Víctor |sueños oscuros spin-off|

Capítulo 13| Purgatorio

—¡Susy! ¡¿Susy, me escuchas!? —grité con toda la fuerza que tenía, temeroso ante lo que ahora conseguía entender.

Susy no podía oírme ni verme, pero ahora estaba convencido de que Ana se encontraba entre los vivos, amenazando con destruir todo lo que amé y todavía amo. Así que yo también tenía que volver. ¿Pero cómo?

Negué con la cabeza y comencé a dar varios pasos en reversa mientras me sujetaba el cabello. Gruñí por lo bajo. No podía pensar con claridad y las malditas voces de los condenados solo me alteraban más.

Si tan solo pudiera callarlas…

Entonces recordé, que antes no había voces. La primera vez que llegué al paso, todo estaba gobernado por un silencio absoluto. Un molesto y desesperante silencio. Las voces aparecieron un tiempo después, conforme más me adentraba en el purgatorio, para ser preciso. Y analizando que el Recolector me dijo que no debía mirar hacia atrás, deduje que la conexión entre el paso y el purgatorio debía estar cerca. Aunque claro, no estaba seguro de ello.

—El que no arriesga no gana —me dije—. Respira, Víctor, y regresa.

Puse un pie justo detrás del otro, me di la media vuelta y, suponiendo que ahora podría volver sobre mis pasos, avancé. Aquella frustrante sensación de levitar no me dio tregua en ningún momento, mas no me detuve pese a lo intranquilizante que poco a poco se volvía. Estaba decidido a regresar.

La verdad es que desconozco cuanto tiempo caminé en la oscuridad de ese horrible lugar; quizá mientras sucedía lo supe muy bien, pero ya no lo recuerdo más. Solo sé que en algún momento la oscuridad dejó de ser absoluta y conseguí ver a la distancia unos cuantos árboles. Estaba por salir del paso y de nuevo, sentí miedo.

Cuando estaba vivo pude ver muchas veces a las almas en pena, andando de aquí para allá sin rumbo ni consciencia. Las vi aparecer y preguntarse quiénes eran, solo para luego continuar vagando hasta desaparecer. Eran un pedazo de la nada y despertaban mucha lástima. Si pisaba el purgatorio una vez más, mis recuerdos se borrarían y me convertiría en un alma en pena destinada como todas ellas, condenado a vagar sin rumbo por la eternidad.

Y si no me arriesgaba, si me atrevía a pensar en mí antes que en ella, sin lugar a dudas, Susy terminaría igual que yo… o tal vez peor. Tampoco podía permitir eso. Protegerla era mi deber, mi misión. Aun así, necesitaba mucha fuerza para atreverme a cruzar.

Emití un suspiro para armarme de valor, empuñé las manos y al cerrar los ojos, comencé a avanzar mientras cantaba con suavidad y temor.

—Dime que tú sientes mi calor.

Mi voz salió casi en un susurro, temblorosa y apenas audible. Y al caminar, de pronto, el sonido del pasto y las hojas de los árboles mecerse con el viento inundó mis sentidos.

—Nada quiero más que tu amor.

Las voces de los condenados retumbaron en mis tímpanos. Estaba ya tan cerca, que casi podía sentir el viento que alguna vez acarició mi piel.

 —Luchar por ti.

Recordé la voz de Susy diciendo que me amaba, y el momento en que vi su manita dibujarse dentro del vientre de mi madre.

—Sufrir por ti…

El día que cumplió cinco años y pasé todo el día con ella viendo series animadas, comiendo dulces y leyendo todos los libros infantiles que pidió, me dijo que yo siempre sería su mejor obsequio de cumpleaños poco antes de quedarse dormida a mi lado.

—Morir así… oh, morir por ti.

Al final recordé la última vez que pude abrazarla. Ese día en que canté esta misma canción para ella poco antes de morir. Detuve mis pasos y suspiré por última vez.

—Sabes que sí. Todo lo que hago, lo hago por ti.

Y abrí los ojos. Me encontraba en medio del parque Agua Roja, donde todos los recién fallecidos me miraban con intriga.




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