La tarde caía lentamente sobre la ciudad, y yo estaba allí inmerso en ese ritual cotidiano que era esperar en el parque. El sol pintaba el cielo con tonos dorados y rosados que parecían quedarse flotando en el aire, tenía las manos metidas en los bolsillos de mi chaqueta sentado en mi banco de manera habitual en este lugar solo existía el rumor del viento moviendo las hojas, el canto lejano de las aves y el bullicio de los niños jugando todo esto siempre me hacía sentir una extraña calma.
Había aprendido a esperar en silencio a dejar que el tiempo se detuviera entre los viejos árboles que custodiaban los caminos de piedra, era un refugio contra la velocidad del mundo exterior. Esa tarde me espera era sencilla y predecible, aguardaba a mi hermana Vivian me había citado aquí para vernos después de sus clases, jamás me quejaba cuando se trataba de ella nuestra relación siempre había sido cercana marcada por esa complicidad silenciosa, ese entendimiento sin palabras que solo nosotros compartíamos estando allí no esperaba más ni menos. Observaba distraído como una pareja de ancianos alimentaba a las palomas intentando no pensar demasiado en el examen que me tocaba la semana siguiente, cuando escuché mi nombre no fue un grito estridente sino una voz alegre y clara que me sacó de mí ensimismamiento.
—¡Luka! Exclamó Vivian, levantando la mano a la distancia, me incorporé un poco en el banco y al mirar hacia el sendero noté que mi hermana no venía sola, a su lado caminaba una joven y en cuanto la vi la atmósfera del parque pareció compactarse solo en ella, tenía un cabello oscuro que caía suave sobre sus hombros, lo que realmente me atrapó fue su sonrisa ligera, casi tímida pero que iluminaba su rostro con una naturalidad que me desarmó al instante, no era una belleza ruidosa; era más bien un resplandor discreto pero ineludible.
— Te presento a Alice, mi compañera del colegio, dijo Vivian al llegar a mi lado con esa energía espontánea que la caracteriza. Solo alcancé a articular un "hola" torpe, mis palabras se sintieron insignificantes ella me extendió la mano y el contacto fue breve, en el cual, en ese preciso instante sentí una corriente cálida recorrer mi pecho un chispazo que nunca antes había experimentado algo que había estado dormido, despertó de golpe. Había algo en sus ojos, profundos y claros que me hizo sentir que contenían un mundo entero, un universo silencioso que me invitaba a mirar más de cerca, los tres nos sentamos en el banco Vivian con su torrente verbal habitual comenzó a hablar sin parar sobre las clases, los profesores, las pequeñas anécdotas que vivió, yo por otro lado solo la escuchaba a medias mi atención estaba monopolizada por Alice ella intervenía por momentos con comentarios breves, pero cada vez que lo hacía quedaba atrapado en el sonido de su voz una melodía suave y segura cada palabra, cada gesto, cada risa leve que escapaba de sus labios era un descubrimiento nuevo para mí algo que mi mente grababa con una precisión casi obsesiva, yo no solía enamorarme con facilidad siempre he sido escéptico, pensando que el amor a primera vista era un invento romántico un cliché de novelas y películas, pero en ese momento me sentí sorprendido, casi ridículo al admitir que no había nada más en ese parque que aquella muchacha desconocida con la que apenas había cruzado unas palabras.
A mitad de la conversación Vivian recibió una llamada, se levantó para contestar a unos metros de distancia buscando privacidad en ese instante Alice y yo quedamos solos, envueltos en un silencio que no era incómodo, sino que parecía abrir un espacio distinto una burbuja suspendida en la tarde mi corazón latía con un ritmo inusitado con un ligero nerviosismo, me animé a romper la quietud.
—¿Vienes mucho por aquí?, pregunté sintiendo mi voz un poco más ronca de lo habitual
— A veces, me gusta caminar después de clases aunque hoy vine porque Vivian insistió
Una sonrisa genuina se dibujó en mi rostro, no pude evitar el comentario mitad broma, mitad verdad
— Entonces tengo que agradecerle a mi hermana, dije sintiendo que había un trasfondo en mis palabras
Alice me miró de reojo, como si hubiera captado la intención oculta de mi comentario y luego desvió la vista hacia los árboles, aproveché ese instante y para grabarme mentalmente cada detalle la forma en que la última luz del atardecer se reflejaba en el brillo de su cabello, el movimiento sutil de sus dedos mientras jugaba con el borde de su chaqueta la naturalidad con la que parecía encajar en el paisaje tranquilo del parque. Era perfecta y sentí un deseo profundo de conocer la historia que se escondía detrás de esos ojos claros, cuando vivían regresó la magia del momento se disolvió un poco pero no del todo yo sabía aunque no podría articularlo con claridad, que algo fundamental había cambiado dentro de mí como subiera una nueva dirección en mi brújula interna, Alice se inclinó lentamente y dijo que se tendría que ir.
— Encantada de conocerte, Luka
— Igualmente, Alice
Y allí junto a Vivian, la vi alejarse.
Los días que siguieron a mi encuentro con Alice en el parque se sintieron iguales a los de siempre, y al mismo tiempo radicalmente distintos. El mundo exterior seguía su curso el mismo recorrido al instituto, el mismo café amargo que compraba por las mañanas, las mismas conversaciones despreocupadas con Vivian en casa sobre trivialidades, sin embargo en mi interior el paisaje había cambiado por completo la imagen de Alice se había instalado en mi mente con una claridad y una persistencia que rozaba lo perturbador era como una melodía que aunque quisiera era incapaz de dejar de escuchar, una sintonía constante que vibraba justo debajo de la superficie de mis pensamientos lo más curiosa era la poca información que mi memoria necesitaba para evocarla por completo. Cerraba los párpados y sentía que la tenía de nuevo enfrente como una presencia casi física, era algo así como una dulce tortura.
Editado: 27.10.2025