Diario: Primera expedición.

Recuerdo que la primera vez que salí de mi departamento, había decidido salir de día para aprovechar la poca luz que entraba por las ventanas. Mis piernas me temblaban como a un corderito recién nacido, estaba haciendo tanta presión a mi “arma” que mis nudillos se habían puesto muy blancos, más de lo que ya eran. Mis sentidos estaban tan activados que el menor sonido me hacía saltar espantado, pero a pesar de todo, lo único que tenía en mi mente era la idea de resistir, de que iría a por comida, que la encontraría y que volvería sano y salvo a mi cómodo departamento. En ese momento pensar positivo era mi único alivio.

Miré a ambos lados del largo pasillo, como ya no había energía eléctrica, tuve que sacar una de las linternas de la mochila para poder guiar mi camino un poco, muy lentamente caminé en dirección al departamento adyacente de mi derecha. Todo era silencioso, era tanto el silencio que mi respiración alterada retumbaba por todo el lugar, miraba en todas direcciones esperando inconscientemente encontrarme con alguna de esas cosas en cualquier momento. Al llegar al antiguo hogar de mis vecinos tomé el pomo de la puerta y lo giré despacio.

−Cerrado− susurré para mí mismo en un acto de auto compasión.

Seguí mi recorrido hasta poder encontrar alguno de los apartamentos abiertos, porque si intentaba abrir una de las cerraduras a la fuerza, sería tanto el estruendo que podría llamar la atención de alguien o de algo. Las paredes estaban manchadas de sangre en cada sector al que miraras, por lo que podía ver había algunos cuerpos en descomposición tirados y repartidos por el pasillo. Luego de lo que para mí fueron horas, aunque tan solo hayan sido minutos, encontré un lugar abierto. Empujé con cuidado la puerta mirando poco a poco el interior, me quedé unos segundos en la puerta rezando para que no hubiera nada adentro. Cuando ya estaba seguro de que nadie me atacaría entre con cuidado mirando muy bien en donde ponía mis pies. Ya dentro un gran debate mental me surgió… ¿Debería cerrar la puerta o dejarla abierta? Un lado de mi subconsciente me pedía a gritos que la cerrara, que quizás algún zombi podría entrar mientras reviso el lugar, pero, la otra mitad de mi cabeza me exigía que la dejara abierta para poder huir si fuera necesario, porque no conocía el lugar en el que estaba ni quien podría estar dentro. ¿Qué demonios tengo que hacer? En una decisión apresurada decidí mantener la puerta abierta, para poder huir si fuera necesario, aunque algo llegue a entrar, tendría la opción de esconderme en alguna de las habitaciones. Sin mucha seguridad entré hasta la sala, al parecer estaba todo en su lugar excepto por algunas sillas que se encontraban en el piso. Lo primero que busqué fue comida en los cajones de la cocina, encontré varias latas de conservas que me durarán bastante tiempo, había una caja de fósforos y tres botellas con agua. Tomé todo y lo guarde en mi mochila, seguí inspeccionando el lugar para ver si encontraba alguna otra cosa que me fuera útil, pero más allá de unas cuantas baterías para la linterna, no encontré nada ni siquiera un zombi, aunque esto lo agradezco infinitamente.

Con todo ya guardado regresé a mi departamento sin problemas de por medio, volví a poner la barrera en la puerta y con el corazón casi en la mano me tiré a descansar en el sillón de la sala.

−Primera expedición, finalizada a la perfección− susurré al aire.

Después de ese día, salí varias veces más a revisar el resto del piso, por bastante tiempo busqué la forma de abrir las puertas de los departamentos cerrados, hasta que luego de un par de intentos inventando métodos en mi hogar, logré abrir todas las puertas del nivel. Recuerdo que en una de las habitaciones en las que entré había un hombre y una mujer muertos en la cama, ambos abrazados como si hubieran tomado la decisión, por su propia voluntad, de morir. Entendí en ese momento que no todas las personas están preparadas para vivir en una realidad como la mía, gente que prefiere matarse antes de intentar sobrevivir de la forma en la que lo he hecho hasta el día de hoy. Fue un momento muy duro, tanto que al regresar y estar en un lugar seguro, me eché a llorar como un bebé. Comencé a replantearme la idea de querer seguir en este mundo, todo sería más fácil si simplemente acababa con mi vida. Pero… después una leve ilusión invadió mi mente, quizás aún queden personas sanas, quizás aún haya esperanza para un futuro mejor. Y gracias a ese pequeño detalle, me dije que seguiría luchando hasta gastar mi última gota de energía, y que nada me iba a detener.

Y así lo he hecho, he luchado, y la verdad es importante para mí escribir todas mis vivencias, por ejemplo, cuando fue que sentí que quería rendirme, pero que al final de todo, no lo hice porque no quería acabar convertido en un antropófago. Como era usual había salido en una nueva expedición por el edificio, pero por primera vez había bajado las escaleras al piso inferior.

Caminaba por el pasillo con más tranquilidad que la primera vez, en mi espalda cargaba mi mochila con unas cuantas latas de comida como para unos días, dos botellas con agua, dos cuchillos, una linterna de repuesto, baterías, cinta adhesiva y un botiquín de primeros auxilios lleno. No pude agregar más cosas porque sería demasiado pesado para llevar. Ayer decidí que hoy revisaría el tercer piso, mi nivel ya lo había registrado completo y ya no tenía nada más que adquirir, así que mi única opción era subir, o bajar un piso. Contemplé las opciones y las menos peligrosa era bajar. Miraba desde arriba las escaleras, respiré profundamente y a paso firme bajé cada escalón hasta llegar a la puerta con el número 3 en ella. Hice presión en la barra de seguridad abriendo la puerta y asomando mi cabeza despacio. Miré todo y al no ver movimiento entré completamente para empezar a revisar el apartamento más cercano a las escaleras. Con cuidado forcé el seguro y entré, en tan solo un segundo un putrefacto aroma llego a mis fosas nasales, no pude evitar hacer una arcada y llevarme el brazo a mi nariz.