Lucy
-¡AHH! -empezó a chillar Tere a mi lado después de contarle lo que había pasado con Theo. Tapé mis oídos con ambas manos antes de que me rompiera los tímpanos. Estaba exagerando. -¡Tienes que aceptar ir!
-Cállate, Tere o todos se van a enterar. -le grité en un susurro. Estábamos en medio del pasillo y solo le terminé de decir todo, empezó a chillar. Muchos se voltearon a verla, otros la ignoraron porque sabían cómo era ella.
-perdona, es que me emocioné. -Rio apenada. -¿Qué le dijiste?
-que lo iba a pensar... creo que le diré que no. -confesé haciendo una mueca.
-¿Qué? ¿Por qué? -hizo puchero. Ya sabía lo que trataba de hacer, pero no caería en su trampa. No me dejaría convencer de ir a una cita con él.
-No me gusta y no quiero crearle falsas esperanzas, así que lo que sea que hagas, no me hará cambiar de opinión. -abrí mi casillero y recordé algo. Todavía faltaban unos minutos para que el almuerzo acabara. Rápidamente tomé mis cosas y corrí a la cafetería después de gritarle a Tere que me esperara en el salón. Justo al llegar a la entrada de la cafetería, lo encontré saliendo del lugar.
-Al fin te encontré. -me dijo al verme.
-Solo vengo porque quiero mis créditos extras para la nota final y por suerte estás aquí, vámonos que llegaremos tarde a clase. -le dije a Nicolás empezando a caminar para el salón de matemáticas. Él me empezó a seguir a paso apresurado porque la clase estaba al otro lado del edificio y tan solo teníamos dos minutos para llegar.
-espérate un poco correcaminos que no hay ningún coyote siguiéndote. -bromeó.
-Tus bromitas no son graciosas. -bufé. -tú solo camina que no tenemos mucho tiempo, pero tenemos mucho que caminar. -Rodé los ojos. Otra vez su presencia me irritaba.
-bueno, dejaré de hacerlas porque al parecer te ponen de mal humor y una chica de mal humor es peor que un león con hambre.
-qué bueno que te diste cuenta antes de que tomara unas tijeras y te cortara las cuerdas vocales para que te callaras. -me volteé hacia él para fulminarlo con la mirada y seguí mi camino. Escuché como río a mi lado para luego tener un corto, pero silencioso camino hasta llegar justo a tiempo al salón. El timbre sonó y tenía que tomar asiento.
-Hola amargada. -me saludó Tomás quien estaba sentado al lado de Tere. En mi asiento.
-¿Qué rayos haces aquí? -fruncí el ceño. Tomás y yo no compartimos ninguna clase, teníamos horarios completamente diferentes (yo me encargué de que así fuera).
-Mi maestra de matemáticas está embarazada y le surgieron complicaciones, le dieron receso hasta que tenga su bebé y ya que no hay reemplazo, los de mi sección estarán aquí durante unos días. -explicó brevemente y se encogió de hombros.
-agh, lo que me faltaba. -murmuré molesta y me crucé de brazos. -Ahora levántate que éste es mi asiento.
-Señorita Roberts, tome asiento. -escuché al profesor cascarrabias a mi espalda.
-pero este es mi asiento. -me quejé señalando a mi fastidioso hermano.
-No me importa, siéntese. -dijo entre dientes. Ahogué un par de insultos porque no quería ir a detención y busqué un asiento vacío. El único asiento libre estaba al lado de Nicolás. No me quedaba de otra.
El resto de la clase pasó lenta y mucho más que eso. Durante la hora tan solo estábamos repasando los temas que íbamos a hacer en el examen, así que no presté mucha atención.
Noté durante toda la hora como Tomás le coqueteaba descaradamente a mi mejor amiga. Era un maldito aprovechado; sólo por eso se había sentado ahí. Si tan solo me hubiera salido con la mía al hacerlo levantarse, pero no, el maldito cascarrabias del profesor no me dejó hacerlo. En serio odiaba ese hombre. Aunque creo que la palabra "odiar" era algo fuerte, pero era lo que sentía con respecto a él.
***
Caminé hacia los vestidores, tenía que ponerme mi ropa de educación física y agh, no quería ir, pero no tenía otra elección. No podía faltar a ninguna clase de la semana si quería recuperar los puntos de ayer. Por lo menos era mi última hora de clases y por fin podría irme a casa de nuevo, aunque hoy iríamos al spa con Tere... así que mejor. Me podría relajar mientras me mimaban las masajistas.
Después de unos minutos, salí al patio junto con los demás. La profesora aún no llegaba, así que me senté con las piernas cruzadas sobre el pasto a esperar. Observé el suelo mientras pensaba en mis cosas hasta que sentí una presencia colocarse a mi lado. Levanté la mirada y observé a Nicolás.
-y tú ¿qué? -arqueé una ceja, viéndolo.
-Solo me senté, no te enojes. -levantó los brazos pidiendo paz. Rodé los ojos.
-¿Qué tienes por andar siempre detrás de mí? -lo fulminé con la mirada.
-En primer lugar, ando atrás de ti porque eres mi supuesta guía y en segundo lugar, no conozco a nadie más en este colegio. -explicó encogiéndose de hombros mientras mantenía una cara neutra.
-pues ve y haz amigos, yo que sé, no me agrada ser perseguida. -Volteé a ver hacia el suelo de nuevo para seguir pensando.
-a mí me agradas, aunque me trates como un cualquiera y parezca que me odies. -dijo y escuché como río. Volteé a verlo con el ceño fruncido. ¿Acaso dijo que le agradaba?
-¿de verdad te agrado? -arqueé una ceja.
-La verdad que sí. -pensó unos segundos mientras fruncía el ceño. -además eres la única chica que no ha intentado coquetear conmigo. Con respecto a chicos, no he cruzado palabra con ninguno por el momento.
-y ¿eso es lo que hace que te agrade?
-También porque... no sé, me parece interesante. -explicó y vio hacia el frente mientras estiraba sus piernas y se sostenía de atrás con sus brazos.
-¿yo? ¿Interesante? -bufé. -puedo ser de todo menos interesante. -reí con sarcasmo. Él me volteó a ver de nuevo.
-Para mí sí que lo pareces.