Lucy
El sábado llegó más rápido de lo pensado. Hoy era la fiesta de Tomás y yo estaba en casa de Tere arreglándome para irnos. Mi mejor amiga podía llegar a ser muy insistente y convincente. Yo no quería arreglarme mucho, con una camiseta, un jean y mis tenis estaría bien, pero me encontraba con un vestido, tacones, y maquillada por Tere. No sabía cómo rayos hacía ella para siempre convencerme de hacer cosas que no quiero. Aunque siempre había sus excepciones como la de Theo.
-¡te ves el doble de bonita que yo! Sólo mírate. -me halagó Tere detrás de mí mientras yo me veía en su espejo de cuerpo completo que estaba en su habitación.
-No lo sé, me siento rara. -Contemplé el corto vestido rojo que andaba puesto. No era tan corto, pero me sentía algo insegura con él. No soy para nada de usar ropa corta a excepción de los shorts. Esto es otro nivel para mí.
Me quedaba ajustado en la cintura y la falda plisada se veía bien, aunque no era mucho mi estilo. Los tacones eran negros y muy altos para mi gusto, aunque podía caminar con ellos al menos. La plataforma gruesa y varias correas hacían más fácil el andar y me gustaba el estilo. Pero igual me sentía muy exagerada.
-deja de quejarte, te ves increíble. Harás babear a más de un chico vestida así. -me volteé a verla. Ésta se colocó sus tacones también y se admiró al espejo mientras alisaba su vestido verde con las manos. También se veía muy bonita.
-Sabes muy bien que no quería impresionar a nadie, solo voy por compromiso y porque es en mi casa. -me crucé de brazos sentándome en su cama.
-ay vamos, ¿dejarás de ser pesimista algún día de tu vida? -se cruzó de brazos frente a mí. Rodé los ojos y me levanté de ahí.
-Mejor vámonos, se nos hace tarde. -Me levanté y tomé mis cosas. Tere rápidamente se terminó de arreglar el labial y tomó su bolso junto al regalo que le ayudé a elegir para mi hermano. Era una camiseta de su banda favorita. Sabía que le encantaría.
Mi casa estaba rodeada de mucha, más bien, demasiada gente en cuanto llegamos. Creí que solo vendrían algunos de sus compañeros y otros amigos más, pero había el doble de gente de la que pensaba que habría. Esto no me gustaba mucho como se veía. Teníamos suerte de que mis papás no estuvieran en la ciudad. De lo contrario, al menos mamá se habría vuelto loca.
Entramos a la casa, habían unas cuantas personas, no tantas como afuera, pero solo esperaba haber dejado mi habitación cerrada con llave porque si alguien llegaba a entrar, mataba a Tomás.
-¡chicas! Llegaron. -habló Rubén acercándose a nosotras. -se ven muy bien.
-Tú no te quedas atrás Rubén. -Tere respondió admirando su atuendo. Llevaba una camisa manga larga azul marino de botones, remangada hasta los codos, un pantalón negro y tenis negros. Muy casual e informal; perfecto para la ocasión.
>>¿sabes dónde está Tomás? -le preguntó la rubia. -quiero ir a darle su regalo.
-creo que lo vi en la cocina. -nos avisó. -estaré en el patio si me necesitan. -ambas le sonreímos y nos dirigimos a la cocina. Desafortunadamente ahí no estaba Tomás. Seguramente estaba en el patio ya que en sí, ahí era la fiesta. Aunque algunas personas se encontraban dentro de la casa por alguna razón aparente.
Por suerte el patio estaba lleno de caras conocidas, aunque no a muchos los conocía de nombre, ya los había visto. Aunque aún me preguntaba por qué había tanta gente en frente de la casa.
-Miren quienes llegaron. -Tomás fue el primero en vernos en cuanto salimos. Les dijo algo más a sus amigos y se acercó a nosotras. -Lucy, te ves muy... niña. -lo fulminé con la mirada mientras me cruzaba de brazos. -y Tere, te ves tan Tere.
-¿Me veo muy Tere? -preguntó mi mejor amiga frunciendo el ceño.
-sí, muy bonita como siempre. -Rodé los ojos y fijé mi vista en la mesa de bocadillos. Me acerqué a ella como si una fuerza magnética me atrajera y tomé un plato plástico para empezar a llenarlo de frituras, fresas que cubrí con chocolate en la pequeña fuente rentada y demás cosas.
-Tan delgada y tan comelona. -escuché a mis espaldas. Me volteé a ver a Nicolás y lo fulminé con la mirada. Terminé de masticar el malvavisco de mi boca y lo tragué antes de hablar.
-Tú déjame y aléjate. -me volteé de nuevo hacia la mesa y tomé un vaso para llenarlo de refresco. Solo tenía una mano libre ya que en la otra traía mi plato y no quería dejarlo en la mesa y que alguien más viniera y se lo robara.
-te ayudo. -se ofreció mi acosador que últimamente no me acosaba tanto.
-no necesito de tu ayuda. -traté de servir el refresco, pero se me hacía imposible.
-¿ahora si necesitas ayuda? -preguntó arqueando una ceja. Resoplé rendida.
-está bien. -gruñí y lo dejé llenar mi vaso. Él tomó otro vaso y lo rellenó también.
-Tienen una gran casa. -dijo después de darle un trago a su bebida.
-lo sé, somos siete personas y cuando están mis padres somos casi diez, así que creo que es por eso. -dije en un cierto tono obvio.
-sí, lo sé y por cierto ¿con quién dejaron a los gemelos?
-con la vecina, ella siempre los cuida cuando nosotros estamos ocupados y... -pausé por un momento después de analizar algo. -espera, ¿cómo sabes que tengo hermanos gemelos?
-Ayer después de que te fueras de la fiesta, Tomás me invitó un rato a entrar a la casa, ya que vino por un traje de baño porque a los del equipo se les ocurrió ir a casa de otro por piscina, también me prestó algo de ropa. El punto es que uno de los niños se despertó y me vio, hablamos un rato y me dijo que tenía un gemelo. -explicó encogiéndose de hombros.
-ah, apuesto que fue Dylan. Él tiene el sueño muy ligero. -dije y comí una fresa de mi plato.
-sí, creo que así se llamaba, su hermano y él tienen nombres muy parecidos. -dijo e hizo una mueca confusa. Me reí por eso.
-dile eso a mis papás, ellos eligieron los nombres. -reí de nuevo.