Vidas Secretas

PARTE VEINTIDOS

 

Luego de esa salida y de haber comprobado por cuanto tiempo una mujer puede permanecer en estado ruborizado, Mary pensó que realmente había batido un récord.


—Debes quitarte eso de la cabeza, tú no estás aquí para esto, basta recuerdas quién eres en realidad, eres Rosalina Rinaldi— Mientras apoyaba las manos sobre el lavamanos del baño de su casa y se miraba al espejo.

 


»» Mírate, reacciona, solo enfócate en lo que debes hacer, acaso no recuerdas quién está postrada en una cama por culpa de ese mal nacido de Ángelo, la mujer que te quiso como a una hija, dejo de tener una vida normal, está sufriendo sus seres queridos, ella se sacrificó por ti por hacer que puedas eliminar su maldito imperio de una vez, quiero que le sufra viendo como pedazo a pedazo va cayendo, pero ¿Qué has hecho? Solo estupideces-



FLASH BACK



—Dime cariño, ¿Qué planea Ángelo contigo aquí? — Mientras se sentaba sobre sus piernas acariciando su rostro con una pluma blanca.



—Quiere que averigüe quién es hombre que está haciendo que todos sus negocios que salen de aquí caigan como naipes al viento — Mientras con la pluma pasaba por sus labios.



—¿Y qué ha hecho específicamente ese hombre? Cuéntame algo de eso, mira que te estás portando muy bien esta noche lo estás haciendo muy bien cariño.



—Dos embarques de mercancía se han caído y fueron descubiertos por la policía y hace poco hizo que perdiera tres millones de dólares porque uno de los barcos se hundió y no se rescató nada. — Una sonrisa se dibujó en sus labios, pero rápidamente se desvaneció cuando se dio cuenta de que se supone que era ella quien debía hundirlo y solo ella, luego de unas horas de sacarle más información, el hombre durmió por unas horas y cuando se levantó.



—Qué fue lo que paso anoche —Trataba de asimilar la luz del día además de que presionaba los ojos tratando de recordar algo.



—Tranquilo cariño, no contaré lo que paso anoche, solo queda entre nosotros — Mientras simulaba terminar de ponerse la ropa interior.


—No sé de qué estás hablando, no entiendo nada.



—Yo entiendo que no todos los italianos, de pura cepa, sean tan vigorosos como se supone, además que las cosas que me pedías no eran muy naturales por así decirlo, pero si gustas te presento a un amigo que hace esas cosas y no tiene complejos — Y se terminaba de arreglar su vestido para luego peinar su cabello, sin dejar de observar al pobre hombre que parecía una tetera antes de hervir.



—No puede ser verdad, yo nunca, ¡Dios mío! Soy un hombre en toda la extensión de las palabras, no tengo gustos raros, ¡Eso no puede ser cierto! — Mientras se sentaba en el borde de la cama sin poder creer que fuera real, que un hombre como él con la fama que siempre había tenido con las mujeres, pudiera pasar algo como esto, su hombría, su calificación de hombre estaba por los suelos-



»» Te lo ruego, no le cuentes a nadie esto, es demasiado, un hombre como yo no puedo pasar por una vergüenza semejante, sería repudiado y visto como una escoria, lo peor de la sociedad.



—Tu tranquilo, sé guardar secretos, solo que en algún momento necesitaré algún favor tuyo, no ahora o mañana, pero si en algún momento ¿Lo prometes? ¿Prometes hacerme un favor sea cual sea y en el momento que te necesite?



Eso fue suficiente para tener algo a su favor, pero aún no sabía si llegaría un momento en que pudiera utilizarlo. Su mente se estaba nublando por culpa de un hombre de ojos llamativos, de porte, de modelo, de ropa interior, de un hombre que con su mirada y sonrisa coqueta la estaba confundiendo, la estaba distrayendo de sus verdaderos objetivos.



Sus pensamientos de derrota y de incertidumbre por no saber qué estaba haciendo, cuando su teléfono empezó a sonar, movió el rostro dándose cuenta de que había otra realidad, la que la empujaba a ser una maestra de niños de kínder buscando así equilibrar una vida que la llevaría al límite, sino fuera por esos niños que con sus sonrisas le traían alegrías entre tanta tristeza.



—Sí, ¿Quién habla? — Mientras encendía la terma para darse un baño de agua caliente.



—Tengo miedo, ella me da miedo — Era un pequeño, con voz temerosa, era evidente  su miedo, le costaba mucho hablar, era él, lo podía reconocer siempre, algo extraño se apoderó de ella, no podía concebir la idea de que un pequeño tan dulce esté pasando por algo que lo haga sentirse así, el pavor en sus palabras era tan notorio



—¿Dónde estás Maxito? — Mientras sin soltar el teléfono se vestía, tomaba sus llaves y salía de ahí como si le hubiera caído un rayo y los pies le quemaran.



—Estoy en mi cuarto y ella está gritando, quiere abrir la puerta, por favor ayúdeme, no quiero estar con esa señora — La voz delicada y llena de angustia del pequeño, la estaba torturando, taladrando su corazón.



—¿Tienes baño en tu habitación? Si es así, ve ahí, cierra la puerta y sienta en la ducha o Tina de baño que tengas, no le abras a nadie, no digas nada.



Apenas salió de la casa, tomo un taxi, había olvidado arreglar su bicicleta, cuando llevo ahí se baja una cuadrara antes y como vio los hombres de seguridad que conversaban entre ellos, no sabía si también estaban coludidos con la persona que lo estaba atormentando, no podía tomar riesgos, así que decidió trepar la pared aprovechando que había unos tachos de basura y con algunas habilidades adquiridas a lo largo de estos años, finalmente lo pudo lograr y se las ingenió para ingresar a la casa sin ser vista, cuando entro por la parte trasera se oían los gritos.




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