Vientos de Oriente

Capítulo 18

Los años seguían pasando y, menos yo, todos iban creciendo y envejeciendo poco a poco. A las que más se les notaba eran a las dos pequeñas sacerdotisas que ya no eran tan pequeñas. Cuando las conocí, tenían apenas nueve años y sin casi darme cuenta ya estábamos celebrando el decimosexto cumpleaños de ambas. Al verlas tan mayores, ya aparentemente mayores que yo, empecé a sentirme como una madre orgullosa cada vez que las veía. Me sentía privilegiada de ver como ya habían dejado de ser las pequeñas alumnas que eran al principio. Poder haber visto como Kino decidió activamente encargarse de enseñar a los más jóvenes que llegaban al templo y como Keiko cada día tenía más responsabilidades y cada vez más peso dentro del templo a pesar de que Sayaka que seguía siendo la sacerdotisa principal del lugar.

—¿No crees que le estás delegando mucha responsabilidad a Keiko? —le pregunté a Sayaka una noche que me quedé cuidando de ella—. Eres muy joven para empezar a pensar siquiera en retirarte.

—No lo hago por eso. Lo estoy haciendo por ella —me contestó la mujer mientras bebía un poco de té—. Keiko es muy buena como sacerdotisa, por algo fue elegida como mi sucesora. Tiene una habilidad innata para comunicarse con lo que está fuera del alcance de la gente y es muy sensible a la hora de interpretar los mensajes de los espíritus. Pero sigue dependiendo mucho de lo que yo hago a pesar de la edad que tiene y está más cómoda a mi sombra. Sé que no estaré para siempre a su lado y quiero que aprenda a hacer las cosas sola y que se empiece a sentir cómoda con las responsabilidades del templo. Además, así yo gano un poco de tiempo libre y todos salimos ganando. —Esbozó una sonrisa de satisfacción a la que correspondí, aunque sabía que no podía verme.

—Y si Keiko está ocupada, me tienes a mí para cuidarte.

—No digas tonterías. —Hizo aspavientos con la mano—. Tú también tienes tus obligaciones en la casa. El señor te necesita.

Suspiré.

—Quizás tendría que empezar seguir tu ejemplo y forzarlo a que dejara de depender tanto de mí. Últimamente solo está tranquilo si me tiene cerca. De Keiko lo entiendo, que solo tiene dieciséis años, pero el señor... Tiene ya casi cuarenta años. ¡Pero a veces es como un niño pequeño y malcriado! No sé qué hacer con él...

—No puedes culparle, querida. Ese hombre no ha tenido una vida fácil y relacionarse con las personas nunca ha sido lo suyo. Sinceramente, me sorprende el gran cambio que ha tenido desde que te conoció. A ti te parecerá un desastre, pero nunca antes había sido tan sociable y tan abierto a relacionarse con otras personas. Ya has visto como era con la señora Megumi. Sinceramente, si el señor Yohane no los hubiera comprometido estoy segura de que nunca se hubiera casado.

Me quedé con cara de confundida. Pensándolo en ese momento y a pesar de haberle contado toda mi vida, yo no sabía apenas nada de lo que había sido la vida de Ryūō antes de conocerlo. Y lo peor de todo es que ni siquiera había hecho el intento de averiguarlo.

—¿Por qué lo dices? —le pregunté, consciente de que no podía percibir mi expresión.

—No estoy muy segura de la veracidad de esta historia, pero me lo contó mi maestra, la antigua sacerdotisa principal del templo y madre del señor Yohane. Me contó que su hijo, el anterior señor de la casa, no había tenido descendencia a pesar de tener en aquel entonces cierta edad. Se casó completamente enamorado de su esposa y tras su muerte juró que no volvería a casarse a pesar de la insistencia de todos sus familiares para que diera a la rama principal de la familia un heredero.

»En aquel momento, corría el rumor de que cerca del puerto había un niño mendigo que hacía adivinaciones a cambio de un poco de comida y que siempre acertaba, ganándose así cierta fama con el tiempo. Era un niño que había perdido a su madre y llevaba años intentando sobrevivir con lo que podía, soportando el desprecio de la gente. ¡Qué lástima de criatura! Pero llegó el señor Kirishima y tras probar sus dotes, le dijo al niño que si quería que fuera su hijo adoptivo y heredar en el futuro el título de los Kirishima. Como sabía que no lo aceptarían fácilmente y tras consultarlo con mi maestra, instruyó al niño junto al resto de hermanos, nietos y sobrinos que aspiraban a heredar el título del señor Yohane. Los puso a todos a prueba en igualdad de condiciones y el niño sobresalió de forma destacada frente al resto de aspirantes. A pesar de la constante reticencia del resto de la familia que no aceptaban la victoria del chico, el señor Kirishima se encargó de hacerle su lugar hasta que todo el mundo lo aceptó. Por eso, aunque el señor Yohane no esté entre nosotros, el resto de miembros de la familia que siguen viviendo en la casa respetan al señor Ryūō: no le molestan y él les deja seguir en la casa. Pero, a pesar de los esfuerzos del señor Yohane, el señor Ryūō nunca ha sido capaz de confiar del todo en la gente que se mostraron en su contra en su juventud y aún a día de hoy sigue sin poder confiar en los demás. Por lo que comprenderás mi sorpresa al saber la relación que tiene contigo y los avances que va haciendo gracias a tu presencia.

Me quedé atónita tras escuchar a Sayaka. De cierta manera, la vida de Ryūō me recordaba un poco a la mía. La vida de un niño que había pasado de no tener nada más que desprecio por parte de los demás a tenerlo todo y podía entender esa sensación de no ser nada en un entorno que espera mucho de ti y de las muchas responsabilidades que tiene. En ese momento más que nunca era capaz de entender por qué Ryūō se esforzaba tanto en contar con la aprobación de todos. Necesitaba reforzar constantemente su papel de cabeza de la casa Kirishima, pero también quería hacer lo mejor para el pueblo sabiendo de primera mano lo dura que era la vida de los que sobrevivían en el escalón más bajo de la sociedad.

Frente a la serenidad de Sayaka, en el templo también estaba el nerviosismo juvenil de Keiko que había días en los que no paraba hasta que el sol desaparecía. No daba abasto y, en ese momento, se dio cuenta de las responsabilidades que tenía Sayaka y de las que había sido ajena en pos de cuidar a su mentora y aprender la teoría de la que iba a ser su futura responsabilidad.




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