Vidas Secretas

PARTE CUARENTA Y UNO

 

No hay necesidad de describir, cuantas veces él la besó como si su vida dependiera de ello, no hay necesidad de contar las veces que ella gritó su proclamándolo mientras la poseía cuál desesperado porque tenía a la mujer de su vida jadeando su nombre de manera demandante para así confirmar lo que él sabía, no hay necesidad de decir cuántas veces sus manos jugaron con cada parte del cuerpo de la mujer que ahora era suya, no hay necesidad de decir la sorpresa y el honor que sintió al saberse el primero en su vida, sus cuerpos bailaron como si supieran que estaban hechos el uno para el otro, él jamás sintió con nadie esa pasión que lo estaba consumiendo, jamás pensó que la noche acabaría con ella sobre él y él contemplándola como si de una aparición divina se tratase quedo embelesado con su cuerpo desnudo sobre el suyo, de la manera en que ella se entregó y él te amó que ambos se dijeron, él acariciaba sus caderas mientras pegaba su cuerpo desnudo hacia él, no podía creer a un que la había hecho suya de tantas formas, de tantas maneras que ni en sueños hubiera imaginado, hacía años que no disfrutaba de un cuerpo y sintió que cada maldito segundo que se contuvo estos años, habían valido la pena si era para esperarla a ella.

 

 

 Se sentía tan diferente ahora y eso que no le era suficiente para saciar esa sed de tenerla, se sentía extasiado porque su corazón le pertenecía era algo que nadie podía negar y sabía que ella era la mujer de su vida por lo que no quería perder más tiempo con juegos previos o cosas como esa, había aprendido que la vida se puede ir en un segundo y lo mejor es disfrutarla, se sentía tan satisfecho con su mundo que decidió dejar su venganza no quería consumir su vida en un sentimiento mal sano, él ahora era feliz, su hijo era feliz porque ella estaba en sus vidas y no la dejaría ir nunca.

 

—Gracias — Le decía mientras la abrazaba pegándola más a él, aunque sentía esa necesidad de volver a hacerla suya, no la quería asustar y que salga corriendo, era su primera vez y quería que ella se vaya acostumbrando de poco a que él sería el único.

 

—¿Por qué? — Mientras recostaba su rostro sobre el musculoso brazo del hombre que había atravesado sus barreras, él que la había hecho descubrir sensaciones nuevas, cerraba los ojos, aspirando su aroma, sintiéndose como en mucho tiempo no se sentía, protegida y amada, pero en ese instante una duda atravesó su mente ¿De verdad era amor o era esa necesidad natural del ser humano de sentirse protegida y amada?

 

—Me siento afortunado de ser el primero en tu vida, no lo imagine realmente, pero gracias por ese honor, juro que no me alcanzara la vida para demostrarte lo feliz que eso me hace— Para luego besar su cuello, bajando poco a poco por su espalda sintiendo como ella se estremecía con sus besos, como su cuerpo reaccionaba a él, había querido contenerse, pero le era imposible, ¿Cómo hacerlo? Si tenía a la mujer que amaba totalmente desnuda, tan receptiva a sus caricias y más si ella se pedía que siguiera y que no se detuviera mientras mordía la almohada a su lado.

 

—No, no te detengas, por favor — Ella se desconocía a sí misma, jamás se hubiera imaginado pidiendo para que un hombre la siga besando, llegando hasta donde nadie había llegado antes solo él.

 

Y no lo hizo, devoro cada pliegue de su piel, cada parte de su cuerpo fue acariciada, besada y marcada por su boca, ella por ratos rasguñaba su piel clavando sus uñas sobre su espalda, ella mordía sus hombros y se apoderaba de su cabello para que así él sintiera como la hacía sentir, ella acarició su cuerpo con curiosidad y algo de morbo reprimido, él la guio, con su voz ronca y rebalsando placer le indicaba donde y como hasta que solo y por instinto logro también darle el placer que él le daba a ella.

 

Cuando las luces de del día llegaron sus ojos pudo observar que eran casi las siete, se levantó de golpe sintiendo un pequeño dolor en la parte baja de su cuerpo, haciendo que Maximiliano despertara, ella giró su rostro y al verlo su dolor desapareció, es que observar su torso desnudo lleno de las marcas que ella había dejado, hizo que se ruborizara de manera inmediata, dejando un tono rosado sobre sus mejillas haciéndola más tiernas ante los ojos de Maximiliano.

 

—¿Estás bien preciosa? ¿Te hice mucho daño? — Mientras dejaba un casto beso en su espalda.

 

—No, al contrario, solo que bueno si duele un poco, supongo que es normal, pero es que tengo que darme un baño para ir a la escuela y no sé si soy capaz de siquiera, caminar después de todo lo que hicimos —Provocando que él se reía por aquel comentario, se paró de la cama y la cargo de la nada llevándola al baño haciendo que ella enrede sus brazos sobre su cuello.

 

—Eso tiene solución —Luego de darle el mejor baño que alguna vez pensó que le podrían dar y él la ayudaba a vestir abochornando botón por botón. Con el rostro tenso.

 

—¿Estás bien? — Mientras acariciaba su rostro de manera tan dulce, que hizo que su corazón tuviera un sobre salto.

 

—Si estoy bien, solo que, estoy poniendo toda la fuerza de voluntad del mundo para, en vez de ayudarte a vestirse, te estaría desvistiendo, pero con los dientes. — Ella tomó su rostro con sus manos, acercando su rostro al de él.




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