—¡Déjame en paz maldita, estúpida! No tengo idea que eres o que haces en esta casa, así que lárgate, mejor no olvídalo, haré algo mejor que eso, voy a llamar a la seguridad de la casa y que llamen a policía.
Ella no podía creer el nivel de cinismo de esa señora, una que de venerable anciana no tenía ni una cana, no importaba sus quejas de dolor, la pego contra el marco de la puerta, sin ningún tipo de contemplaciones, torció su brazo hasta llevarlo a su espalda para hacerla sufrir aún más, pero ningún dolor podía ser suficiente para haber hecho llorar al pequeño.
—Mira maldita bruja, la que debería tener miedo, eres tú, no sé quién eres o que pretendes, pero dejas en paz a ese niño, conozco a su padre y Maximiliano jamás le gustara saber que tratan así a su hijo ¿Te has puesto a pensar en eso?
Y la soltó haciendo que caiga de bruces contra la madera del piso, pero la risa maquiavélica de esa señora hizo que la sangre se le congele.
—No me hagas reír, tal vez eras alguna amiguita de turno que se cree con ínfulas de tutearlo, soy la abuela de ese niño estúpido que se esconde cuál niñita, soy la única familia que le queda de la mujer que él adora y venera mi hija Azul, y es imposible que te crea alguna palabra que salga de tu boca, así que yo que tú me andaba con pies de plomo, porque esto no se queda así, te lo aseguro me pagaras la humillación, nadie se mete conmigo ni siquiera una niña estúpida como tú.
—A mí hágame lo que quiera, no me importa, que yo no soy una cobarde como usted para meterme con un ser que no puede defenderse, pero atrévase a tocarle un pelo o andar molestando a Maxito y juro que la busco donde sea y no le va a gustar lo que le haré.
Ella se levanta del suelo sin perder la osadía y altivez que la caracterizaba sin dejar de resoplar por la nariz, se arregla la ropa y se acerca a Mary.
—¿Quién eres tú?
—Una dulce y tierna maestra de niños de cinco años. — Y con una sonrisa se gira hasta la puerta donde presume esta Maxito mientras que la mujer se baja las escaleras lanzando tantos improperios en italiano.
—Maxito abre soy cariño, soy miss Mary abre corazón, esa vieja bruja ya se fue
Segundos después la puerta es entre abierta ligeramente, asomando a un tembloroso y tímido niño que en cuanto lo ve la abraza con todas sus fuerzas, ella le devolvió el abrazo para luego revisar que no tuviera ni un rasguño recordando aquella clase.
—Muy bien campeones y campeonas, hoy les enseñaré algo muy importante — Mientras sacara una pizarra con unas imágenes. Y todos los niños sin excepción alguna miraban sin perder ningún detalle, es que ella tenía una manera de llegar a ellos que no cualquiera podía, era como magia para esos pequeños y saltarines corazones.
»» Toda esta semana memorizaremos un número o dos por día, este número es muy importante porque cuando sientan miedo de algo o alguien y sienta que les puede suceder algo que no les guste van a tomar un teléfono y llamarme.
—¿A cualquier hora miss lind digo miss Mary? — Bajando el brazo decía Henry, un dulce niño que tenía una vida muy dura para tener cinco años y con una madre que no lo quería ni a él o a su hermana melliza Gaby.
—Tranquilo campeón, todo está bien, ya estoy aquí, fuiste muy valiente y estoy orgullosa de ti, — Y lo volvía a abrazar.
—¿Fui valiente de verdad? — Secándose las lágrimas y viéndola con sus ojos hasta casi salirse de sus órbitas
—Claro que, si no cualquiera lo hace, valiente es quien a pesar de su miedo hace algo, tener miedo no es malo y tú eres el más valiente porque me llamaste y pediste ayuda.
El niño emocionado la abrazo tan fuerte, pero tan fuerte que era evidente que seguía temblando producto del miedo, así que Mary lo cargo y entro a la habitación, se sentó sobre la cama acunándolo como si de un niño pequeño se tratase, empezó a acariciarle el cabello y cantarle una canción.
—Almohada de oro
Peine de cristal
Mamila de perlas para tu soñar
si te duermes ya Dios te premiará y con las estrellas tú soñarás, tú soñarás
Mientras sus ojos se cerraban, pero antes de hacerlo le dijo
—No me deje solo, como me dejo mi mamá
Para minutos después quedar dormido por completo, dentro de su pecho algo se movió, algo surgió esas ganas de protegerlo de quien sea, tal vez la vieja esa tenía razón y no podía decirle lo que paso ¿A quién le creería? Pero eso no se iba a quedar así, algo tenía que hacer sin importar madre de quien fuera, luego de asegurarse que de verdad se había dormido bajo para darse cuenta de que los de seguridad estaban subiendo y se sorprendieron viéndola.
—No me digan nada par de imbéciles, que solo vine a cuidar a Máximo Junior, ya que ustedes están pintados en la pared, si abren la boca yo le contaré a su jefe que pude entrar por delante de sus narices — Mientras los amenazaba con el dedo tratando de inyectarles miedo algo tan sacado de un sombrero teniendo en cuenta la gran diferencia de tamaño.