Una vez fui...
Mmm... No. Yo jamás he sido. Quisiera decir que he vivido la vida y logrado infinidad de cosas, pero no.
¿Mi nombre? Tampoco importa; pero a fines prácticos me llamo Ivette.
Creo que he caminado sin rumbo por lo menos unas cuatro horas, sin tener la menor idea de porque. Mis ojos están abiertos, pero ni siquiera soy consciente de mi entorno. Creo que estoy en una playa. Si. Es una playa.
Y al constatarlo me causa risa, porque mis pies están sumergidos en el agua y ni siquiera me había dado cuenta de eso.
Pero lo que si lograba recordar era esa llamada que comenzó todo.
Apenas se vislumbraban unos sutiles rayos de luz, que se colaban sin permiso en mi habitación, cuando el teléfono sonó.
Sin embargo mi pereza no me permitió contestar en seguida y el molesto timbrar persistió hasta que no pude más y me lleve la bocina del aparato a la oreja.
—¿Diga? —mi voz somnolienta inundó el silencio de mi cuarto.
— ¿Odette? Soy Nahim —al reconocer su voz me incorporé, vi el reloj en mi buró. Eran la 6:15 am.
Me extrañó de sobremanera que Nahim fuera quien estaba al otro lado de la línea, llevaba más de diez años sin saber de él.
—¿Nahim? ¿Nahim Valles? — le pregunté por compromiso, porque yo sabía que era él. Además que el nombre era inconfundible y poco común.
—Si... Soy yo. Necesito verte, debes regresar a Veracruz inmediatamente —mi mente se transportó en ese momento al lugar que me vio nacer. Había salido huyendo de una vida simple y vana, para enfrascarme en otra sin sentido, solo que muy lejos de los que alguna vez me conocieron.
El único que siempre supo dónde estaba, era precisamente Nahim, mi amigo de la infancia.
Jamás le pregunté como fue que dio conmigo, simplemente un día, me encontré una carta en mi buzón. De él claro, pidiéndome que regresara. Aunque jamás le contesté. Era más fácil ignorar todo, era más sencillo hacer como si nada pasara.
— Nahim, estoy en Reynosa, no puedo dejar el trabajo y salir corriendo solo porque tú lo pides. Además ¿Que chingados voy a hacer allá? —sé que fui grosera con él sin motivo alguno, pero ya era tarde para arrepentirme y dar vuelta atrás.
—Debes hacerlo. Es de vida o muerte —no voy a mentir diciendo que escuchar lo que me dijo, no provocó nada. Pero cuando vives intentando no sentir, te vuelves muy buena evadiendo y enterrando sentimientos. Cuando iba a colgarle, porque con seguridad pensaba hacerlo, agregó—. Levántate, ve a tu trabajo y presenta renuncia. Ve a la oficina del correo y recoge un paquete a tu nombre. Dentro encontrarás lo necesario para que viajes sin problemas. Y Odette... Hazlo -—terminó la llamada sin agregar nada más, pero yo me quedé con el auricular en posición, como si con esto fuera a lograr entender lo que Nahim pretendía.
Ese día me levanté con cierta pesadumbre y sin querer hacerlo, pero el sueño ya me había abandonado. Esperé sin hacer nada a que diera la hora de irme al trabajo. Siempre me manejaba en automático, la misma rutina, el mismo escenario. No quería salir de ello, eso significaba problemas y yo solo quería pasar mis días sumergida en el trabajo y en mi pequeño departamento. No salía, no hablaba con nadie, no tenía gustos particulares por nada, no sentía. Ni siquiera la comida me provocaba antojo, es más, ni siquiera le encontraba sabor. Vivía como anestesiada y me había costado mucho llegar a ese estado y no dar vuelta atrás a pensar en lo que me llevó ahí.
Llegué a la oficina con tiempo de sobra y me senté en el desabrido escritorio que a comparación con el de mis compañeros de trabajo, carecía de adornos, fotos... y de esencia para acabar pronto.
Me quedé observando la torre de papeles que había ordenado el día anterior y miré a mi alrededor. Por primera vez en mucho tiempo caí en cuenta de lo rutinario que me parecía todo, a pesar de que era lo que yo había buscado precisamente. Y ahora, el maldito de Nahim con su llamada, removió todo.
Había sacado de lugar un minúsculo retazo de vida, del que particularmente escapaba y con esto me hizo pensar.
