Vida Salvaje - Canis Lupus

Falsos recuerdos

Después de todo, sí podía decepcionar a papá. Días más tarde me prohibió volver al bosque. Nunca creí que le escucharía decir cuán decepcionado estaba de mí. Quizá no sabía cuánto me dolieron sus palabras, pero quizá por eso mismo lo había hecho.

No podía recordar cuándo me encontraron ni cuándo me sacaron del bosque, pero el señor Byström también se había preocupado por mí. Tuvieron que pasar varios días para poder recuperarme y el médico no podía creer que logré sobrevivir. En ese momento no entendí la gravedad de la situación, pues la temperatura bajó más de lo pronosticado y la lluvia ayudó. Habían pasado algunas horas cuando papá regresó a casa y notó mi ausencia.

Le pidió apoyo a su jefe para ayudarlo a buscarme sabiendo que él era un cazador activo y no dudaría en disparar si sabía que mi vida corría peligro. Ninguno de los dos vio a la pareja de lobos que me dieron calor mientras esperaba mi rescate. Ni papá volvió a ver a la pequeña lobita que había llevado a casa el día anterior.

Quizá se convirtió en peluche.

Intenté convencerlo de que los lobos cuidaron de mí, pero él aseguraba que había sido una alucinación por la hipotermia.

―Pero, papá, había pelos en mi abrigo.

―Eran del cachorro que robaste.

―No lo robé ―refunfuñé, cruzándome de brazos.

Él se rió y se acuclilló frente a mí.

―Marit ―susurró mi nombre, tomándome por los hombros―, los lobos son salvajes y agresivos con quien no forme parte de su manada. Y tú ―me señaló con un dedo y bajé los brazos cabizbaja―, no eres parte de esa manada.

―Pero…

―No está mal que creas que ellos cuidaron de ti, quizá por eso sobreviviste. Recuerda que la mente es poderosa y todo lo que creas será verdad.

―Dijiste que te decepcioné… ―murmuré en voz baja.

―Y fue verdad ―me encogí un poco, pero él me abrazó con fuerza―. Me asusté mucho, Marit, no sé qué hubiera hecho si también te perdía.

―Lo siento, pappa ―musité, devolviéndole el abrazo.

―Espero no te vuelvas a adentrar al bosque, min kärlek ―me pidió, alejándome de él.

―No lo haré ―prometí, limpiándome los ojos.

Sonrió un poco y comenzó a hacerme cosquillas. Pasamos el resto de la tarde jugando mientras me enseñaba a cocinar algunos de los platillos que le gustaban a mamá. Quizá para la mayoría de las familias era muy difícil hacer algo que le gustaba a la persona que habían perdido, pero para nosotros era una forma especial de tenerla siempre presente.

Aunque no podía dejar de pensar en lo que me había dicho. ¿De verdad fue solo una alucinación? No estaba segura de lo que eso significaba, pero papá dijo que quizá solo lo había imaginado.

Tal vez tenía razón y la mente era más fuerte de lo que creía, porque podía cerrar los ojos y sentir el grueso pelaje del lobo.

 



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En el texto hay: lobos, naturaleza, noruega

Editado: 11.01.2022

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