Vidas Secretas

PARTE DIECISIETE

 

— Estoy mal de la cabeza, si eso debe ser — Mientras se lavaba el rostro, aun sin creer lo que había pasado, un hombre como él y haber sucumbido a una mujer de esa manera, no era el hecho que la haya besado con semejante público, era el hecho de que se había sentido vivo al besarla, por unos segundos sintió que lo llevaba al cielo, aunque él lo que merecía era el infierno.

 

—Señor, ¿se encuentra bien? No hemos visto a nadie siguiéndolo, salvo nosotros que somos como su sombra, — Mientras abría la puerta del baño y los otros guardias vigilaban que nadie se encuentra.

 

—¡Nada está bien Edward, nada está bien maldita sea! ¿Por qué tuve que cruzarme con esa mujer? Pero si yo amo a Azul, aún la amo, no tengo duda alguna. ¿Por qué tuve que besarla carajo? — El rostro de Edward al oír esas palabras de su jefe fueron como si se le quisieran salir los ojos de sus orbes.

 

—Señor, usted — Iba a seguir hablando cuando se escuchó la aguada voz de un pequeño niño de cinco años que reclamaba a su padre.

 

—Papi ¿Está bien? ¿Te duele algo? ¿Te duele tu pancita? La miss linda dice que lo mejor es tomar una pastilla así de chiquitita — Haciendo un gesto con sus pequeños dedos, mientras Maximiliano recobraba el sentido, no quiera dejarse dominar por los sentimientos que se estaban albergando en su interior por aquella mujer de tan encantadora y cautivante sonrisa

 

—Papá, esa bien hijo, solo quería refrescarme el rostro como vez — Llenándose las manos como agua hasta llevarla hacia su cara, para luego cargar a su hijo entre brazos y jugando con su rostro con su mentón, haciéndole pequeñas cosquillas.

 

—¡Ya papá bájame! Soy un niño grande — Y con sus manos trataba de alejarlo hasta que la voz más dulce hizo que su corazón se detuviera, podría un hombre gigante sin piedad contra sus enemigos con sed venganza, pero esa mujer con un simple sonido le congelo hasta el aliento.

 

—Maxito, no debiste correr así te he estado buscando — Su rostro era sereno, su respiración de igual manera, todo lo que ella reflejaba por fuera era tranquilidad y ternuras, pero la batalla interna que luchaba era otra cosa, no podía dejar de recordar lo que sintió «soy una estúpida, pensaba Mary, a quien más que encantarle, la dejo como pisando nubes por más que un instante, le encanto sentir los labios de ese sensual hermoso espécimen de hombre que tenía ante sus ojos que en su faceta de amoroso padre era aún más atrayente, se sentía como polilla a la luz, era su sonrisa, el brillo en sus ojos cuando está con su hijo era un no sé qué la estaba envolviendo en aquello que nunca quiso enamorarse.

 

— Es imposible que en mi haya esos sentimientos por un hombre que solo he visto dos veces, que te pasa Rosalina Rinaldi Castillo, tu meta en esta vida es cualquier cosa menos enamorarte reacciona.

 

—Señorita Mary la invito a cenar este sábado — Era como si el mundo se hubiera detenido, en qué momento se pasó de un no puede ser, es imposible a un la invito a cenar este viernes, Maximiliano sabía que estando cerca de ella perdía raciocinio, estando ella ante sus ojos, sus planes se iban al carajo, de pensar en evitarla lo más que se pueda a invitarla era una brecha muy grande, pero pensó que una cena solo era para conocerla mejor tal vez así le encontraría algo desagradable, alguna cosa irritante al punto de hacerlo ver que no era tan perfecta como parecía, pero al final el ser humano se inventa razones sin sentido para autosabotearse.

 

—Papi ¿Has invitado a salir a miss linda, de verdad? Eso es como una cita como Superman con Luisa Lane. — El inocente niño tenía sus manos sobre sus mejillas y su boca en forma de “O” sin creer que su papá iba a tener una cita con su maestra favorita para él, la más linda del mundo.

 

«Sí, mi papi invito a salir a mi miss linda, si miss linda, mi papi es muy guapo, salga con él ande si — Los guardias de seguridad no pudieron evitar una risa por lo cómico de la situación, pero por el rostro de Edward desapareció tan rápido como llego.

 

Ella solo ladeaba la cabeza incrédula ante tal situación, miraba a ambos lados esperando en que momento salía la cámara y gritaban sorpresa, pero no la seriedad y ojos brillosos por la esperanza que albergaba Maxito de ver su sueño hecho realidad.

 

—Creo que no es momento para cosas como esa, primero que estamos dentro de un paseo escolar donde lo primordial es estar pendiente de ellos y segundo lleno de gente, pero al final del paseo cuando los niños ya hayan sido recogidos por sus padres puede volver a preguntar.

 

Aunque no era una negativa del todo, Maximiliano tal vez pensó que había malinterpretado las señales, su nerviosismo como pasaba saliva o se lamía los labios, como la había pescado, observándolo según ella disimuladamente, pero acepto que era lo mejor que lograría y no se quería mostrar desesperando, aunque por dentro rogaba por ese SI.

 

Las horas pasaban, tomaron una merienda para luego detenerse a observar unas la vez y algunos niños corrían uno tras del otro, el hombre que le quitaba el sueño no se había alejado de ella, casi podía decirse que le respiraba sobre la nuca provocando en ella aún más nerviosismo si eso era posible, y lo que ella detestaba era esa arrogancia, se moría de vergüenza de solo pensar que era porque sabía el efecto en ella con su sola presencia, de pronto los niños se cruzaron por medio de los dos, logrando así que sus manos se enredaran para alejarse al instante, era como si ambos hubiera sentido ese corto circuito similar a lo que sintieron al tocar los labios del otro.




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