Víctor |sueños oscuros spin-off|

Capítulo 12| Ser un guardián

El silencio comenzaba a calarme los oídos conforme más me adentraba en aquella eterna oscuridad, de la misma forma en que lo hice la primera vez que llegué aquí. Al principio creí que sería menos desesperante en vista de que ya había estado ahí, sin embargo, fue mucho peor esta vez. Luego de haber conseguido salir de ese horrible lugar, encontrarme de nuevo atrapado… lo odiaba.

Decidí que la mejor forma de proteger a Susy era permaneciendo en el paso, de modo que pudiera comunicarme con ella y decirle cómo defenderse de las criaturas malditas, pero antes debía encontrar una forma de comunicarme con ella. Pero ¿cómo lo haría? ¿Debía gritar su nombre? Ya lo había intentado y no funcionó. ¿Tal vez cuando alguien usara una ouija? Era posible, pero también obvio que había más opciones.

Me detuve en seco cuando comencé a escuchar cosas, sonidos que no deseaba oír. No aquí. Por suerte, las voces de los condenados que normalmente me desgarrarían los tímpanos con sus gritos de dolor y desesperación, ni siquiera eran capaces de llegar a mí como en un susurro escalofriante; apenas se trataban de un zumbido poco audible.

En ese momento me di cuenta de que me había quedado inmóvil. Desganado. La profunda tiniebla me estaba tragando de a poco, y yo lo permitía sin más. Sentía que estaba atrapado, sin salida. Me estaba convirtiendo en nada.

«Tal vez en realidad ya no me necesita» pensé, «porque de ser así, me estaría llamando».

Retomé mi andar con resignación cerrando los ojos, percibiendo que sin importar cuanto caminara, ya no sentía miedo aún a sabiendas de que el paso me estaba hundiendo. Hubo un momento en el que ya ni siquiera era consciente de lo que ocurría conmigo. Por un instante que parecía volverse eterno, fue como si dejara de sentir.

Estaba a un segundo de rendirme y permitirle al paso que me convirtiera en parte de la nada cuando, a lo lejos, un halo brillante de luz blanca se abrió paso en medio de la nada. De su interior una triste y poco nítida voz se dejó oír, aunque yo supe de inmediato de quién se trataba. Ella estaba llorando mientras hablaba y, aunque no logré entender sus palabras, supe de inmediato que era sí, debía regresar a su lado.

Susy de verdad me necesitaba. Me estaba llamando.

Corrí tan rápido como pude en su dirección, sintiendo que el tiempo comenzaba a transcurrir en cámara lenta. Cuando llegué y pude mirar hacia el interior de aquella luz, supe que no quería ir a ninguna otra parte. Y una vez más, las lágrimas me humedecieron el rostro.

Susy estaba ahí, durmiendo como el angelito que siempre ha sido. Sonreí tanto como pude Había llegado al final del túnel.

Decidí quedarme ahí, solo para asegurarme de que ella estaba bien. Quise acercarme un poco más a su lado, darle una suave caricia en el cabello como solía hacerlo cuando, luego de tener pesadillas, me pedía que la acurrucara hasta que pudiera dormirse.

Recuerdo haber ladeado un poco la cabeza todavía, sonriendo. Levanté mi mano mientras intentaba acercarme un poco más a mi pequeño trol cuando, dejándome sin aliento, Susy abrió los ojos de golpe ante el ruido que provino de un lugar cercano a mí.

Yo me congelé en mi lugar. Bajé la mirada despacio y abrí los ojos tanto como pude, ya que el conejo blanco de peluche que le obsequié a mi hermana antes de morir, se encontraba justo debajo del halo de luz.

—¿Hola? —preguntó Susy temerosa, abrazando las sábanas de su cama—. ¿Hay alguien ahí?

—Soy yo, muñequita —respondí, pero al ver su reacción, supe que no me había escuchado y de nuevo, sentí que todo se me venía abajo.

¿De qué me servía encontrarme en este lugar, si de todas formas me resultaba imposible comunicarme con Susy pese a sus habilidades para hablar con los muertos?

«No, Víctor» me regañé. «No te rindas. No de nuevo».

Levanté la cabeza y cerré los ojos. Quizá podría tratar de comunicarme por medio del peluche. Abrí los ojos y fijé la mirada sobre el conejo y, aunque no sabía exactamente qué debía hacer, solo me concentré en moverlo como si se tratara de mi propio cuerpo.

Un sonido acojinado se escuchó resonar en la habitación. Noté que Susy se cubría el rostro con las sábanas bastante asustada, pero decidí ignorarlo para no desconcentrarme.

Continué tratando de mover al conejito, logrando después de mucho tiempo, que este por fin se moviera un poco. Levanté la mirada y vi que Susy estaba mirando hacia mí con lágrimas en los ojos. Y a pesar de su miedo, la vi levantarse de la cama y comenzar a gatear en mi dirección. Pensé en inclinarme hacia ella para acercarme también.




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