir a un mundo que lo dejó solo. Él también merecía una familia que lo amara. Entonces me di cuenta de que Greyson se había detenido. Cuando se dio la vuelta para regresar corriendo por el bebé, pude leer en su rostro una expresión de pánico. Esa misma expresión que tuvo el día en que se armó de valor para confesarme que había sido víctima de violación.

Greyson ingresó al orfanato con el pequeño en brazos y yo lo seguí. Estaba muy preocupado por él. El niño se dirigió a la habitación comunitaria en la que dormía, pidiéndole a su mejor amigo, Nathan, que lo acompañara al baño del segundo piso. Ambos se encerraron ahí, donde Greyson le mostró al bebé para pedirle consejo.

—Lo dejaron en la puerta y me da miedo dejarlo afuera solo —comentó Greyson y yo sentí que pondría quebrarse en cualquier momento—. No quiero que viva lo mismo que yo. Sé que Víctor habría hecho lo mismo.

«Pues sí pero no tienes que ser como yo, peque» pensé. Yo tenía dieciocho años, él solo once.

—Si las cuidadoras lo ven te harán daño. Y cuando te lo quiten quien sabe qué le harán —le respondió Nathan.

Estoy parafraseando en su mayoría, claro, pero la siguiente frase de Greyson me dejó tan impresionado, que recuerdo exactamente todas las palabras que utilizó.

—No me importa, está indefenso. Yo no tuve quien me protegiera cuando estuve indefenso. Pero a él, voy a protegerlo yo.

No tengo palabras para expresar lo orgulloso que me sentí de Greyson, incluso me invadieron las ganas de llorar. Greyson acarició el rostro del bebé y lo miró con cariño, casi de forma paternal, mientras el pequeño le sujetaba la mano y se la llevaba al pecho de forma inconsciente. Ese día vi nacer el amor verdadero. El mismo que nació entre mi hermanita y yo.




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