Vidas Secretas

PARTE TREINTA

 

—¡Papá, me dijiste que me recogerías! No es justo, yo quería saber cómo estaba mis linda — cruzando los brazos, sentándose en el sofá con los brazos cruzados.

 

—Hijo, no te pongas así, es que a papá le salió un trabajo extra, pero sí fui a verla — sin dejar de recordar la manera en que probó sus labios, la manera en que llegó a sentir su sabor. La deseaba tanto, pero sabía que conquistarla no sería fácil.

 

» ¿Te agrada mucho tu maestra verdad? —Mientras su hijo soltaba sus brazos y miraba a su papá con los brazos extendidos hasta llegar a sus hombros.

 

—Papá, ella no solo me agrada, ella es muy linda, es graciosa, bonita, sabe de cómics. ¿Ya dije que es muy bonita?

 

Maximiliano solo podía sonreír e inclinar hacia abajo el rostro para que su hijo no se diera cuenta de que le parecía muy gracioso como abría los ojos y como repetía una y otra vez lo linda que era, porque eso de sobra ya lo sabía, sabía perfectamente que Mary era una mujer tan hermosa que había hecho que pensara seriamente en hacerla su esposa, algo que nunca había creído ser posible después de todo lo que había pasado nunca imagino alguna vez que lograría que una mujer se metiera en sus entrañas, nunca imagino que una mujer invadiera su corazón y pensamientos de una manera tan avasalladora hasta sentir que la quiere en su vida para siempre.

 

» Papi, papi ¿En qué tanto piensas? Te estoy hablando y no me haces caso, ¿Podemos invitar a comer a mi maestra cuando ya esté sanita?

 

Era la oportunidad perfecta, jamás imagino que tendría que recurrir a su hijo para algo como eso, pero no quedaba de otra.

 

—¿Y si la llamas para saber cómo está? Y puedes preguntarle si puede venir a almorzar cuando se cure.

 

Los ojos del pequeño, adquirieron un hermoso brillo. Ese niño sintió que su corazón saltaba y solo pensaba.

 

—Mi papi se puede enamorar de ella como en las novelas, luego ella se vuelve mi mami y tengo muchos hermanitos. ¡Sí! —Pensaba el pequeño dentro de su inocencia, pensaba que era algo sencillo.

 

» Sería buena idea ¿Qué te parece?

 

Minutos después ya estaban marcando el teléfono luego de cuatro timbradas. Cuando ya Maxito estaba perdiendo la fe, la hermosa voz de su maestra le devolvió la alegría.

 

—Miss linda ¿Se siente bien? ¿Ya no le duele su garganta? Mi papi no me deja comer muchos helados porque me puede enfermar, no coma muchos helados, yo no quiero que se enferme.

 

—Maxito, eres un sol, un niño bello, ya no voy a comer muchos helados, no te preocupes, precioso. ¿Cómo estás tú? —Maximiliano había puesto el altavoz y esa dulce voz lo tenía embelesado al punto que, sin proponérselo, ponía ojos de corderito.

 

—Yo bien, ya comí todos mis vegetales y estoy aprendiendo a cortar la carne, miss linda, cuando se cure ¿Puede venir a comer a mi casa? Por fis, diga que sí, por fis, por fis, por fis.

 

¿Qué iba a hacer si la pequeña voz casi le estaba suplicando? Aunque no quería estar cerca de Maximiliano Del Monte, no podía evitar que la voz casi suplicante de Maximiliano junior, la conmoviera adicional, a eso todo cuadraba y pensó que estaría a salvo.

 

—Me gustaría ir, pero

 

Cundo Maximiliano oyó que había aceptado si no daba un salto de alegría era para no ponerse en evidencia con su hijo, pero bien que quería saltar por toda la casa y gritar como un maldito adolescente enamorado.

 

» El fin de semana cuidaré a Cami y Henry, si no tiene problema tu papi en que sea una tarde de juegos, yo no tendría ningún inconveniente, le preguntas y me avisas, muy bien corazón voy a descansar un ratito que todavía me duele un poquito mi garganta y la enfermera me va a poner una inyección y tú ya sabes que eso es para que uno se sienta mejor ¿Cierto?

 

—Si usted nos enseñó que no debemos llorar porque eso es solo como un pequeño peñisco chiquitito y debemos ser valientes cuando estemos enfermos.

 

Cuando cortó la llamada, el pequeño giró su rostro a ver a su papá, quien no esperó que su hijo preguntara, solo acento con la cabeza, confirmando así que no había problema y el que mismo confirmaría con la maestra.

 

HORAS DESPUÉS

 

—Hola, querido, ¿cómo estás? Y mi hermoso nieto, ¿dónde anda? — Mirando por todo el lugar, siendo algo cautelosa de que su nieto no haya dicho nada.

 

—Buenas tardes, doña Elena, qué gusto tenerla por aquí con usted, quería hablar de algo en realidad.




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