6 años.
Elein, nuevamente estaba solo en el recreo. No le gustaba mucho la compañía, menos teniendo que sobrellevar un peso tan grande como la palabra «Golpes». Estaba apenado, avergonzado de llevar siempre adornando su piel, un moretón o un rasguño.
Era raro escuchar a un niño decir cosas de adulto como: Pagaré los impuestos o comprare una casa.
Más raro era que un niño en su forma de expresarse piense en la: Otra vida.
Aveces esperaba con ansias el verano y no solo para dejar las tareas; si no, que también llegaba la feria. Poniendo su esfuerzo para ser feliz, ya que ahí no podrían hacerle algo que lo lastimara. Le gustaba correr por el casi interminable muelle y subirse a las atracciones que cada año como venían, se iban.
12 años.
Elein, se encontraba en su habitación, balanceándose sobre su trasero, cubriéndose Los oídos. Sus padres nunca antes tuvieron una pelea de tan grande magnitud como la de esa noche. Gritos, maldiciones, llanto. Era lo único, que aún tapándose los oídos, Elein escuchaba ahogada y sutilmente.
El no pudo aguantar eso por más tiempo y escapó por su "salida de emergencia". Cuál había construido en vacaciones, atrás de su clóset —ya que su habitación está en un 1er piso.
Corrió con fuerzas si ver lo que se había dejado atrás, una que otra vez se raspaba con algún tronco de un árbol o rama. Las criaturas nocturnas no lo asustaban. Tenía la mente nublada como único propósito es seguir adelante. No faltó mucho y quedó en la orilla rocosa del acantilado; pensando y divisando el final del mismo.
Únicamente era iluminado por la luz de la luna, convirtiendo las lágrimas de sus ojos en destellos deslizantes sobre sus mejillas. Giró la cabeza para contemplar el paisaje enfrente de el, con una sonrisa mal formada, fingía disfrutar el momento. A lo lejos otro chico —un poco más grande —se encontraba sentado, apoyando su espalda de un árbol.
No, pudo no sentir intriga; que se le quedó mirando un rato, hasta que ese chico se levantó y se desvaneció entre los matorrales y árboles.
Algo había causado ese chico misterioso del sentido despreocupado, calmado del árbol en Elein. Elein, quería saber más, pero no sabía cuándo sería la otra vez que el chico estaría postrado admirando el paisaje.
Así continuo su rutina cotidiana de la noche, después de ese día, volvió a su casa con la mente liviana y quiso seguir yendo. Noche tras noche.
Cada noche, el estaba en la misma postura despreocupada. Elein, pareció todo un acosador pese a sus verdaderas intenciones. Quería solo mirarlo, admirarlo desde la distancia como producto de su curiosidad.
No era muy usual que el otro chico faltase, puesto a qué el, pareciese estar viviendo ahí en una forma retórica.
Así pasaron meses, meses en los que Elein, no tenia una pizca de valentía como para presentarse; meses en los que, Elein tragaba saliva que recorría su garganta reseca al solo verlo; meses en los que veía cada acción que hacía.
Hasta que un día, donde la nieve cubría todo el basto terreno, lo vio de una forma diferente, una forma que nunca vio, preocupada, angustiada y para nada despreocúpate.
A los lejos, Elein oyó un grito desgarrador, grito que salía desde el pecho y a lo lejos pudo ver cómo ese chico cayó. Alertaron a los sentidos de Elein, lo miro, apretándose su chaqueta gracias a las temperaturas bajas, trató de ver su estado. Solo lo diferenciaba gracias a la mancha negra que dejó en todo el paisaje blanco.
El viento lanzaba ráfagas fuertes, nada podía tener una tranquilidad. Elein, estaba dudoso entre si ir o no, las manos le temblaban y su mente estaba confusa. Sin darse cuenta, ya estaba corriendo hacia el, saltando cada rama, cada piedra y cada pedazo de nieve que veía.
Entonces... El ya tenía un papel, cuál estaba ejecutando, un papel que cumpliría, tras avanzar el tiempo tal y como nosotros lo hacemos.
Elein grito, a ver si el chico respondía. Estaban solos, en un lugar cuya existencia pocos la visitaban. Elein, grito más fuerte, se trataba del chico que le a revuelto la mente por meses, del que tanto se había encariñado desde la distancia.
—¡Elein! —una voz reconocida al instante llega a los oídos de Elein.
Su padre lo había encontrado, poniéndose delante de este para bloquearle el camino. Su padre no era el tipo de persona gentil y agarra de la muñeca a Elein con gran grado de brusquedad.
—¡Tu madre, está preocupada por ti! —dijo su padre, ya arrastrándolo bosque adentro.
—¡Sueltame, drogadicto! —grito Elein a los cuatro vientos.
Elein, se preocupaba por la situación de su "amigo", quería ayudarlo. Se quejaba, daba golpes y pataleaba. Todo en vano. Lloraba... Cuál lágrimas caían como hermosos cristales por sus mejillas y su corazón chocaba fuerte con sus costillas.
Último recurso. No se pudo abstenerse y le mordió el gordo antebrazo a aquel que se hace llama padre, para salirse de su agarre. El padre reaccionó en el momento, poniendo su mano floja y estrellando la misma en la cara del infante. Poniéndole inconsciente.
Y el pensamiento antes de que todo se pusiera negro de Elein, fue: « Como es la crueldad de la gente, cuáles las mismas se dejan morir en una cama de hielo y roca.»