Vidas Secretas

PARTE CINCO

ITALIA

 

—No quiero te dije — mientras se peinaba para dormir, detestaba ese tipo de reuniones que, hacía su hermano, puros hombres de aspecto grotesco mirándola como si ella fuera un pedazo de carne en oferta.

 

—Vas a hacer lo que yo te diga, mis amigos vienen de muy lejos para conocer a la familia Rinaldi y no les haré ese desaire hermanita — Mientras tomaba de su brazo hasta llevarla al guardarropa que tenía cerca al baño, sacando un vestido rojo de mangas largas y espalda descubierta sin nada de escote delante, ella odiaba el rojo, le hacía recordar a la muerte, pero como siempre desde hace dos años, tenía que obedecer todo lo que su hermano mayor decía sin protesta alguna

 

«Y has algo con tu cabello que está desastroso ¿Acaso tu madre te crio de esa manera? — Ella quería con todas sus fuerzas que esas palabras no le dolieran, que el mencionar a su madre no fuera como rasgarle el corazón.

 

—No menciones a mi madre en tu sucia boca, iré a esa dichosa reunión ¿Satisfecho? Ya déjame en paz por una maldita vez. — No pensó lo que salía de su boca, solo fue el impulso de estar harta, detener que soportarlo día tras día, su cuerpo tembló cuando sintió el ardor de su mejilla, luego que fuera abofeteada por su hermano de tal manera que cayó al piso donde había unos vestidos lanzados por el mismo Ángelo,

 

—¡Yo la menciono como mierda, me da la gana, soy el maldito jefe de esta familia! Y vas a hablar y actuar como yo te lo diga y maquíllate para que no se den cuenta, eres un desperdicio de mujer, tan hermosa como estúpida.

 

Se marchó azotando la puerta, quería llorar de impotencia, quería gritar que él no era nadie para imponerle nada, que no eran una maldita familia, pero recordó

 

—Vamos niña, no te rindas — Mientras la alentaba a entrenar sobre los límites de las tierras que pertenecen a la familia Rinaldi.

 

—Es tan difícil, me duele todo el cuerpo, tengo moretones sobre moretones — Al mismo tiempo que doblaba ligeramente su espalda, ya que también la tenía muy lastimada por el arduo entrenamiento.

 

—Mi niña lo sé y te entiendo, pero tarde o temprano lo necesitarás.

 

SEMANAS DESPUÉS

 

—¡Si nana Lita sí! ¡Lo logré! ¿Vistes eso, lo viste? — Mientras recogía las latas de cerveza que habían servido como práctica de tiro.

 

—Ya era hora cariño, ahora Bueno, te voy a enseñar algo que la mayoría de mujeres tiene, pero no sabe cómo utilizar — La oía muy atenta y a la vez que recogía las otras latas

 

—¿Qué cosa? — No entendía a qué se refería, aunque tenía ya diecinueve años, había muchas cosas que no había vivido, muchas que no había experimentado por sí misma.

 

—A seducir mi niña — Ocasionando que los ojos de Rosalina se agrandaran hasta casi confundirse con un par de platos.

 

—¡Pero como yo, si ni siquiera, ósea, yo no, eso no puedo hacer! — Negando con las manos y hacienda que sus mejillas se sonrojaran de solo mencionar ese tipo de cosas.

 

—Te voy a tratar con una mujer, hay cosas que debes aprender cariño, este mundo no solo es de armas, hay muchas mujeres que con la técnica correcta pueden derrocar hasta a reinas y hacerse del poder, no es tu caso porque solo quieres hacer justicia, pero quiero que sepas que el seducir no es sinónimo de que dejes de ser virgen, no vas a subastar tu virtud, como hacen en este mundo, eso jamás.

 

«Lo que te voy a enseñar ese a base de tres simples reglas, número uno, no todos los hombres son iguales, números dos dependiendo de quién este delante de ti, lo miras a los ojos cuando te habla o agachas la mirada fingiendo ruborizarte y número tres   y el más importante, ganas más con miel que con hiel.

 

Aunque en ese momento Rosalina no entendía para qué iba a necesitar esas dichosas clases de seducción, la vida la inclinara hasta el hecho de recordar palabra por palabra

 

DURANTE LA FIESTA

 

—Buenas noches, caballeros, les presento mi hermana Rosalina Rinaldi— Teniendo ella que fingir una sonrisa, la idea de estar entre tantos hombres dedicados a ese oscuro mundo, hombres que seguramente tenían las manos manchadas de sangre inocente, de hombres y mujeres cuyos vicios estaban a la merced de esa clase de monstruos, pero ninguno le causaba ese escozor en la piel y el alma como su dichoso hermano, uno que la atormentaba día con día de hace un poco más de dos años

 

—No sabía que tu hermana fuera tan hermosa, la has tenido escondida Rinaldi Señorita.

 

— Digamos que mi querida hermana es mi arma secreta, mi as bajo la manga, solo observa a tu alrededor como la comen con los ojos, mi hermana es una perfecta representante de los Rinaldi ¿Verdad hermana? 




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