Vidas Secretas

PARTE CUARENTA Y CINCO

 

Maximiliano iba a objetar, pero si quería que Mary formara parte de su vida a futuro como lo había estado pensando, solo que no la quería asustar, tenía que darle esa autoridad y por los gestos corporales y la manera de hablar que ella tenía, sabía que defendería a Max como si fuera su propio hijo, con uñas y dientes, eso era algo que lo llenaba de orgullo, que el destino le haya puesto a la mujer correcta en su camino y el de su pequeño hijo.

 

—Muy bien, pero yo te llevo — Hizo unas llamadas y una hora después llegaron a la casa de Doña Elena.

 

—Dile que vas a entrar tú y yo entro contigo en el auto, si esa mujer me ve no te va a recibir — Maximiliano intento objetar, si se suponía que ella no la conocía como es que iba a negarse, trato de no ahondar en el tema y solo obedecer, es que cuando Mary decía algo él solo obedecía había pasado de ser un león a un simple gatito y gracias a una mujer que en este momento demostraba tener el carácter suficiente como para defenderse sola, se anunció y lo dejaron entrar, pero quien bajo no fue Maximiliano, en cambio, fue Mary y cuando Doña Elena la vio, juro que había visto al diablo trato de disimular y alejarse lo más que podía de ella, pero era imposible y antes que ella cerrara a puerta de la casa, Mary metió su pie y con una mano la abrió. De golpe resonando en toda la casa que era bastante peculiar estilo época de Napoleón sillones de terciopelo con moldes de madera dorados, grandes cortinas que llegaban hasta el suelo, un piso de baldas negras en el cual podías ver tu reflejo si querías.

 

—¿Qué haces tú aquí? —Mientras sentía que las manos le sudaban, no era una mujer de dejarse doblegar por nadie, pero la mirada de Mary le hizo ver que no era una mujer sencilla y corriente, era otra cosa, era un brillo, era la mirada que ya había visto antes, pero no recordaba a quien, sin siquiera imaginar hermana de quien era, si lo hubiera sabido, nunca se habría atrevido a tan siquiera levantarle la voz.

 

—Ahora si cacatúa dime a mí lo que le dijiste a Max, a ver si tienes los ovarios para hacerlo, —Doña Elena trato de calmarse, respirar profundo y enfrentarla, nadie la iba a humillar y mucho menos una aparecida que seguramente quería quedarse con la fortuna de su ex yerno.

 

—No tengo que darte explicaciones de lo que haga con mi nieto. Yo puedo hacer lo que quiera y tú no eres nadie para meterte, no sé qué haces aquí, pero lárgate antes que llame a seguridad o al mismo Maximiliano. — Mientras trataba de parecer lo más tranquila sirviéndose un coñac, mostrar una careta ante el mundo era su mejor papel.

 

—Mire, señora — Acercándose y quedando a centímetros de ella sin perder la mirada fija en sus ojos —Yo me meto, porque no voy a permitir que ni usted ni nadie le haga daño a Max, porque yo lo quiero como si fuera mi propio hijo y si tengo que demostrárselo a golpes porque con palabras no entiende, lo haré con mucho gusto. Vamos a ver si una vieja decrépita como usted va a poder conmigo, porque estas uñas no son solo de adorno.

 

—No eres nadie, la madre de Max, está siete metros bajo tierra hace años y yo soy lo único que le queda de ella y me obedecerá, le guste o no le guste, y me voy a encargar que termine en un internado para que aprenda disciplina que buena falta le hace, su padre es un blandengue que le deja hacer o que quiera, niño es estúpido es lo que es, su padre al final hará lo que yo le diga que haga, como todos estos años.

 

Eso fue suficiente cuando oyó el ruido de las palmas de Mary estamparse el rostro de Doña Elena que se le iba a ir encima empleando sus uñas, pero fue sujetada de la muñeca retorciéndosela hasta hacerla girar su cuerpo unos cuarenta cinco grados para su espalda, mientras ella se quejaba del dolor y se iba arrodillando por más que luchaba era inútil, la desesperación se apoderaba de ella solo empezó a gritar auxilio, auxilio, Maximiliano había estado presenciando la escena escondido tras la puerta principal, llenándose de rabia e impotencia, pero sabiendo que Mary se estaba encargando muy bien, ya luego le preguntaría de donde conocía esas técnicas de sumisión.

 

—En tu puta vida te vuelvas a meter con él o yo me voy a encargar de sacarte uña por uña, cabello por cabello, no voy a dejar que nadie le haga daño y menos una bruja como usted, que no es más que una vieja ridícula con el alma podrida que disfruta haciendo daño a los seres indefensos como él, ¡Carajo es solo un niño de casi seis años! Que no tiene a su madre y viene a usted a querer arruinar su alma, no la quiero cerca de mi niño, porque mire bien, le juro que la mando a un dentista y un cirujano, porque va a necesitar reconstruir toda su cara de vieja bruja que tiene.

 

Estaba en colérica, llena de rabia, de furia, cuando era pequeña su hermano también le envenenaba alma por cualquier cosa, la menospreciaba y la hacía sufrir, y odiaba que alguien se metiera con un niño a hacer lo mismo verla ahí doblegada ante su mano, era como si en su rostro viera a su propio hermano Ángelo aquel hombre que había arruinado su vida de muchas formas, estaba tan metido en toda esa rabia que no se había dado cuenta cuando Maximiliano se acercó.

 

—Vámonos Mary, que ya dijiste lo que tenías que decir y esa señora nunca más pondrá un pie en mi casa o se acercara a mi hijo, a por cierto espero que sepa hacer algo en la vida, porque no voy a seguir manteniendo a una escoria como usted, a partir de hoy usted no existe para y agradezca que estoy siendo compasivo por ser madre de quien es, porque sabe muy bien de lo que puede ser capaz.




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