"Es de vida o muerte." Recordé las palabras de Nahim. Suspiré para mí misma, con tal de enfundarme un poco de resignación ya que al salir de casa, tenía resuelto no hacer caso a lo que me pedía él, y ahora, sin saber porque estaba a punto de tirar al caño mi determinación.
Encendí la computadora y resolví redactar mi renuncia. La parte en mí que se revelaba, me gritaba cuan estúpida estaba siendo, pero aun así, mis dedos se deslizaron sobre el teclado, como haciendo caso omiso a mi voluntad. Sabía que esto tendría consecuencias adversas a mi modo de vida, pero aun así lo hice.
Más tarde, salí de la oficina de correos. Con un paquete en la mano que contenía un teléfono celular, una tarjeta de débito y un pasaje de avión para ese mismo día. Corrí a casa y guarde en una pequeña maleta lo indispensable para un par de días, que era lo que pretendía quedarme en Veracruz. Todo fue rápido, no me detuve a meditar en lo que estaba haciendo. Solo lo hice. Así, solo porque sí.
No quiero ni recordar lo traumático que fue para mí subirme por primera vez a un avión. Casi sufro un colapso nervioso en el despegue, pero conforme transcurrió el tiempo logré tranquilizarme para no llamar la atención.
Cuando pisé tierras veracruzanas, fue realmente lo más difícil, prefería mil viajes en avión o vivir el resto de mi vida montada en una montaña rusa, que haber vuelto a ese lugar.
Conforme caminaba, sentía que todo el mundo me observaba, cosa tonta por su puesto, ya que nadie me conocía.
Salí del aeropuerto y el bochornoso calor del puerto me golpeó. Esa brisa casi húmeda que se colaba por mis poros, me dio la bienvenida.
Estuve a punto de llamar un taxi cuando alguien se detuvo frente a mí.
Por un momento me quede eclipsada con la figura del hombre que tenía enfrente, tarde unos instantes en reconocer que se trataba de Nahim.
Diez años antes, cuando deje de verlo, ambos estábamos en los veinte años y ahora, a diferencia de aquel joven bien parecido que apenas había dejado la adolescencia, me encontraba frente a un hombre, joven sí, pero sus ojos ya reflejaban la sabiduría que ofrecen los años.
Él era alto, moreno de sol, ojos color café, no del café oscuro, como la mayoría tenemos. Sus ojos eran de un café profundo, de los que difícilmente podrías dejar de ver.
—Sabía que vendrías —aseguró satisfecho de sí mismo—¡Pero mírate! —continuo—, no has cambiado absolutamente nada.
Recibí su abrazo sin responderle y es que simplemente no podía decir más. Aunque él no tenía razón. Tal vez mi aspecto físico era igual, pero en mi interior, no quedaba nada de lo que había sido antes.
Y me refiero a lo que había sido, con el firme propósito de que se entienda que había sido un ‘que’ no un ‘quien’, a estas alturas ni siquiera me consideraba persona.
Nahim respetó mi silencio durante todo el trayecto a su casa. Permanecí, con la vista fija al tablero del auto, no quería mirar el paisaje, no quería recordar nada. Ya estaba completamente arrepentida de no haber pensado bien lo que hacía.
¿Porque le había hecho caso a Nahim?
Conforme avanzamos en el camino, comencé a percibir una incomodidad en la boca del estómago ¿angustia? No. No. Era lo que menos quería. ¡Por eso me había alejado de todo! Para no sentir nada.
Me removí en el asiento del auto, buscando la posición adecuada. Pero nada me satisfacía y es que la única verdad era lo que Veracruz significaba para mi, por eso había escapado y no podía creer que estúpidamente regrese ahí por voluntad propia.
¿Y qué significaba? Bueno, para empezar, representaba todo lo malo de mi. El lado oscuro que todos tenemos, pero que muy pocos sacamos a flote. Significaba los daños que cause a los que me querían, a quienes confiaron equivocadamente en mi. Y sinceramente, para resumir, era toda una mierda lo que había hecho.
—Todo va a estar bien —me dijo Nahim, mientras ponía su mano sobre la mía con la intención de tranquilizarme. En seguida alejé mi mano. Eso estaba sobrepasandome, había cometido un gran error en dejar Reynosa, era mi zona de confort.
No miento si digo que paso por mi mente la idea de abrir la puerta y salir del coche aunque estuviera en movimiento, pero aguante.
Cuando llegamos a nuestro destino, me aferre a mi mochila, mientras entraba en casa de Nahim.
