—Si señor no ha salido, está aquí —Mientras observaba quienes entraban y salían del edificio, mensajeros, repartidores de comida rápida y residentes.
—Quiero que le exijan al conserje la copia de la llave del departamento de mi mujer y la tengan en la mano cuando llegue. — Hacía horas que no tenía noticia de ella y eso era algo que no soportaba, amaba demasiado a esa mujer y a veces eso lo desesperaba porque sentir que necesitaba tanto a alguien que no fuera su hijo le costaba, pero igual se dejaba llevar sin imaginar la verdadera magnitud de tenerla lejos significaría para él.
El mismo había decidido manejar por la ciudad observando las luces de la noche, era casi medianoche y no iba a estar en paz hasta que su mujer no esté en su casa y en su cama, aunque estaba la estúpida regla de no poder tocarla como tanto quería. De pronto sonreía al traer a su mente esos recuerdos de como la conoció y como se le enfrentó, como la beso de impulso aprovechando la oscuridad del lugar y que todos le prestaba atención al espectáculo, recordaba lo nervioso y angustiado que se sentía y que no quería nada con ella, como se negaba a lo que ella causa desde el mismo instante en la que vio, la sonrisa no podía alejarse de su rostro recordar todo lo que había pasado llevaban casi seis meses juntos y menos de veinticuatro horas sería finalmente su esposa, aquello que su subconsciente siempre quiso, pero el miedo al pasado y el futuro lo angustiaba, el miedo de traicionar a su querida Azul se suponía que él no volvería a enamorarse, se suponía que su propósito de vida era vengarse del hombre que le arrebato a su esposa, aquella que fue su primer amor él la amó lo sabe, no fue amor a primera vista, pero cuando la conoció en aquel centro comercial hubo algo en ella que le llamo la atención esa timidez y las ganas de protegerla sin imaginar que detrás de ella había un mundo al que él no quería pertenecer y al contrario le huía, pero que por ella finalmente termino siendo parte de él.
Nunca fue un santo, hizo cosas que no lo hacían sentir orgulloso, pero él no era un mafioso por decisión, él se volvió uno por necesidad, solo un mafioso puede tener el poder necesario para proteger a los suyos de quien sea y como sea, recordaba cuando nació Max luego de varios intentos y perdidas finalmente él y su difunta esposa tuvieron eso que sería parte de ellos para siempre era como su huella en la tierra y finalmente lo fue de Azul. Un hijo imaginar a Mary con el vientre abultado mirando tras la ventana donde le diera el sol era algo que lo ilusionaba, pero sabía que no sería inmediato, ella se estaba cuidando y tal vez era lo mejor para así darle tiempo a alejarse lo más que pueda de ese mundo y volverse un hombre digno de ellos, algún día le contaría su historia a Mary sin imaginar que ella también tenía una, pero atada a la de el de manera muy dolorosa.
Cuando llego al edificio se abotonó las mangas de la camisa blanca tan pegada al cuerpo que dejaba ver sus trabajados pectorales o su ancha espalda, aquella que Mary adoraba dejar sus uñas clavadas mientras él la embestía.
—Las llaves — Luego subió al ascensor, presiono el número cinco, pensando que Mary lo iba a escuchar, como podía tenerlo en ese estado de angustia, como podía estar sin contestar el teléfono o decir estoy bien.
» Esa mujer no tiene idea lo que es para mí, no saber de ella, parece que ignorara lo paranoico que soy cuando se trata de las personas que amo. —Llego al apartamento abrió la puerta vio por la sala algunas cosas con sabanas encima y otras listas para ser enviadas por mensajería, pero ella no estaba por ningún lado, cuando abrió la puerta del baño igual nada, balcón igual nada, pero cuando abrió la habitación de ella, sus temores y la paranoia que lo invadían se esfumaron, ese miedo irracional fue volando la encontró dormida abrazando un oso de peluche que él le había regalado en una de sus citas cuando como niña pequeña y engreída le había pedido que gane en una feria para ella y a regañadientes lo hizo, ya que le podía comprarle la fábrica se quisiera, pero no ella quería ese en especial.
—Mary, mi amor despierta, vamos a casa — Tratando de despertarla, pero era inútil, ya que ella más se apegaba al peluche y decía Maximiliano como si estuviera soñando con él, lo que causa que evocara una sonrisa de satisfacción saber que hasta en sus sueños estaba metido.
» Hasta cuando está dormida termino haciendo lo que tú quieres, siempre tuve que una mujer tuviera ese poder en mí, ni la madre de Max lo tuvo y ahora o tienes tú, ¿qué hago si un día no estás? Eso nunca lo voy a permitir, por ti iría al mismo infierno de ida y vuelta, no te imaginas el miedo que tenía en un principio de que el sueño se volviera pesadilla, pero ya todo lo deje atrás, el malnacido que tanto dolor me causo debe estar en el maldito infierno siendo quemado por las brasas del fuego, no soy un santo mi amor, pero nunca le arrebataría una madre a su hijo, una esposa a un hombre. Mis manos no están limpias, he golpeado, torturado por sacar la verdad, he asesinado en defensa propia, pero nunca me atreví a mirar a alguien a la cara mientras le disparaba entre los ojos — Mientras acariciaba su cabello contemplando lo hermosa que se veía sonriendo y murmurando su nombre entre sueños — El mundo siempre tuvo una idea que yo me encargue que tuvieran de mí, me creen sanguinario, temple de acero, inquebrantable, pero tú estás más allá de eso, en este momento ¡Soy un maldito loco del cual eres dueña, siento celos de ese oso de peluche al cual abrazas como quiero que me abraces a mí! Pero eso se soluciona muy fácil.