Lía no dormía bien desde que Cami había salido del hospital. Cada noche se repetía la caída en su cabeza, solo que esta vez, Cami no sobrevivía. Seungmin lloraba, y ella estaba ahí para consolarlo. En su mente, ese era el final perfecto. Pero la realidad era otra: Cami seguía viva, y Seungmin más lejos que nunca.
Necesitaba algo nuevo. Algo más contundente, más inteligente. No podía fallar otra vez.
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EL plan.
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Durante días, observó, escuchó, esperó.
Descubrió que Cami y Seungmin asistirían juntos a una excursión escolar a las montañas, organizada por el club de historia. Sería un viaje de un día. Caminatas, charlas, y un paso por un mirador con una pequeña valla de seguridad... lo suficiente para que un accidente pasara desapercibido
La idea llegó como un susurro. Simple. Precisa.
Durante la caminata, ella sabría exactamente en qué punto del sendero aflojar una parte de la valla. Solo tenía que hacer que Cami se acercara lo suficiente al borde. Un pequeño empujón bastaría. Y con el terreno húmedo por las lluvias, la caída parecería inevitable.
Lía llevó una herramienta pequeña en su mochila —una llave inglesa oculta entre envoltorios de snacks— y, cuando todos estaban distraídos tomando fotos y explorando el lugar, se separó discretamente para aflojar los tornillos de una sección del barandal de madera.
Cuando terminó, volvió con el grupo, el corazón latiendo fuerte pero la expresión perfectamente tranquila.
—¿Te imaginas ver el atardecer desde ese mirador? —le susurró a Cami con entusiasmo.
—Debe ser precioso —dijo Cami, sonriendo.
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•El Giro Inesperado.•
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La tarde avanzó. Todos se dirigieron al mirador mientras el sol comenzaba a bajar, tiñendo el cielo de naranja y púrpura. Seungmin iba al lado de Cami, y Lía caminaba detrás, oculta entre los demás estudiantes, esperando el momento exacto
Justo cuando llegaron al lugar, Cami se acercó a la baranda aflojada, tal como Lía había planeado. El viento soplaba suavemente, levantando mechones de su cabello.
Lía dio un paso. Solo uno. Lo suficiente para empujarla con disimulo.
Pero entonces… Seungmin.
Él había notado algo extraño en el rostro de Lía. Una sombra. Un destello de decisión. Y como si su cuerpo actuara por instinto, se colocó justo frente a Cami para tomarla de la mano y hacerla girar hacia él.
—Cami, espérate, no te acerques tanto...
Lía ya había estirado el brazo para empujar.
Y entonces, el mundo se congeló.
Su mano rozó la espalda de Seungmin, no de Cami.
El empujón fue débil, apenas perceptible, pero el barandal cedió. Un crujido terrible resonó en el aire.
—¡SEUNGMIIIIN! —gritó Cami.
Él cayó.
Todo ocurrió en segundos. Un cuerpo que desaparecía entre los troncos, el grito desgarrador de Cami, los pasos desesperados de los profesores corriendo hacia el borde.
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Cami.
Debi ser yo la que caía.
Seungmin.
Solo quería protegerte.
Cami.
¿Por que todo lo malo nos pasa a nosotros?
Seungmin.
Solo quiero ser feliz... contigo.
Cami.
Solo quería ser feliz en esta vida....
Seungmin.
Solo quería hacerte feliz en esta vida...
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Consecuencias.
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Seungmin fue hallado minutos después, inconsciente entre rocas. Había rodado parte de la ladera, y aunque la caída no fue mortal, había sufrido una fractura en la pierna, cortes en el rostro, y una fuerte contusión en el costado.
Lo llevaron en helicóptero al hospital más cercano. Cami no se despegó de él ni un segundo. Estaba cubierta de tierra, lágrimas y desesperación.
Lía… lloró también. Gritó. Fingió estar en shock. Y nadie sospechó de ella.
Cuando abrió los ojos en la camilla del hospital, lo primero que vio fue a Cami llorando, tomándole la mano. Lo segundo… fue la figura de Lía al fondo de la habitación, demasiado tensa, demasiado silenciosa.
Y entonces recordó.
Ese empujón...
Esa mano...
Mientras Cami dormía sentada junto a la cama, Seungmin observó el techo. Su respiración era lenta. El dolor lo nublaba, pero no tanto como la certeza que se formaba en su pecho.
Lía lo había intentado de nuevo.
Y esta vez, él lo sabía con seguridad.
Pero ahora, él también iba a jugar su propio juego. Solo tenía que fingir. Fingir que no recordaba. Fingir que todo seguía igual.
Hasta desenmascararla.