Lucy
Agh, ya no quería que fuera hoy. Sé que ayer dije que quería que fuera hoy, pero ya no. Me dolía el estómago, había comido demasiada pizza anoche y era mi segundo día de periodo, estaba sufriendo en vida.
-Lucy ¿ya despertaste? -escuché tras la puerta después de unos leves toques. Ese era Rubén, era el único que no azotaba la puerta para despertarme.
-no. -gruñí y me retorcí en la cama. Escuché como abría la puerta y entraba.
-¿te encuentras bien?
-no. -hice puchero mientras lo volteaba a ver. Él se acercó y se sentó en la orilla de la cama y me colocó una mano en la frente.
-No tienes fiebre.
-no, pero me duele el estómago.
-te lo advertí, te dije que mucha pizza era mala.
-Es que tenía mucha hambre.
-sí, lo noté mientras devoraban un trozo por minuto. -rio y se levantó. -te daré algo y si no te sientes mejor dentro de los próximos treinta minutos, te escribiré una excusa para que faltes. -dijo y asentí. Dejó un beso en mi cabeza y se retiró a traerme algo. Rubén era más como si fuera mi papá que mi hermano y me gustaba que la cosa fuera así porque era la consentida de la casa.
Desgraciadamente que Rubén fuera como mi papá, a veces traía desventajas. Me conocía muy bien y sabía cuándo mentía. Me empecé a sentir mejor después de un rato de haberme tomado unas pastillas, pero le dije que no había mejorado porque quería esa excusa de falta. Pero aquí estaba; frente a esta prisión llamada colegio.
-¡Lucy! -escuché los chillidos de mi mejor amiga. Me volteé hacia ella y la vi bajando del auto de su primo Chris. Este me saludó con un gesto de mano a través de la ventana. Yo le devolví el gesto y arrancó.
-Hola. -le sonreí un poco mientras ella se acercaba y me abrazaba eufóricamente.
-Hoy andas de mejor humor que ayer. -dijo y se separó de mí.
-sí, aunque casi obtengo una excusa para faltar.
-Rubén te descubrió ¿verdad? -asentí y suspiré. -es imposible engañarlo y lo sabes, no sé ni porqué lo intentas.
-sí, pero es que en realidad no quería venir hoy.
-Ahora solo te toca sobrevivir. -se encogió de hombros y entrelazó su brazo con el mío para adentrarnos al edificio. -Estoy emocionada por hoy después de clases ¡ya quiero ir de compras! -chilló con emoción.
-Yo también, tengo suerte que mamá me prestó una de sus tarjetas de crédito que dejó en casa, aunque claro, me dio un límite de gastos, pero pienso aprovecharlo. -sonreí.
-pero bueno, hablando de después de clases, Theo estuvo preguntando por ti toda la tarde.
-agh, es cierto, lo dejé plantado cuando me vinieron a recoger.
-dicen que estuvo en la entrada por horas esperándote, pobre chico, deberías darle una oportunidad. Está loquito por ti.
-ya, no inventes. -Rodé los ojos y me detuve en mi casillero.
-¿Quién está loquito por ti? -escuché la voz de Tomás a mis espaldas. Cerré los ojos y maldije mentalmente; nos había escuchado hablar. No sé qué le diría. Si le dijera la verdad del chico, iría y lo mataría. No quería eso. Me volteé lentamente y observé como me fulminaba con la mirada mientras sus brazos estaban cruzados. Volteé a ver a mi mejor amiga en busca de ayuda. Ella asintió entendiendo mi mirada y se volteó hacia mi hermano.
-Hola Tomy. -lo saludó con el tono más dulce del mundo. Exactamente eso era lo que quería.
-ah, hola Tere. -respondió mi hermano con una sonrisa boba. A veces era bueno que mi hermano estuviera tan bobamente enamorado de mi mejor amiga porque se le olvidaba de todo en cuanto la veía y le hablaba.
-Oye Tomy, había algo te quería preguntar, ya que estás aquí. -algo coqueta se acercó a él. Noté como Tomás se empezó a poner algo nervioso. Esto era algo que solo Tere causaba en él. La verdad es que era muy divertido verlo en ese estado; se ponía muy torpe y era más gracioso con su cara de bobo.
-sí, lo que sea.
-espera... creo que olvidé lo que te iba a preguntar, si lo recuerdo te digo. -dijo y rio. Mi hermano suspiró y asintió algo decepcionado. Supongo que pensó que le iba a pedir que salieran o algo, pero no creía que eso fuera a pasar.
-Ya puedes irte lacayo. -le pedí, cerrando mi casillero después de sacar mis cosas.
-te dije que no soy tu lacayo.
-Sí que lo eres, vamos Tere. -observé como me fulminó con la mirada mientras me retiraba junto a la rubia. Esta se despidió y nos fuimos de ahí.
-espera, olvidé algo en mi casillero. Adelántate Lucy, llegaré a clase en un momento. -me avisó Tere retirándose de vuelta a su casillero. Fruncí los labios mientras la veía irse casi corriendo e hice lo que dijo y entré al salón de filosofía. Aún no había nadie y agradecía eso, necesitaba repasar lo de ayer para entender lo de hoy, ya que no puse absolutamente nada de atención.
Tomé asiento en mi puesto y saqué las notas que Tere me prestó para copiarlas y los ojeé un poco hasta que escuché unas voces que entraban al salón. Levanté la mirada y vi a algunos chicos entrar. Entre ellos, Theo. Este se acercó a mí con una sonrisa. Agh, la vida me odiaba. De verdad que no quería lidiar con él en estos momentos.
-Hola Lucy. -sonrió mostrando su perfecta dentadura blanca. Blanqueamiento y frenillos en el pasado; estaba más que claro.
-ah, hola Theo. -saludé por cortesía mientras acomodaba los apuntes sobre mi mesa.
-¿puedo sentarme un momento? -dijo señalando el puesto a mi lado. Yo volteé a ver al asiento vacío en donde Tere siempre estaba y lo pensé unos segundos. Dijo "un momento" así que supongo que se iría pronto.
-em... claro. -accedí y se sentó.
-Noté que estás de mejor humor hoy. -dijo y rio. Todos me habían dicho lo mismo hoy.
-sí, es que dormí mal y me dolía la cabeza, normal un lunes ¿no? -me encogí de hombros.
-sí, supongo, los lunes no son los mejores días de la semana. -sonrió de lado. -por cierto... Quería hablarte ayer.
-ah... eso. -nerviosa llevé mi mirada hacia mis manos y empecé a jugar con la pulsera con mi inicial que alguna vez Tere me regaló.