Vientos de Oriente

Capítulo 21

No obstante, los guardias que se pusieron a cargo de mi custodia parecieron no ser suficientes. A lo largo de varias semanas, tuvimos que cambiar incontables veces de guardias ya que muchos de ellos aceptaban sobornos de aquellos que no aprobaban mi presencia. Estaba claro que había grandes nombres detrás de aquellas agresiones y que los pobres guardias necesitaban más el dinero que su trabajo. Y, a pesar de tener escolta, las agresiones no se detenían. Lo más normal eran objetos voladores provenientes de lugares desconocidos lanzados por manos cobardes. Aunque también estaban los que me hacían tropezar o los que no tenían nada que perder y llegaban a escupirme. Tardamos mucho en encontrar a un par de guardias de total confianza a los que no les temblaba el pulso para retener a los posibles agresores. Los hombres que escoltaban normalmente a Ryūō, pasaron a vigilarme constantemente a mí.

Como te he dicho, todo era siempre muy tenso e incómodo a pesar de que todos intentábamos mantener nuestra rutina con toda la normalidad que podíamos aparentar. Yo, por ejemplo, seguía yendo de vez en cuando y con discreción al templo y continuaba cantando para el señor de la casa o le seguía dando mis consejos. También visitaba a Megumi siempre que lo necesitaba y la ayudaba a que llevara el embarazo lo mejor posible.

Hasta que una noche, mientras le cantaba para que sus dolores mitigaran, rompió aguas. No te voy a negar que entré en pánico y al principio no tenía ni idea de lo que debía hacer. Así que, cuando me acabé ubicando, pedí a mis guardias que fueran a por los médicos y a por Ryūō. Poco me importaba quedarme en ese momento sin protección. Era imprescindible que nos centráramos en cosas más importantes.

No sé la de horas que pasamos en aquella habitación, pero estoy segura de haber visto el sol aparecer y ocultarse varias veces mientras el parto, aunque lento, iba bastante bien según los médicos. Ryūō no se separaba de su mujer, le tenía cogida la mano y no la soltaba a pesar de que creo que después del parto le tuvieron que vendar un par de dedos. Pero así el dolor es compartido, supongo. Pasaron las horas mientras yo simplemente me dedicaba a quitarle el sudor a la parturienta con una tela. No podía hacer mucho más, pero no quería irme de su lado. Sabía que los dos me necesitaban.

Con el paso de las horas, cada vez más personas se fueron reuniendo en las afueras de la habitación. El rumor de que la señora se había puesto de parto voló por la casa y el pueblo. Había mucha expectación por saber cuál de las dos predicciones había acertado y como buenos señores de la nobleza querían ser parte del cotilleo. Y, en mitad de la noche, un llanto desolador recorrió todas las galerías de la casa y, a los pocos minutos, este fue acompañado por un segundo llanto igual de potente.

Al final ambas predicciones habían acertado: habían sido un niño y una niña. Los dos guapísimos igual que sus padres y muy sanos. Cuando comprobaron que todo estaba en orden, tanto los médicos como los nobles cotillas se marcharon. Yo fui hasta el templo para informar de la buena noticia a las sacerdotisas para luego volver al pabellón junto a mis guardias. Todos necesitábamos descansar.

Volví a la noche siguiente para ayudarles con los niños.

—¿Y ya han decidido nombre? —les pregunté mientras acostaba al niño.

—Ya lo habíamos decidido hace tiempo —contestó Megumi con una sonrisita pasándole el testigo de la conversación a su marido.

—El niño se va a llamar Yohane, como el anterior señor Kirishima. Y la niña se va a llamar Mizuka.

En ese momento, pude notar como se me inundaron los ojos. Me sentía honrada por poder ponerle un nombre, aunque fuera falso, a la hija de unas personas que habían hecho tanto por mí.

Desde el nacimiento de Mizuka y Yohane, volvimos a crear una burbuja de felicidad a nuestro alrededor, ajenos a los rumores que seguían circulando, todo gracias a la protección de los guerreros adecuados.

Pero como siempre me gusta recordarte, la felicidad no es eterna.




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