Vidas Secretas

PARTE TREINTA Y OCHO

 

—¿Qué quiero dices? — No tenía duda, sabía que quería. — Quiero que tengamos una cita para demostrarte que es lo que quiero, sé que soy un caso — Mientras jugaba con un mechón de su cabello

 

—Eres un caso clínico, seguro ¿Qué no eres un hombre bipolar? Conozco una buena psicóloga si gustas — Maximiliano sonrió, posando su rostro sobre el hombro de ella, empezando a sonreír por las locuras que pasaban por su cabeza.

 

—Eres una mujer muy especial — Para posar sus labios sobre los de ella, de manera lenta pausada, no quería asustarla, solo quería volver a probar de esa boca que lo incitaba a pecar, tomando su rostro con las manos, ella correspondió a sus besos, ya que también lo había querido hacer durante estos casi dos días a su lado, no era un hombre amargado, sintió que no debía temerle y que solo por un momento dejar algo de su confianza en él y dejar esas barreras que tanto le habían costado construir durante este tiempo.

 

—¿Por qué me besaste? — Tratando de calmar a su corazón y bajar esa calentura que se había metido a su cuerpo.

 

—Porque quiero que pienses en mis besos hasta que me des una respuesta y antes que diga algo, creo que deberíamos salir antes que aparezcan esos pequeños superhéroes — Quitando el seguro a la puerta y saliendo primero para asegurarse que nadie los viera sin soltarle la mano.

 

—Entonces, si te gustan los superhéroes, — Lanzando una pequeña risita que para Maximiliano parecía el de un ángel.

 

—Es que ellos son supe curiosos, y Maxito se cree superhéroe cuando quiere defender a Camil, según me contó Henry.

 

—Y ¿En qué momento hablaste con Henry? Qué y no vi. — Tratando de soltarse de su agarre.

 

—Cuando mi hijo, fue al baño y ustedes jugaban cosas de chicas, por cierto, Henry es niño muy inteligente y extrovertido, habla hasta por los codos, cuando decide soltarse. — Mientras gritaba a los niños para que ya estén listos,

 

—Ese niño listo y parlanchín es quien ayudo a Fernanda integrarse rápidamente a la escuela y además que Camil, con una sonrisa, podría hacer lo que quiera con Maxito — Mientras bebía un vaso de agua.

 

—Algo así como tú, si quisieras podrías hacer lo quieras conmigo y no lo aprovechas — El rostro de Mary era como un tomate que casi se atraganta con el agua, él fue rápidamente a acariciar su espalda como de una niña pequeña se tratase aprovechando de eso y acariciándola suave, tomándose su tiempo hasta llegar a su cintura a lo que ella no lo rechazó, esa manera suave, pero llena de otras intenciones, la estaban haciendo perder noción de donde estaban hasta que unos pasitos se oían y una maldición salía por la boca de Maximiliano.

 

—Papi otro día y me puedo quedar con ellos, cuando Henry estén en la casa de tu tía — Cuando iba a responder, Mary le hizo un ademán de que no podía ser.

 

—Ya veremos campeón, ahora despídete de tus amiguitos mientras yo los acompaño a casa.

 

Un rato después los niños ya se había quedado dormidos en el auto, no pudieron hacer nada contra el empeño de pequeño Maximiliano y su promesa de comerse los vegetales verdes si los dejaba acompañarlos, Maximiliano nunca manejaba, pero sintió esa necesidad por ella hacerlo.

 

Cuando estaban por llegar al departamento de Mariana, la tía de los pequeños angelitos, Maximiliano le hizo a Mary esa pregunta que había rondado en su cabeza todo el trayecto desde que la beso y saboreo sus labios llevándolo al cielo e imagino si con eso lo hacía sentir no mariposas más bien martillos golpeando su corazón como sería si pudiera acariciar cada parte de su piel, pero tenía que ir paso a paso para asegurarse a la vez que era lo correcto.

 

—Si Maximiliano tengamos esa cita — Suspirando y sin querer verlo a los ojos, porque si lo hacía sería capaz de lazarse a sus brazos e instigarlo hasta que él la haga suya en ese mismo auto.

 

La sonrisa en el rostro de Maximiliano no podía ser ocultada, su blanca dentadura y el brillo de sus ojos no los podía esconder, era por dentro como ese jugador de futbol cuando mete un gol de campeonato. Pero tenía que guardar la calma y no espantarla.

 

—Está bien, entonces creo que llegamos — No dijo nada más, Mary, por algún motivo que no podía entender, sintió tristeza, lo imagino lanzando un grito, o hasta besándola cuando ella aceptó esa cita, pero un simple está bien, ¿Qué había sido eso? ¿Qué significaba eso?

 

—Vamos mujer que solo es una cita, no es como si te fueras a casar con él. — Se decía a sí misma para tratar de calmar sus nervios y su decepción.

 

Cinco minutos ya habían pasado ella se despidió con un simple hasta luego para luego dejar a los niños con su tía, andaba triste y aunque Mariana le pregunto le dijo que solo era un dolor de cabeza que todo estaba bien, al salir del departamento, no veía nada a su alrededor estaba absorta en sus pensamientos hasta que de la nada sintió que alguien la tomaba de la cintura y la besaba iba a quejarse o emplear alguna llave, cuando al abrir los ojos era él, ella no pudo ocultar su alegría y lo envolvió con sus brazos para segundos después soltarse sintiendo que sus pulmones se llenaban nuevamente de aire.




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