Vidas Secretas

PARTE CUARENTA Y TRES

 

—Quiero que Max, lo sepa —Mientras acariciaba su espalda desnuda provocando un leve cosquilleo en el cuerpo de la mujer que amaba.

 

—Aún es muy pronto, esperemos un tiempo prudente, tendremos que tener mucha paciencia — Mientras levantaba su mentón sobre el torso descubierto de su hombre, porque para Mary él era suyo, luego de esa romántica manera de pedirle ser su novia, y tener un pícnic en la playa que termino con el plato fuerte en el departamento de ella haciendo el amor por varias horas.

 

—Estoy ansioso porque ese día llegué, sé que él te adora y será muy feliz sabiendo que su papi — Mientras la giraba para quedar sobre ella y empezar a besar su oreja, bajando poco a poco y ella jadeaba producto de su tacto.

 

—¿Qué dices? —Trataba de articular palabra alguna, pero era imposible si lo tenía besando cada pliegue de su cuerpo.

 

—Que su papi está enamorado de su querida miss linda — Para luego no resistir más y hacerla suya nuevamente.

 

TRES MESES DESPUÉS

 

—Tranquila, preciosa, el té adora y creo que no podrás contener su felicidad una vez que lo sepa — Mientras la ayudaba a bajar de la camioneta y besar sus nudillos para calmar sus nervios.

 

—Es que desde que Henry se fue, él no ha estado muy feliz y espero que esto le regrese la sonrisa, no te rías de mí estoy nerviosa por eso mi mano suda — Ella había querido esperar un poco más, pero desde que Henry enfermo de leucemia y fue operado para luego irse a vivir fuera de la ciudad junto con su tía Mariana que ahora era su tutora legal tanto como de Camil, el pequeño no la había pasado bien, no jugaba con nadie, siempre andaba triste y sin ánimos de nada, a Mary le partía el corazón verlo así y por más que trataba de animarlo le era imposible, solo sonreía cuando Henry llamaba, aunque Maximiliano había querido llevarlo a verlo no sabía dónde estaban y Mary no podía decirle, la situación de Henry y su hermana no era sencilla, esperaba que pronto se resolviera, adoraba mucho a ese par y apreciaba mucho a Mariana y deseaba con todo su corazón que ella sea feliz y que piense mejor las cosas.

 

—¿En qué piensas amor? Te repito no tienes nada que temer, él te ama y sabes que yo también — Ella solo suspiró mientras entraban a la de su novio y los guardias la saludaban no era la primera vez que venía en este tiempo era visitante habitual, pero nocturna, no quería que el pequeño se hiciera ideas si la veía seguido por ahí, todos estaban felices con el puesto que su jefe había cambiado en estos meses, ya no andaba gruñendo por cada rincón y poco a poco estaba dejando ciertos negocios, Maximiliano viajo hacía dos meses a ver a su FAMILIA a pedir apoyo para salirse de este mundo y le estaban poniendo muchas pruebas entre ellas que si era eso tenía que demostrar lealtad y obediencia unos meses más y sobre todo tenía que deshacerse antes de Ángelo ese era una de las condiciones, ya que FAMILIA quería apoderarse del terreno italiano y dejar los de New York que se hacía muy tedioso para la cabeza de la FAMILIA gracias a su enfermedad, MAXIMILIANO había intensificado sus planes ya no por venganza, sino por poder ser feliz con la mujer que amaba y su hijo, pero tenía que ser paciente.

 

—¡Papi, papi! ¿Miss linda? —Él no corrió a abrazarla como siempre hacía, ya eran dos semanas que no lo veía por las vacaciones de otoño, pero algo en el corazón de Mary se estrujó, ¿Todo estaba bien con precioso?

 

—Hola, campeón, si vine con Mary, salúdala — Mientras arrugaba el entrecejo, no entendía la aptitud fría de su hijo cuando él siempre era un niño amoroso, cariñoso y le gustaba demostrar sus emociones abiertamente.

 

—Buenas tardes, papi, tengo hambre ¿Me haces un sándwich de queso? —Ignorando por completo la presencia de Mary, quien no podía creer lo que sucedía y se sentía triste, no es el adorable niño que ella conocía, y empezaba a dudar si sería buena idea que le digan sobre su relación.

 

—Campeón, primero vamos al jardín, ya que Mary y yo queremos hablar algo contigo —Mientras tomaba la mano de su hijo para dirigirse al jardín, pero volteo de golpe, ya que este trataba de zafarse de su agarre, negándose a obedecerlo.

 

—No quiero, yo quiero un sándwich de queso — Forcejeando nuevamente a lo que Maximiliano tuvo que alzar la voz, algo que no hizo nunca con el pequeño, ya que no había tenido que recurrir a ello, nunca fue de los niños que hacían berrinche por cosas como estas.

 

—¡Maximiliano Del Monte Asturias basta! —Mary lo tomo del brazo y trataba de calmarlo y decirle que no era necesario que otro día, pero Maximiliano no estaba dispuesto a dejarse dominar por un pequeño engreído y berrinchudo niño de casi seis años.

 

—¡No me grites papá, no quiero ir con ustedes a ningún lado! — Se soltó de su padre y se fue corriendo a su habitación. Ninguno de los dos podía creer lo que veían, Mary se quedó en silencio atónita y con un sentimiento de culpa, pero tenía que hacer algo, Maximiliano estaba muy molesto y pensó que seguramente lo solucionaría gritando y castigándolo, pero ella sabía que algo pasaba y necesitaba que Maxito le cuente a ella como siempre lo había hecho.




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