Tere
Ya todos estaban dormidos. La mayoría de invitados se habían quedado a dormir. Me refiero mayoría cuando digo que son los hermanos Roberts. Era tradición de todos los años quedarte en la casa del cumpleañero después de la fiesta o celebración. Era algo así como un pacto que habíamos hecho de pequeños y seguía después de varios años. Eso pasaba cuando conocías a una gran familia desde pequeña.
En sí, la velada había sido llena de variedad de cosas, que derivan desde carcajadas hasta ataques de celos por parte de Lucy cuando alguna de las trillizas coqueteaba descaradamente (como era costumbre) con uno de sus hermanos. Nicolás fue parte del drama cuando notaron su presencia, esas niñas apenas tenían quince, pero actuaban como si tuvieran el doble de su edad.
Bueno, no me había molestado (hasta ahora) el hecho de que se comportaran así con los hermanos de Lucy, como ya dije, siempre hacían lo mismo cuando venían de visita y estaba alguno presente. Esta vez había sido diferente. No me había gustado en lo absoluto la manera en que coqueteaban con uno de los hermanos mayores: Tomás. Por alguna razón quería mantenerlas alejadas de él.
Sentí un gran alivio en el pecho cuando se fueron de la casa y ahora podía descansar tranquila, pero la luna llena afuera me llamaba.
Lucy se encontraba en mi cama completamente dormida. Yo estaba en la ventana admirando el cielo pintado con miles y millones de estrellas mientras la luz de la luna bañaba la ciudad completa. Normalmente Chris y yo veíamos esto a estas horas, a ambos nos encantaban las estrellas, pero dudaba que esta noche quisiera despertar después de haberme ayudado tanto en organizar mi celebración diecisiete.
Sonreí ligeramente y corrí al lado de mi cama a buscar mis sandalias. Luego con precaución, salí de la habitación y bajé las escaleras hasta el salón principal en donde los chicos dormían dentro de sus sacos de dormir. Eran casi las dos de la mañana y como era de esperarse, todos estaban dormidos menos la persona que estaba buscando. Él se encontraba con los audífonos puestos, sus ojos cerrados y sus dedos en el pecho al ritmo de la canción que sonaba. Sabía que él padecía de insomnio a veces y por eso escuchaba música ya que eso lo tranquilizaba.
Me acerqué a él, me coloqué en cuclillas y lo sacudí levemente. Él de inmediato abrió los ojos y me observó un tanto sorprendido.
-ven. -le pedí esperanzada que me hubiera escuchado. Efectivamente fue así ya que llegó atrás de mí luego de un rato. Me senté en el frío césped y lo observé.
-¿qué pasó? -me preguntó sentándose a mi lado.
-Nada, solo me gusta salir a estas horas para admirar las estrellas. -dije observando el cielo. Noté de reojo como él llevaba su mirada al punto donde yo también veía.
-Entonces... no quisiste venir sola.
-no. -confesé. -Chris siempre es el que ve las estrellas conmigo cuando no puedo dormir y hay luna llena, pero no quise molestarlo hoy. Seguramente está cansado, así que sí, no quería venir sola.
-¿Por qué me trajiste a mí y no a Lucy? -preguntó fijando su mirada en mí directamente.
-Porque ya sabes cómo es ella cuando la despiertan. -reí. -Además recordé tu insomnio y dije... ¿por qué no? -respondí y lo observé también. Él sonrió de lado y observó nuevamente el cielo.
Luego de un rato en silencio, un leve escalofrío cruzó por mi espalda cuando sentí una corriente de aire. Mi pijama de tirantes no ayudaba mucho para cubrirme, así que me abracé a mí misma tratando de recuperar la temperatura de mi cuerpo. Sentí algo caer sobre mis hombros, observé hacia abajo y vi una chaqueta para luego observar a Tomás.
-no deberías salir a estas horas con un pijama tan descubierto.
-lo sé, es solo que no pensé que haría tanto frío. Aunque... ¿estás seguro que no te dará frío ahora?
-no, tranquila, puedo soportarlo. Estoy bien. No está tan frío como para congelarse. Déjate la chaqueta. -insistió, pero no podía dejarlo así. Por eso, tomé un lado de la ancha chaqueta y se la lancé al hombro, tuve que acercarme a él hasta que nuestras piernas y hombros chocaron para que alcanzara por lo menos la mitad de su espalda. Noté su mirada clavada en mí, sonreí ligeramente y me acerqué un poco más para así cubrirlo.
No me importó estar así de cerca, no me incomodaba porque lo conocía desde hacía bastante y lo suficiente como para saber que no haría nada malo. Lo único que hizo fue rodear mis hombros con su brazo abrazándome ligeramente. Sonreí y observé el cielo, noté que él también lo hizo y así permanecimos largos minutos. Apoyé mi cabeza en su hombro, me sentía muy cómoda a su lado.
Terminamos acostados sobre el frío pasto, admirando la increíble noche estrellada. Todo se volvió muy acogedor, como si estuviera con Chris. No hablamos mucho, pero el silencio era suficiente para ambos, o por lo menos eso pensaba y sentía yo en estos momentos.
Llegó un momento en que los ojos me comenzaron a pesar del cansancio. No pude evitar irlos cerrando de a poco hasta casi quedarme dormida.
-Oye, creo que ya es hora de que volvamos adentro. -me dijo suavemente mientras apartaba un mechón de cabello que estaba sobre mi nariz. - Es tarde y mañana tendrás muchas ojeras.
Abrí los ojos y lo vi. Su sonrisa fue lo primero que pude observar. Sus rosados labios apenas dejaban ver la perfecta dentadura blanca que se escondía detrás. Lo sentí acercarse a mi rostro, sentí su aliento muy cerca de mí y por unos pequeños fragmentos de segundo quise que se acercara más. Quería que sus labios hicieran contacto con los míos, mi cerebro pensó que lo haría ya que su cercanía era mucha.
Sin embargo, mi mente me engañó y no me besó. No besó mis labios, sino, mi frente. Me decepcioné un poco, pero no desaproveché la oportunidad de sentir sus labios contra mi piel. Fue algo corto, pero lo suficiente para querer que se repitiera.