Vidas Secretas

PARTE TRECE

 

 

—Buenas tardes, padres de familia, bienvenidos a la reunión bimestral, donde podrán observar los avances de sus hijos y déjenme decirles que me alegro de que cada reunión el número de asistentes vaya en aumento — El número había aumentado obviamente en especial del género masculino.

 

«Como podrán ver por las diapositivas que se muestran — No pudo seguir hablando, ya que de pronto entro Gabriela, una de las niñas que más la adoraban y ella igual.

 

—Miss linda, miss linda — Con los brazos abiertos y una pequeña caja de jugo de moras en una de sus manos, pero al correr a abrazarla, puesto que Mary se había agachado para recibirla de la misma manera, la caja de jugo que tenía Gabriela choco con la blusa blanca que tenía manchándola en el instante.

 

—Yo, yo lo siento, soy una niña muy torpe — La mirada triste de Gabriela enterneció tanto a Mary que sintió que su corazón se sobre salto, adoraba a esa niña tan dulce.

 

—Nada de torpe Gaby, mírame preciosa, los accidentes pasan, solo me cambio de blusa y listo, solo hay que tener mucho cuidado y no correr, no porque manches la blusa si no por ti y te puedas caer y lastimar — Acaricio su mejilla cuando detrás de ella venía Emilia la tutora de Gabriela y su hermano mellizo Henry.

 

—Maestra disculpé, qué vergüenza con usted, es que se soltó de mi mano y se vino toda emocionada, buenas noches con todos mil disculpas, maestra — Avergonzada por ver como quedo la blusa

 

«Maestra, usted me la da y yo la lavo a mano si es preciso— Recogiendo la caja de jugo que Gabriela había dejado caer.

 

—No se preocupe y mil disculpas a los presentes solo fue un incidente, Miss Paulina le explicará mientras voy a cambiarme de blusa — Los hombres estaban embobados, ya que al agacharse y hablar con Gabriela pudieron observar las hermosas y torneadas piernas que algunas mujeres tuvieron que carraspear para qué prestarán atención a las imágenes de los niños.

 

Se retiró al baño, se observó al espejo, tratando de arreglar ese desastre, Mary tenía un cuerpo perfecto, uno que muchas veces trataba de ocultar y solo lo sacaba a relucir, cuando era estrictamente necesario, especialmente sobre una pista de baile o alrededor de un tubo de metal.

 

—Ahora tendré que ponerme la camiseta, que tengo en mi bolso, creo que ¿Hay alguien ahí? — Escucho como la puerta era cerrada, rápidamente se tapó los pechos, ya que se había quitado la blusa poniendo casi al descubierto sus hermosos senos, aquellos que minutos antes había robado toda la atención de Maximiliano. Quien se metió al salón robando suspiros ahora de las damas presentes, no les prestó atención, Edward le paso un papel para que firmara, pero no prestaba atención hubiera firmado hasta su sentencia de muerte si esta hubiera estado en ese papel.

 

— ¡¿Qué mierda me pasa?! No puedo pensar de esa manera, estás loco Maximiliano Del Monte, pero qué mujer, ese cuerpo, ese par de pechos — Ladeando la cabeza tratando de disipar sus pensamientos.

 

Estaba absorto en sus pensamientos que no se percató cuando por la puerta se acercó aquella mujer que, desde que la vio, le robaba los pensamientos de una manera que no le sucedía desde que murió su esposa Azul.

 

—Ahora si podemos seguir con la exposición — Cuando giro su rostro la sonrisa que traía por unos segundos efímeros se fueron, quedo observando a ese hombre sentado al fondo de salón vestido con un traje impecable, cabello prolijo, todo en él gritaba sensualidad por donde lo viera sin siquiera verlo a los ojos, sentía que las piernas le temblaban y se volvieran gelatina, en su vida había visto un hombre tan hermoso, esa idea y ese impacto jugaba con ella y sus pensamientos.

 

Cuando Maximiliano alzo la mirada guiada por aquella voz, pudo ver era ella, eran sus ojos, era su aura, o que la imaginaba como hace unos segundos, no importaba si tenía una camiseta, dos tallas más grandes, algo en ella lo dejo helado, Mary tuvo que reaccionar, ya que ya algunos asistentes la quedaron mirando extraño, su sonrisa volvió a su rostro, tratando de despejar la mente daba indicaciones y finalizo con

 

—El próximo mes organizaremos un paseo al zoológico, por lo cual luego de sus respetivos permisos firmados necesitamos alguno o varios padres voluntarios máximos cuatro o cinco, ¿algún voluntario?

 

La mano de Maximiliano se levantó por inercia haciendo que el rostro de Edward se mostraba desconcentrado ¿De cuándo acá a su jefe le gustaban los paseos al zoológico?

 

Todos volvieron sus rostros al escuchar a Mary decir

 

— ¿Usted? — Sin dejar de observarlo contrariada, un hombre con traje y con todos los músculos en su lugar, por cómo le queda cuál guante de seda tan perfecto, un hombre, así como niños y a piedad del sol.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.