Vidas Secretas

PARTE VEINTISIETE

 

—Mamá ¿Quién es él?



—Es tu hermano cariño, tu hermano mayor se llama Ángelo, está algo molesto por unas cosas, así hay que ser muy buenas con él para que ya no esté con esa carita.



—Si mami, le voy a reglar a mi Monchi, para que juegue.



Cuando la niña de cinco años se acercó a su hermano mayor de unos trece años, que vestía Una camiseta blanca y pantalón de vestir color negro, cuando la vio evoco una sonrisa que guardaba mucho de ser una sonrisa de amor a su hermana menor.



» Hola, Hermanito, soy tu hermana chiquita Rosalina, este es mi mejor amigo Monchi te lo presto para que juegues y ya no estés triste como dice mi mami.



La inocencia de su tierna niñez no la había preparado, para lo que a continuación el chiquillo delante de ellos iba a hacer con la hermosa ofrenda que consistía en un oso de felpa con ojos de botones y lazo rojo en medio del cuello, uno con quien siempre ella jugaba o la acompañaba hacia todos lados.



—Esta cosa no me gusta — Y lo partió en dos dejándolo caer al suelo ante el rostro que se empezaba a llenar de lágrimas, recogió los restos de u querido Monchi y fue corriendo entre lágrimas a buscar la protección de los brazos de su madre, esa noche Ángelo fue castigado por su padre y a partir de ese momento un odio desmedido hacia ella empezó crecer, algo que Mary no había previsto el momento exacto en que el odio de quien debía protegerla creció hacia ella, solo eran recuerdos que no podía apartar de su mente por más que se dijera a sí misma que así debía ser



—Mami, mami, él es malo mami es muy malo —De su rostro caían las lágrimas, no era una pesadilla, era volver a vivir la primera vez que su corazón sintió que la maldad la acechaba, era la primera vez que había sentido dolor en su pequeño cuerpecito y eso es algo que nadie olvidada.



—Señor, creo que la señorita está teniendo una pesadilla, ya que está balbuceando cosas que no entiendo, creo que es en Italiano — Mientras salía de la habitación, luego de haber revisado su temperatura.



—¡Carajo! Fíjate la sopa y cuídala como tu vida — Edward no sabía qué hacer, un hombre de su tamaño y con tus habilidades entre ellas, tiro al blanco, manejo de diversos tipos de armas y objetos, punzo cortantes, artes marciales mixtas, estudios en táctica y espionaje adicional a su metro ochenta y aspecto rudo, quien lo viera ahora moviendo con un cucharón una olla para que no se seque la sopa, ni en sus peores pesadillas,



Cuando Maximiliano entro a la habitación pudo ver las lágrimas que caían de sus ojos sin tener que abrirlos, podía ver la angustia en su rostro, la tristeza se apoderaba de ella y eso era algo que él no quería permitir, sentía que su dolor era su dolor y sus lágrimas tomo su rostro con la mano izquierda y con la yema de sus dedos empezó a secar sus lágrimas, con tanto cuidado, con tanta consideración que eso no se esperaba de una de las cabezas de la mafia de New York el que estaba ahí sentado a un lado de la cama no era más que un hombre conmovido por el dolor de una mujer que se estaba metiendo en su sistema de una manera vertiginosa y descomunal y por lo cual él no había hecho nada para que no fuera así, cuando se dio cuenta la manera en que la miraba, la manera en que quería matar a quien le hiciera daño o no quería que siquiera pensara en algo que haga que su corazón se entristeciera, el miedo llego a él, el reconocimiento que no era el mismo haciendo algo así, se levantó de la cama a punto de tener una crisis de nervios, daba vuelta por la habitación sin dejar de tomarse de los cabellos de manera desesperada.



—Yo no puedo, yo no es verdad, es una estupidez, Maximiliano Del Monte, no puedo hacer algo así, Azul, si esa es la mujer que yo amo y amaré toda mi vida, es una tontería, estos malditos pensamientos, si solo ella y nadie más que ella está en mi corazón mi hermosa Azul. Lo que yo debo hacer es concentrarme en mi objetivo si destruir a los Rinaldi si eso.



Trataba de convencerse a sí mismo que no era verdad que el amor se había metido en su alma y su cuerpo, se quería convencer de que no era verdad que la sonrisa de Mary lo había encandilado desde la primera vez que la vio a los ojos, no iba a admitir que el amor que alguna vez sintió por su amada Esposa empezaba a evaporarse, no quería admitir que su corazón la reclamaba como suya, aunque eso a su mente aún no llegaba.



—Mami — Pero todos esos pensamientos de no es verdad, de no siento nada, me debe dar igual lo que le pase, todas esas voces que rondaban en su cabeza se fueron por un tacho, cuando sintió la angustia en la voz de esa pequeña castaña que había puesto su mundo de cabeza, volviéndolo vulnerable hasta el punto ir corriendo hasta la cama y tomar su mano entre las suyas tratando de calmarla.



—Tranquila, pequeña, no estás sola, pequeña, no te voy a dejar sola.



Otra vez esa mirada de embelesamiento hacia ella, otra vez esa mirada de hombre con el corazón domado, otra vez esa manera de verla como si ella fuera lo único en el mundo y que el mismo mundo había dejado de girar y solo estuvieran ellos, no pudo evitarlo, era como un imán, era como si la comisura de sus labios lo atrajeran y hubieran derramado un hechizo sobre él, ya no luchaba, no le importaba lo que había pensado minutos antes, la quería para él, aunque no estuviera seguro si era amor o atracción se acercó a ella de manera lenta, alejando cualquier pensamiento de que lo que iba a hacer estaba mal, tomo sus labios de manera suave delicada, tomo sus labios sintiendo que era un sediento en el desierto encontrando un oasis a donde sumergirse.




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