Todo se veía ordenado, pulcro, sin motas de polvo. Era una casa enorme que perteneció a sus padres y a pesar del tiempo que había transcurrido, no era perceptible ningún cambio. Sabía que si me decidía salir al patio trasero, me encontraría con los columpios y la vieja resbaladilla en donde jugamos cuando niños, Nahim, su hermana Gloria y yo.
Me fui para la sala y dejé caer mi mochila en uno de los sillones rústicos. El único cambio que note, fue una pantalla de plasma empotrada en la pared y me llamaron la atención los portarretratos que había en una repisa larga, bajo la televisión, así que me acerque.
En medio, casi como un recordatorio a mis pecados, estaba la foto de Gloria. Observe la sonrisa sincera que ofrecía hacia la cámara. Junto, estaba una foto de nosotros tres, cuando éramos adolescentes. Estábamos abrazados y yo me veía feliz, lo que hizo más difícil reconocerme en esa niña de ojos claros y tez blanca, demasiado delgaducha y con el cabello largo, sumamente lacio, y que sonreía como si la vida fuera maravillosa.
Tomé la foto y la puse boca abajo para dejar de verla.
Continúe a la siguiente foto; Nahim, junto a una joven mujer morena y bella, cargaban un pequeño bebé.
—¿Que es esta cosa? —hablé por primera vez, mientras tomaba el portarretrato, para observarlo a detalle.
— Esa cosa... — Nahim tomó la fotografía de mi mano y la acomodó en su lugar—Es mi familia. Mi esposa e hija —explicó.
—¿Eres casado? —negó con la cabeza —¿Divorciado? —insistí a lo que él volvió a negar.
—Viudo —contestó sin dejar de ver la imagen—Ella... —acarició la foto, donde estaba el pequeño bulto que era el bebé—Se llama Gloria, en honor a mi hermana. Cumplirá siete años el próximo mes. Ahora esta con sus abuelos maternos durante las vacaciones escolares —demostré poco interés a su explicación y me di vuelta, para darle la espalda, haciendo como que quería sacar algo de la mochila.
—Vamos a comer algo, debes estar hambrienta —dijo, mientras tomaba mi mano, sin hacer caso de mi resistencia para que me soltara.
Puso la mesa y me invitó a sentar, pero me quedé de pie observándolo.
—¿Qué es lo que pretendes Nahim? ¿Para qué me llamaste? —pregunté para acabar más rápido con esa absurda situación y largarme. Él dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme algo fastidiado.
—Siéntate, come y después hablamos. —ordenó.
Ese después hablamos, duró aproximadamente cuatro días, en los que cada vez que sacaba el tema, Nahim salía con evasivas extraordinarias para evitar contestar.
El día cinco preparé mi mochila, dispuesta a salir de la casa. Aprovecharía la madrugada para que él no se diera cuenta.
Salí de la casa en silencio. Caminaría todo el trayecto hasta el autobús, pero lo importante era salir de ahí y regresar a mi tranquilidad. Estar ahí, solo me provocaba angustia y no podía lidiar con eso.
Con lo no contaba, era que Nahim estaba justamente tras la puerta. Cuando me vio salir, se cruzó de brazos mirándome acusadoramente. —¿A dónde vas? —preguntó mientras me quitaba la mochila del hombro y abría la puerta, para hacerme entrar nuevamente.
—¿Eres un maldito espía? ¿cómo sabias que iba a salir? —respondí enojada. Un sentimiento más a flote. Eso no era bueno.
—Se te olvida que te conozco y muy bien, para tu desgracia.
—Me mantienes aquí con pretextos estúpidos y no dices más, así que me voy, no tengo absolutamente nada que hacer aquí.
—Si tienes. ¿Recuerdas qué día es hoy? —lo pensé un momento, mientras meditaba en el gesto de molestia en su rostro.
—¿Martes? — dije insegura. Nahim rodó los ojos.
— Martes 19 de abril —corrigió. Si él pretendía agregar un sentimiento más a la lista, lo logró, porque inmediatamente sentí miedo.
—Debo irme. Lo que pretendas hacer, no quiero — Intente arrebatarle la mochila sin éxito.
— No es que quieras Odette, es algo que tienes que enfrentar. Ven, vamos. — Me arrastro fácilmente hacia las escaleras. Atravesamos el pasillo, que llevaba a la habitación del fondo y abrió, me metió en ella y cerró la puerta detrás de nosotros.
