Aún a costa de mi propia salud mental, transigí con la propuesta de mi marido.
—Este domingo comemos con mi madre— dijo el muy iluso.
¡Claro que no me apetecía! Mi suegra era una auténtica bruja, que seguía manejandolo. Pero mi psicóloga había recomendado que tratará de acercar posturas con Jon.
—Podríamos llevarle unos bombones y una botellita de ese burdeos que tanto le gusta. ¿Podrías encargarte tú?¡ Ah me olvidaba Berta! Llegará de Amazon un paquete, estate atenta al repartidor.
Tuve que hacer un esfuerzo y con una forzada sonrisa le pedí que lo dejara todo en mis manos.
Por fin su mujer no ponía obstáculos a visitar a su madre. ¡Qué sorpresa se iba a llevar!
Empecé por comprar el burdeos, cuando llamó el de Amazon. Años llevaba queriendo comprar una tele y Jon le había regalado una a su dichosa madre. Para una cosa que le pedía…
Una vena gruesa crecía cada vez más en su sien. Respiró hondo y se fue a por el resto de encargos, cuando conducía, Jon pidió que recogiera una tarta en 'Le gourmande'.
A las cinco de la tarde llegué a casa,todo el esfuerzo de los últimos días se había ido al traste, en ese momento solo pensaba en lanzar esa tarta comprada en el último momento a la cara de la bruja de mi suegra.
Me contuve, aún me quedaba envolver la dichosa televisión. Mientras se desesperaba con el tesafilm, una malvada idea se fue apoderando de mí, una idea que me liberaría de todo el estrés del puñetero cumpleaños.
¿Me atrevería? ¡Uff! ¡Crash¡ ¡Vaya por Dios! ¡Pobre suegra! ¡Lastima de televisor roto!
Jon conducía embargado de felicidad, no todos los días puedes hacer regalos a las dos mujeres de tu vida.