Malena saltó de la cama al escuchar la voz del despertador, que llevaba más de veinte minutos sonando con las noticias de las dos de la tarde, no recordó que era lunes y tenía el día libre. Con los ojos casi cerrados a raíz del sueño y un dolor de cabeza penetrante a causa de la ginebra de la noche anterior, caminó medio sonámbula por el largo pasillo que separaba su habitación de la sala de estar.
-Buba ¿Dónde estás minino?...
Malena llamó a Buba, su gato, aunque sabía que lo encontraría como todos los días dormido en el sofá tan cómodamente que se limitaría a pasar por su lado en silencio, hasta llegar a la ventana, la cual daba mercado antiguo, apartar un poco la cortina y mirar la calle, sabiendo que con su presencia Buba despertaría en cuestión de segundos para darle los buenos días.
Malena apoyó la frente en el cristal de la ventana y miró la calle, le encantaba ver el tumulto de gente que andaba por las aceras, siempre con tanta prisa; ver los coches pasar lentamente debido al tráfico, puesto que era un cruce de cinco calles dos de ellas peatonales que daban al mercado antiguo, ya casi olvidado por la gente y oír el murmullo de los mercaderes.
-¿Qué haremos hoy Buba?- Le dijo Malena a su gato, creyendo que este ya habría despertado, pero seguía plácidamente dormido.-Vamos dormilón, que ya ha salido el sol.
Malena volvió a mirar por la ventana, recordando que a Buba siempre le gustó dormir mucho,
Sobre todo cuando lo encontró en aquel contenedor, hacia ya ocho años.
Fue una noche lluviosa, retenía en su memoria aquella noche tan trágica, eso era lo que la inquietaba. Llevaba mucho tiempo encerrándose en casa al salir del trabajo, era una prisa inconsciente de regresar a su hogar, sin tener nada que hacer allí, refugiándose en su soledad y atormentándose, pero al mismo tiempo sintiéndose más fuerte y segura.
“Tal vez encerrarme en casa es lo que me haga recordar. “Pensó Malena. Hacía ocho años que apenas tenía vida social, pero estaba tan viva la imagen en su memoria de lo que pasó la noche en que encontró a Buba que todavía notaba los pies húmedos y doloridos a causa del frio.
Malena sintió como un escalofrío le subía por las piernas y le corría por la espalda para finalmente darle una punzada en el corazón. Agitó la cabeza con fuerza intentando quitarse el pelo de la cara y el sueño que seguía teniendo, pero lo que en realidad intentaba era alejar esos pensamientos de la cabeza que la enloquecían.
“Paso hace muchos años”, pensó. “Todo el mundo tiene un pasado, yo no voy a ser menos”.
Queriendo olvidar sus pensamientos, Malena se dio la vuelta y empezó a estirarse:
-¡Buenos días dormilón! Eres peor que yo, cada vez te cuesta más despertar.
Desde un rincón del sofá, Buba la miraba con sus grandes ojos. Malena le sonrió y este accedió bajando del sofá en un salto y rozando por sus piernas su pelaje negro. Por un momento Malena pensó que el gato pudiera leerle los pensamientos y así hacerla olvidar todo lo trágico que pasaba por su cabeza. Salió de la sala de estar para meterse en la ducha, dejando allí todos sus temores, los primeros minutos de la mañana siempre eran los peores del día, tal vez porque se acordaba inconscientemente de sus sueños.
Entro en el baño mirándose en el espejo y vio que le urgía un tinte.
-Nunca creí que me tiñera el pelo para tapar las canas. –pensó en voz alta.
Pero ya empezaban a salir las primeras canas a pesar de que solo tenía veintinueve años. Nadie se percataba porque eran casi insignificantes en las sienes.-Tal vez si me hiciese morena me quedaría mejor. –pensó en voz alta.
Aunque sabía que no lo haría. Desde la noche que encontró a Buba, decidió que su vida tenía que cambiar; comenzando por su melena de rizos castaños por mechones rubios y un corte por encima de los hombros teñido de rojo; como lo llevó durante su pubertad.
Más que por cambiar lo hizo porque nadie la conociese.
Los lugares que frecuentaba cuando encontró a Buba eran lugares de paso para la gente, incluso para ella misma.
Sabía que era cuestión de tiempo y nadie se acordaría de la princesa, y el que se acordase, más bien la querría olvidar, hacer como si nunca hubiese existido. Y así fue
-No me ha ido tan mal desde mi cambio de look. –pensó en voz alta.
Malena encontró un trabajo en un club meses después de encontrar a Buba. No era lo que ella había soñado, pero no estaba mal; hacia media jornada como camarera y otra media como limpiadora, eso además la hacía pasar desapercibida entre los clientes, pues tan sólo la veían unas horas al día. Además tenía tiempo para dedicarse a otras cosas, como estudiar, aunque en un principio se lo tomo como un pasatiempo para llenar un espacio de su vida, tiempo después significo para ella la única salida hacia una vida mejor. También estuvo demasiado tiempo sin trabajo cuando dejó “Las Vegas” sin avisar, creyendo que no le costaría nada encontrar otro trabajo, pero al intentar volver al mundo del espectáculo todas las puertas se le cerraron, era como caer en un pozo sin fondo, todos decían que era un espectáculo antiguo, pasado de moda; Lo que en un principio fue el no va más se convirtió en una catástrofe. Así que se derrumbó.
Malena salió del baño y se dirigió a su habitación , abrió el armario y sacó un traje negro de punto, el mismo traje que llevaba sacando de allí cada lunes para ir al supermercado, se lo puso y se miró en el espejo, ``me sigue quedando bien´´, pensó, abrió el zapatero que tenía en un rincón y sacó los zapatos de tacón negros, por un momento echó de menos los veintiséis pares de zapatos con tacón de aguja que antaño había guardado allí, ahora sustituidos por un par de botas camperas, un par de zapatillas de deporte, y los tacones que se acababa de poner. En un arrebato de locuras, Malena tiró todos los tacones a la basura, a veces se arrepentía de haberlo hecho y le echaba la culpa al alcohol.