Mary no se sentía nada bien, la cabeza le daba vueltas y sentía que había caído en un pozo de fuego y la estaban quemando a carne viva, trataba de levantarse, pero en vano, por momentos sentía que calor infernal y otros un frío que le congelaba hasta las pestañas, entonces escucho el timbre del intercomunicador sonar una y otra vez, sin embargo, aunque quería levantarse era imposible, sus ojos se cerraban, pero cuando pasados los minutos oyó un ruido en la puerta, tomo fuerzas de donde no había, trato de atarse más la bata de seda que aún traía color blanco que dejaba ver un poco de su ropa interior y se arrastró por las paredes de la habitación hasta llegar a la sala,
Cuando vio quién había entrado en su departamento, a su sacrosanto espacio personal, no pudo evitar señalarlo con el dedo, pero eso fue algo que a duras penas logró hacer, ya que sintió que las pocas fuerzas que había juntado se desvanecían, hasta el punto de casi caer al suelo, si no fuera por la rápida acción de Maximiliano esta se habría dado de bruces contra el suelo.
—¡Carajo, Edward mueve el culo y trae un médico! Deja de quedarte parado como un imbécil— Mientras la tomaba entre sus brazos y la regresaba a la que creía que era su habitación, bastante monocromática para ser mujer, pensaba, muy blanca, no muchos muebles salvo un closet y unas cajas y un escritorio con un computador una cama que predominaba el color blanco lo único que resaltaba era un viejo baúl con candado.
» ¡Estás loca mujer! Estás ardiendo en fiebre — Tuvo que cerrar los ojos un momento, ya que pudo ver por debajo de la bata, por un momento se veía tentando a calmar su curiosidad, pero Maximiliano Del Monte, no era un hombre que se aprovechara de una mujer inconsciente y mucha menos una que le provocaba cuidarla y venerarla, se veía tan vulnerable, hermosa con las mejillas sonrojadas, producto de la fiebre que la aquejaba.
Busco la puerta de baño, tomo un paño que encontró en el lavabo, lo humedeció y lo empezó con este a recorrer la frente de Mary, como si fuera lo más delicado que había podido tocar alguna vez, se desesperaba los minutos pasaban y el médico no veía.
»» ¡Juro que le cortaré las bolas si no aparece rápido!, muñequita ¿Qué has hecho para estar así? — Acariciando su rostro embelesado por su belleza sin una gota de maquillaje, simplemente era hermosa al natural o como la viera, hasta que finalmente el médico llego la cara de Edward estaba pálida, podía reconocer a simple vista que su tardanza podría traerle problemas, pero confiaba que la mujer que traía a su jefe de cabeza se recuperará pronto, para así salvar su pellejo.
Minutos después y luego de revisarla sin que Maximiliano se despegara ni un segundo de la habitación, desconfiaba de ese hombrecito, como le decía él, por su tamaño varios centímetros menos que él, la manera en que ese médico mirada de forma tan lasciva que pudo observar, no le gustó nada así que en cuanto término de revisarla lo invito a retirarse de la habitación para luego hacer que Edward fuera por la medicina.
El médico aplicó una inyección para bajar la fiebre e infección, dejo algunas indicaciones junto con la receta media, se levantó para irse sin antes voltear y darle otra mirada llena de morbosidad, que fue la gota que derramo el vaso para Maximiliano que habría tratado de contenerse porque no era el momento, pero no iba a soportar que alguien que no fuera él la mirara así, no hubo tiempo de analizar sus sentimientos o porque se sentía de esa manera solo actuó como solo un hombre preso de los celos podía actuar, por eso no se pudo aguantar más y cogió del cuello al médico que empezó a aterrorizarse por la mirada llena de rabia de Maximiliano.
…
—¿Eso es todo verdad? —Edward, estaba incrédulo que su querido jefe haya llegado a tanto.
—Si así es
— Entonces que sea la primera y última vez que la ve esa manera, médico asqueroso, porque que me entere de que ha regresado con alguna excusa, juro que encontraran su cuerpo en el río Hudson y nadie podrá reconocerlo.
—¡Si lo juro! Yo este mandaré a una enfermera en unas horas para que la chequee
Nunca se había sometido a una situación como esta, luego de volver a disculparse y caer al suelo aprovecho que Maximiliano se daba la vuelta en colérico para casi arrastrándose salir del lugar, jurándose a sí mismo de verdad nunca más volver más bien se mudaría de ciudad. Sabía que los hombres como Maximiliano no jugaban con eso.
—Esta mujer me va a volver loco, que hago yo de enfermero, de alguien que no tiene nada que ver conmigo, estoy perdiendo la razón — Mientras acariciaba su rostro para luego pasar por sus labios recordando aquella vez que se atrevió a probarlos, olvidando donde estaba y quienes estaban alrededor, cuando de pronto Mary se movió empezando a vagamente pronunciar algunas palabras.
—No te vayas, no quiero estar sola, tengo miedo — Una mueca de dolor se postró en su rostro y su cuerpo empezó a temblar Maximiliano se paró como si eso le hubiera provocado cosas que hace tiempo no sentía y se empezaba a dar cuenta, sin embargo, por más que no quisiera, no podía evitarlo, sentía esa necesidad de cuidarla, observó que su ropa estaba húmeda y en su estado era peligro, tenía que cambiarla de ropa y ni que estuviera fuera de sus cabales dejaría que Edward lo hiciera, así que suspiro profundo se acercó a lo que creía un closet Iba a revisar más cuando pudo observar de manera casi perfecta una ropa de dormir doblada, sorprendiéndose lo ordenada que era esa mujer, todo en su lugar nada desentonaba separado por colores y cubiertos con algún protector, giro su cuerpo para como pudiera y cerrando los ojos, pero que no evitaba que sus manos llegarán a tocar su piel haciendo que su querido amiguito despertara en el acto con la suavidad de su tersa y suave piel, volvió a jugar todo el autocontrol que poseía la cambio de ropa en su totalidad incluida la ropa interior para luego irse corriendo al baño necesitaba algo de ayuda para bajar la erección de que era preso, tomo la ropa interior que minutos antes le había quitado y la presiono fuerte hasta sentir que se liberaba de la tensión en su cuerpo.