Vida de Perros

CAPITULO 3


 


 


 

Continua lloviendo, Juan y su esposa miran desde la ventana como se inunda el fondo. 


 

La lluvia es copiosa. El cielo no me da respiro. Espero ver una estrella hace días y solo veo un color gris plomizo.


 

Si  el agua no para, todo se inundará y moriré ahogado.


 

Mi vida se reduce a nada para ambos. En realidad , su vida se reduce a nada. No se aman. No disfrutan. Piensan en sobrevivir. Son pobres. Pero no solo en lo económico. Solo creen que si logran robar una hembra, podrán hacer un negocio conmigo.


 

Pero fracasaran. Casi seguro. Porque quieren todo ya y lo quieren de la peor manera, robando, aprovechándose de la gente y de los animales.


 

No creo que me vayan a soltar, y yo que pasé tantos días de sed, ahora solo tomo agua, porque es solo aquello que me sobra. 


 

Se notan mis huesos, no tengo casi comida, se fue enterrando en la tierra y no quedó nada. Rasgo el lodo y de vez en cuando encuentro algo para comer. O tal vez solo como lodo. Ni pasto ha quedado cerca mío. Estoy preparado para morir.


 

No tengo ninguna posibilidad de sobrevivir si sigo acá amarrado. 


 

Por cierto, el cuello me duele cada vez más. Creo que la soga lo está lastimando.


 

Ya no tengo nada porque vivir ni muchas chances para hacerlo, tampoco. 


 

A veces a través de las paredes del fondo,  se asomaba tímida y escapando de la mirada de Juan y su esposa, una chica muy joven  y me regalaba una sonrisa. Siempre con su teléfono en la mano. Pero es linda y tiene cara de buena. 


 

A veces la gente no sabe lo que nos regala, cuando nos obsequia una sonrisa. A mi ella me regalaba días de vida, días de fuerza, días de esperanza. 


 

Su sonrisa era el puente a la fantasía de una vida mejor.


 

Sin embargo, hasta ella dejó de interesarse en mi.  Hace días que no la veo. 


 

Llueve demasiado para que alguien piense en mirarme...


 

Estoy viendo algo por el costado. De refilón, sobre el lado izquierdo, se deja ver la luz de la cocina y los veo a ambos. Veo sus figuras. Escasamente, porque la lluvia y el ángulo de visión solo me permiten ver una parte de la situación. 


 

Creo que Juan y su esposa están enroscados en una discusión, se empujan. Pero él no la está golpeando como otras tantas veces. Se empujan como algo habitual, como cuando no se ponen de acuerdo.


 

Tal vez estarán discutiendo por cosas triviales.


 

De repente, sale Juan cubriéndose la cabeza y el cuerpo con un enorme tela plástica. Lleva también botas de lluvia. Sin mirarme, suelta la soga. Corro detrás de el. Tal vez, Juan cambió . Tal vez por un día tuvo sentimientos. Hoy me dejará dormir bajo techo. Hace días que me mojo. No voy a hacer mucho ruido, ni siquiera me moveré.


 

No.. Juan... que hace Juan? 


 

Acelera el paso, a último momento casi corre.Y cierra la puerta apresurado.


 

He quedado afuera. 


 

De repente la puerta se abre y nuevamente la tonta esperanza que siempre nos mantiene vivos. Podré entrar. No, solo una parte  de la enorme tela había quedado atascando la puerta. Ha solucionado el pequeño inconveniente. Se irá a dormir.  Y yo libre, pero encerrado entre las paredes del fondo, no tengo donde ir.




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