Vidas Secretas

PARTE DIEZ

 

—¿Qué más averiguaste? Con lo que me estás diciendo no me estás diciendo nada nuevo — Mientras se Servía una copa ron Rhum Clements cosecha del año cincuenta y dos.



—Nadie sabe nada de su hermana, ella desapareció del mapa, no sería raro o extraño que ese hombre la haya desaparecido, su fama de sanguinario lo respalda acerca de esa teoría,


—Tienes razón, el muy hdp es capaz de eso, de todas maneras no dejes ese tema de lado, quiero estar totalmente seguro.

 

—Además, la seguridad en lugar se ha redoblado por el último ataque. — Le explicaba su hombre confianza, Edward, quien lleva años a su lado. 

 

— ¡Maldita sea quiero noticias nuevas, no lo de siempre! Llegar a Ángelo ha sido más difícil de lo que creía, pero por lo menos en este tiempo he logrado que pierda grandes sumas de dinero y muchos hombres de confianza, pero quiero que llegue el momento que pida y suplique por ayuda y ahí es que actuó yo. — saboreando el aroma y sabor del costoso ron que tenía delante de él, todo lo tenía fríamente calculado y la paciencia era una gran virtud que tenía, lo arrinconaría hasta el punto en que pidiera ayuda a sus socios, pero cada uno de ellos están advertidos que hacer llegado el momento, no había dejado de pensar en su Azul y muchas veces había soñado con ella, acariciando su cabello, cantándole la canción de cuna que le cantaba a su pequeño.


«Almohada de oro


peina de cristal


mamila de perla para tu soñar


si tú duermes ya Dios te premiará y con las estrellas tú soñarás, tú soñarás.



—Señor, la señora Azul era maravillosa, era tan buena aún recuerdo cuando nos regañó por entrar a su casa con los zapatos con lodo, nos llevó al jardín en fila india y nos llamó la atención y a partir de ese momento entrabamos sin zapatos — Hablo Edward, quien le servía otro trago con ron a Maximiliano.


—Ya te he dicho que no me digas señor, somos como amigos Edward, tantos años a mi lado y aún no lo captas, bueno tienes razón, mi esposa era única y ninguna mujer le hará siquiera sombra, tuve mucha suerte de tenerla a mi lado todos esos años, jamás volveré a enamorarme eso tenlo por seguro, ella siempre estará en mi corazón, no existe ni existirá otra mujer para mí que no sea ella, tuve que demorar años para poder hablar de ella con esta soltura, sin que el nudo en mi garganta se formara— Término su trago tomo su saco y salió del lugar seguido de Edward.



«Mueve ese trasero que tengo cosas que hacer, mi hijo me espera para almorzar — Mientras revisaba su teléfono celular.



—Si como usted diga — Y salieron rumbo a la mansión, a veces su jefe llegaba a ser muy bipolar, pero ya estaba acostumbrado.



Cuando estaban por llegar, Edward pudo observar que en la entrada del lugar había una mujer con una bicicleta de lado, le iba a avisar a su jefe, pero al ver que este estaba entretenido con el celular, fue el quien le hablo a ella, ya que por las lunas polarizadas del vehículo era imposible que su jefe la viera salvo parte de su dorso.



«¿Qué hace en la puerta de mansión Del Monte, y quién es usted? — Mirándola de arriba abajo, observando que tenía maleta en su espalda, vestida, un pantalón jean desgastado y una blusa blanca y unas zapatillas convert, algo despeinada, pero tenía una hermosa sonrisa no lo podía negar por un instante le hizo recordar a la señora Del Monte, la difunta esposa de su jefe, pero Edward regreso a sus sentidos cuando oyó un carraspeo de garganta de parte del otro guardia de seguridad.



—Puede darle esto a Maxito, soy su maestra del kínder y lo olvido en la escuela, muchas gracias — Mientras se retiraba sin dejar de ver lo imponente de la estructura. Ladeaba la cabeza tratando de olvidar lo que esta casa le provocaba recordar.



«Papito, la casa es muy grande, me gusta mucho — Mientras de la mano de sus padres y con los ojos agrandándose como platos cada vez que veía un espacio del lugar muy adicional de la enorme piscina con cascada artificial.



—Lo sé mi amor, es la casa que siempre soñé desde pequeño y tiene todo lo que siempre quise y es mucho mejor aún porque ustedes están conmigo — Inclinándose hasta la altura de su pequeña de seis años de cabellos rubios como el sol acariciando su cabello algo que siempre le gustaba a ella que su padre hiciera ante la sonrisa de satisfacción de su madre.



«No hay nada que supere al amor de la familia, no importa los millones y millones o cuanta gente te adule, la familia siempre es lo más importante.



—Los extraño tanto, no puedo dejar de pensar en ustedes y ¿Que hubiera sido si aún siguieran conmigo? — Mientras daba la vuelta a la esquina perdiéndose en el camino.



Cuando Maximiliano bajo de su vehículo aquel auto Audi negro que gritaba poder por donde lo vieras, pudo ver que Edward tenía un libro de su hijo.



— ¿Tú qué haces con el libro de mi hijo en tus manos? — Le parecía raro, no se había percatado en qué momento.




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