Poder comer un pastel de chocolate o una pizza es lo mejor que puede pasarle a una persona la cual no ha comido de la mejor forma en casi cuatro meses.
Junto a Tati pudimos disfrutar de los mejores manjares que un pequeño supermercado podría darnos, desde una gaseosa hasta un postre de frutas. Las dos primeras semanas pasaron de maravilla con ella, nuestra amistad se fortalecía con cada minuto que pasábamos juntos, lamentablemente, y como en toda película de suspenso, los problemas llegaron cuando menos los esperábamos.
Caminábamos juntos por los pasillos de la tienda, mirábamos las repisas buscando que pudiésemos probar ese día, aún quedaban muchos alimentos tantos como para alimentar a unas 100 personas en un gran banquete, o para dos por un muy largo tiempo. Desde uno de los estantes saqué una barra de chocolate con leche, mientras que Tati sacó una de chocolate con menta.
−Comer chocolate con menta es como comer chocolate con pasta dental− le dije mirando con repulsión su elección.
−El chocolate con menta es delicioso− habló Tati sacando otra barra− digas lo que digas no cambiara mi amor por el chocolate.
− No entiendo cómo puedes comer eso, no disfrutas el sabor de chocolate.
−Es mejor que el chocolate amargo, ¿No crees?
−Son igual de malos los dos.
−Eres un pesado, deja mi amor por la menta− pude ver como formaba un puchero en sus labios− ¿deberíamos beber jugo de naranja o de fresa?
−Puedes elegir tú, solo no elijas nada con menta, gracias− le sonreí para seguir caminando hasta llegar a la puerta y ver como estaban las cosas en el exterior. No había nada, ni muertos ni vivos, tampoco muertos vivientes.
−Ya tengo todo para esta semana, podemos irnos.
−Bien, recuerda no hacer ruido.
Con cuidado abrimos la puerta que teníamos trabada, intentando no provocar fuertes sonidos, mire a ambos lados y le hice una señal a Tati para que me siguiera, caminamos los metros que nos separaban de la veterinaria y entramos sin mayor peligro. Cerramos todo con cuidado y seguimos hasta la última habitación, sacamos la comida y la acomodamos con cuidado en mueble destinado para ello. Ya todo ordenado y listo nos sentamos para jugar uno de los juegos de mesa que estaban en la sección de niños, abrí con cuidado la caja y saqué desde dentro las cartas que tenían un gran “uno” en la parte posterior.
−Han pasado dos semanas desde que nos conocimos, no crees que es tiempo suficiente para que me digas ¿porque aún no has ido a la casa de tus tíos?
−No creo que sea necesario… estoy bien aquí.
−Lo sé, pero ¿No te gustaría saber si hay alguien ahí?
−Creo que eso es lo que me preocupa, saber que están ahí, pero no de la forma en la que espero que estén.
−Cuando estés listo para ir, ahí estaré contigo, haremos esto juntos− le sonreí mientras asentía ligeramente.
Luego de 7 partidas jugadas, y ganarle a la pequeña en 5 de ellas, dejamos de jugar para servirnos algo de comer, abrimos dos latas de comida enlatada que a pesar de no ser un platillo gourmet no sabían nada mal, incluso disfrutábamos su sabor. Cuando llevábamos medio platillo devorado un susto de muerte hizo que nuestra sangre se congelara, tanto que ambos dimos un brinco en nuestras sillas. Temblando miramos en dirección en donde mi antigua radio se encontraba. Esta emitía fuertes sonidos mostrando que una señal estaba llegando. Aún con miedo me acerqué al objeto mientras ajustaba la señal del radio para escuchar mejor.
−¿Alguien… escuchando? Por fa… necesit… ayuda, nuestra ubica… escuela pública de… frente a la estación de policía… si alguien escu… ayuda…
−Hay alguien vivo…− Tati me miraba asombrada.
−Y al parecer está en problemas.
−Debemos ir a ayudar, quizás fuimos los únicos que escuchamos su mensaje.
−¿Y si es una trampa?− miraba con cautela a mi amiga.
−¿Y qué tal si no lo es? Si hay alguien en peligro real… ¿nos quedaremos de brazos cruzados?
−¿Que podríamos hacer nosotros dos Tati? Tú nunca has salido de aquí y yo…
−Tú si saliste, y mataste una de esas cosas…
−Pero fue porque estaba encerrado Tati, nunca podría haberme enfrentado a ellos.
−Al menos hay que intentarlo Adam.
−Ni siquiera sabemos dónde es.
−Solo conozco una escuela frente a una estación de policías, no es lejos, está a unos 10 minutos caminando hacia el oeste. Tan solo veamos que ocurre y regresamos.
−No lo sé Tati, es muy peligroso… ¿arriesgarnos por alguien que no conocemos?
−¿Y si fuera Julie? ¿O alguien que conoces?
−Eso no lo sabemos Tati…
−Solo… solo intentémoslo ¿Sí?, ¿De qué sirve estar vivos si no ayudamos a los otros? ¿Dónde queda nuestra humanidad?
−Mierda Tati… bien, iremos, pero tienes que saber que, si nos encontramos a una de esas cosas, tendrás que matarlo si es necesario.
−Lo sé.
−Bien, tu llevarás el machete y yo usaré el revolver.
−Tengo un hacha… la usaré, y así usamos el revolver solo en una emergencia, ya sabes por el sonido− Asentí para luego comenzar a preparar las cosas.
−¿Estás segura de hacer esto?− Ambos estábamos de pie frente a la puerta, cada uno con una mochila en la espalda y un arma en la mano, el revolver bien ajustado en la parte posterior de mi pantalón. Mirábamos la puerta sin saber realmente que hacer, salir era un riesgo seguro que al parecer Tati estaba dispuesta a tomar para poder salvar la vida de una persona− Aún podemos retractarnos de esta decisión.
−Hay que hacerlo, vamos− Poco a poco salimos del lugar intentando cerrar lo mejor posible la veterinaria por si alguien la encontraba. La señal llego hace unos diez minutos quizás un poco menos, esperábamos que la persona que pidió ayuda aún estuviera viva, porque o si no todo esto habría sido para nada.
Caminábamos de forma apresurada, pero con cautela, nuestra vista viajaba velozmente por la gran calle, no queríamos toparnos con los come carne una tarea difícil sabiendo que las cosas estaban en todas partes del país. Pasamos varias casas con ventanas rotas, algunos cuerpos en descomposición y autos abandonados en medio de la calle. A la lejanía podía ver la gran estación policial, cada vez más cercana.