Vidas Secretas

PARTE TREINTAYDOS

—¿Están Listos? ¿Se van a portar bien? — Mientras les sonreía y conducía el auto rumbo a la casa del hombre que provocaba sus desvelos y atormentaba su mente día y noche.

 

—¡Siiiiii! Nos vamos a portar muy bien, como mi tía nos enseñó maestra, hasta nos bañó, es tan rico bañarse ¿Verdad Henry? — Ella sabía las dificultades que la tía de los pequeños estaba pasando para poder obtener su custodia y se ofreció a cuidarlos mientras ella resolvía unos problemas personales, quería apoyarla, ya que al igual que ella también había sido lastimada por el ser que debió ser su ejemplo y no su verdugo.

 

—Bueno, pequeños angelitos ya casi llegamos, dígame algo ¿Cenaron anoche en casa de la abuela? — Podría sonar cruel, pero tenía el presentimiento, sabía que era injusto lo que estaba pasando y seguramente no habían cenado como deberían hacerlo, ese par de mujeres debieron ser algo de su hermano en alguna vida pasada porque están cortadas por la misma tijera, lo sabe de antemano por qué alguna vez fue

 

—Señora, no me cierre la puerta, necesito hablar con usted sobre sus hijos, no puede simplemente cerrarme la puerta en las narices.

 

—Pierde su tiempo, maestra, tengo cosas más importantes que hacer.

 

—¡Solo se está pintando las uñas, no puede decir que no es importante lo que vengo a hablar, si se trata de sus hijos, ¿cómo puede ser tan insensible?! Se trata del bienestar de sus hijos.

 

—¡No me grite que no está en su casa!, ¿Quiere hablar de los mocosos? Vaya a molestar a santa Emilia, a mí déjame tranquila que así me veo más bonita. No se ofenda, pero — Volviendo a cerrar la puerta en la cara.

 

—Mi mamá, digo, mi tía Emilia, nos llevó comida, un rico arroz con un pollito muy sabroso. ¿Verdad, Cami? — Mientras la pequeña confirmaba lo dicho por su mellizo, pero segundos después el rostro de la niña se desencajó, siendo notado por Mary.

 

—Preciosa, ¿Pasa algo y esa carita? — Dando la vuelta a izquierda faltando pocas cuadras según GPS, es que los recogió en casa de su tía y Emilia le prestó un pequeño auto que era de una amiga suya.

 

—¿Está bien que las mamás nunca le digan te amo a los hijos? — Sintió que su corazón se estrujó, ¿Cómo una niña tan pequeña podría preguntar algo así?

 

—No pienses eso, tesoro, tú tienes muchas personas que te aman como yo, por ejemplo, y tu tía Emilia — le brindó una sonrisa por el espejo retrovisor tratando de calmarla logrando su cometido.

 

» Nada de caras tristes que llegamos — Mandando un mensaje indicando su llegada, pero justo cuando iban a bajar de auto, este empezó a hacer ruidos extraños hasta que del motor empezó a salir humo.

 

—Miss linda, el auto está enfermo, está tosiendo y votando humo como un tren, ¡como el tren tomas que divertido! — Estaba entretenida tratando de llamar una grúa, cuando pudo divisar detrás del humo un enorme cuerpo que se acerca a ella, haciendo que deje de presionar los números necesarios, tuvo que pasar saliva, ahí estaba el culpable de sus desvelos, el dueño de sus sueños más pervertidos unos que jamás había tenido a no ser por él, ahí estaba el tan guapo e imponente como siempre.

 

—Buenos días, señorita Mary — Su rostro era serio, no estaba esa sonrisa que ya se había acostumbrado a recibir de él.

 

» Creo que su auto se averió, no es necesario que llame a alguna grúa, voy a mandar que mis hombres lo lleven a un taller para revisarlo, mientras pasen, que Máximo está muy impaciente. — Y esa sonrisa regreso estaba ahí, aquella sonrisa que podía incitar al pecado si se lo propusiera.

 

No le dio tiempo ni de decir que el auto no era suyo, ya que los niños corrieron rápidamente dentro de la casa, al estar la puerta principal de esa fortaleza abierta de par en par, custodiada por los hombres de seguridad que, al verla, podían reconocer que era ella, la que había logrado burlar la vigilancia de la casa de manera tan fácil dejándolos en ridículo. Sentían que el aire les faltaba, empezaron a acomodar los cuellos de sus apretadas camisetas y a sudar frío, pero al ver como ella les lanzaba un guiño disimulado, era como si le hubiera devuelto el aire al cuerpo, en el fondo les gustaría que una mujer así fuera la dueña de esa gran casa que aunque el pequeño Maximiliano era un sol de todas maneras le faltaba ese toque de hogar, pensaban que ella si sería una pareja ideal para su jefe, aunque esto no lo pudieran decir en voz alta porque sus cabezas rodarían en segundos.

 

Cuando se abrió la segunda puerta principal, el pequeño era quien los esperaba corriendo a abrazar a ambos niños, una escena tan tierna, ya que saltaban haciendo una ronda y lanzaban gritos y alaridos.

 

—Vengan, les voy a enseñar mi cuarto. Tengo muchos juguetes y cómics que, aunque no entiendo las letras, me gustan los dibujos. Pueden escoger el que quieran.




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