Me había dado vuelta hacia la puerta para no ver más. — Mira. ¡DA LA VUELTA Y MIRA! — Exigió. Negué. — ¿Querías que te dijera lo que sucedía? Bien, hoy hace diez años, escapaste como una cobarde, ni siquiera te atreviste a enfrentar lo que en su momento creías haber provocado. Ahora te ofrezco la oportunidad de que te enmiendes, conmigo... Y con Gloria. — Lo miré suplicante, pero él no cambió su posición frente a la puerta.
Lentamente fui dando vuelta, para encontrarme con la habitación de Gloria. Todo estaba igual. Parecía que en esa casa el tiempo se había detenido para cuando yo volviera, me reencontrara con mi pasado.
Me abracé a mí misma. No podía moverme. Me parecía ver como Gloria estaba en el suelo de la habitación convulsionando mientras parecía que de su boca salia una especie de espuma blanca.
Ese día, yo había robado dinero del negocio de mis padres y como la irresponsable que era, arrastre a mi amiga a la embriaguez, como usualmente lo hacía. Pero ese día, tenía un propósito diferente. Mientras fingía beber a la par de ella, esperaba que se emborrachara lo suficiente, solo para divertirme, solo para demostrar algo que no tenía sentido y mientras ella estaba perdida de borracha, me colé a la habitación de Nahim, pretendiendo seducirlo. Aunque funcionó con él, mi amiga fue quien pagó por mis culpas. — Gloria quiere verte. — Agregó Nahim. — Ha estado algo asertiva estos últimos días y pregunta mucho por ti.
La sobredosis de alcohol, combinada con alguna sustancia que Gloria ingirió ese día... Nunca supe que ella consumía drogas, jamás lo supe. Eso la llevo al borde de la muerte. Pero aunque sobrevivió, su cerebro quedó dañado por falta de oxigenación y vive atrapada en constantes alucinaciones que la mantienen alejada de la realidad.
— No... No puedo hacerlo.
— ¿Porque? ¿Qué es lo que pierdes? Está enferma, necesita verte y yo me voy a encargar de que eso suceda.
—No me puedes obligar. ¡Es más! ¡ Ni siquiera sé porque estoy aquí! Debí, debí quedarme en Reynosa y...
— ¡¿Y seguir tu patética vida sin sentido?! ¿Seguir negándote y evitar las consecuencias de lo que pasó? ¿Tu crees que yo no siento culpas? Odette... —me tomó de ambos brazos— Mi hermana se estaba muriendo, mientras tú y yo... —no termino de hablar.
Recordar y estar justo en esa habitación, estaba abriendo un abismo en mi pecho. Mi corazón comenzó a latir dolorosamente, trayendo consigo un remolino de emociones con cada latido y eso, eso justamente era lo que yo no estaba dispuesta a aceptar. Me había alejado de lo que yo era. De la escoria que había sido para mi propia familia incluso y todo esto sin ningún motivo. Yo era así, solo porque quería, porque no medía las consecuencias de mi actos, porque era irreverente, irresponsable, rebelde. Todo lo bueno me parecía ordinario. Tuve todo, nada me falto, pero no me era suficiente.
Yo quería comerme al mundo, pero después de lo que pasó, lo único que hice fue desaparecer y pasar desapercibida, ser invisible. Olvidar.
Pero Nahim me había arrastrado de nuevo al infierno que yo misma provoqué y eso no se lo iba a perdonar.
—La pasamos bien ¿No es así? — se sorprendió con desagrado al escucharme—¿No me digas que no lo disfrutaste? ¿No te encantó ser el primero? ¿O no recuerdas que en su momento te valió que Gloria estuviera tomada con tal de acostarte conmigo? —me solté de su agarre antes de que se recompusiera de su asombro y salí de la habitación. Tome la mochila del suelo de la sala y salí de la casa con paso decidido. Con el firme propósito de regresar a mi vida y olvidarlo todo.
Caminé alrededor de un kilómetro y me senté a descansar en una enorme roca que yacía en el camino. Estaba cerca de la zona de los mercados y aunque pude perfectamente abordar un taxi preferí caminar. Mala idea, porque eso me permitió pensar, incluso caí en cuenta, que estaba a solo unas cuadras de la casa de mis padres, pero no iba a ir por ahí.
—¿Que me está pasando? —me dije a mi misma, mientras ponía una mano sobre mi pecho y masajeaba intentando despejar la angustia. Había pasado de no sentir a sentir tanto que me daba miedo. ¿Podría sufrir un infarto por todo lo que estaba experimentando? Y a parte de todo eso, distingui otra cosa. Necesidad de algo, pero no sabia de que y seguí las siguientes horas, sumergida en todas esas emociones tan nuevas para mi.