Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Episodio 2

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El carruaje atravesó calles menos concurridas hasta detenerse frente a una casa modesta pero bien cuidada, en las afueras de Londres. El aroma a té y leña quemada se mezclaba con el aire fresco de la mañana, dando al lugar un toque de simplicidad acogedora.

Cuando Clara y Theo bajaron del carruaje, la puerta de la casa se abrió lentamente, revelando a una mujer anciana, de porte altivo pero con una mirada cálida y perspicaz. Sus ojos se posaron en Clara con una intensidad inesperada, y por un instante, el aliento pareció faltarle.

—Dios mío —exclamó, llevándose una mano al pecho—. Qué sorpresa tan inesperada… y tan bienvenida.

Hizo una breve pausa antes de añadir, con la voz embargada por la emoción:

—Incluso después de todos estos años… reconocería esos ojos en cualquier parte.

Clara intercambió una mirada breve con Theo antes de responder:

—Creemos que tal vez pueda ayudarnos con alguna información.

La mujer inclinó ligeramente la cabeza, examinándolas con curiosidad.

—Entrad, mis queridas. Nada importante se discute de pie en la puerta —dijo, dándoles paso.

El interior de la casa era simple pero acogedor, con una chimenea encendida y una tetera silbando suavemente sobre la rejilla. Las ventanas dejaban entrar una luz dorada que hacía el ambiente aún más acogedor.

—Sentaos, por favor —insistió la mujer, sirviendo tres tazas de porcelana fina con un gesto ágil.

Clara se acomodó en el sofá de terciopelo gastado, mientras Theo aceptaba el té con un agradecimiento educado.

—Dejadme veros bien —pidió la mujer, sentándose también, los ojos brillando con una nostalgia lejana.

Fue entonces cuando sus ojos se posaron en el medallón que Clara llevaba al cuello. El tiempo pareció detenerse por un instante. La anciana jadeó levemente, extendiendo una mano temblorosa hacia la pieza, sin llegar a tocarla.

—Este medallón… —murmuró, con la voz entrecortada—. Ya he visto este diseño antes.

El corazón de Clara se aceleró.

—¿Dónde?

La mujer alzó los ojos hacia ella, ahora llenos de una certeza inesperada.

—Era igual al que usaba Lady Carolyne Cavendish. Y lo recuerdo bien, porque… fue ella quien me dijo que la niña… era de la familia.

Clara frunció el ceño.

—Lady Carolyne… ¿Cavendish?

—Sí, querida. La madre de Lady Lilian.

El silencio que siguió fue denso, cargado de significados que Clara aún no lograba descifrar.

Theo, siempre práctica, dejó la taza sobre la mesa.

—¿Qué quiere decir con eso?

La mujer dudó solo un momento antes de respirar hondo.

—La señora Carolyne decía en susurros que la niña que llevaron a la casa… tenía sangre de los Cavendish. Pero poco después, Lady Carolyne murió al dar a luz.

Clara sintió los dedos apretar instintivamente el borde de la taza.

—De la familia. ¿Qué lazos la unían a los Cavendish?

La anciana posó una mano gentil sobre la suya.

—Quizás ya lo sabías, querida… o quizás estabas destinada a descubrirlo.

Clara parpadeó, la mente hecha un torbellino, pero no estaba dispuesta a aceptar una respuesta vaga.

—Si Lady Carolyne dijo que la niña era de la familia, eso significa que alguien más conocía la verdad —insistió con voz firme—. ¿Quién más podría saberlo?

La anciana dudó, los dedos temblorosos rodeando su taza de té, como si meditara si debía decir algo más.

—La única persona que tal vez pueda responder eso… —comenzó, mirando a Clara directamente—. Es la hermana del duque.

El corazón de Clara dio un salto en el pecho.

—¿La hermana del duque? —repitió, sintiendo que la tensión le invadía los hombros.

La anciana asintió lentamente, con una mirada significativa.

—Lady Penélope —confirmó con voz suave pero firme.

Por un instante, Clara sintió que el suelo se desvanecía bajo sus pies.

—¿Lady Penélope? ¿La mujer que la había acogido, que la había educado, que la había adoptado oficialmente… siempre supo algo más?

Sus manos se cerraron con fuerza sobre la tela del vestido, intentando contener la avalancha de emociones que la invadía. Theo, que había observado todo en silencio, entendió que era hora de poner fin a la conversación.

—Nos ha recibido muy bien —dijo, interviniendo con una sonrisa—. Y le agradecemos que haya compartido lo que sabía.

La anciana suspiró y dejó su taza sobre la mesa.

—Ojalá pudiera decir más, mis queridas. Pero eso es todo lo que sé.

Clara respiró hondo, intentando recobrar la serenidad, y forzó una leve inclinación de cabeza.

—Aun así… gracias —murmuró con la voz algo tensa.

Theo se levantó y ayudó a Clara a hacer lo mismo.

—Ha sido un placer conocerla —añadió, tomando sus guantes y dirigiéndose hacia la puerta.

La anciana las acompañó hasta la salida, observando a Clara con una mirada comprensiva.

—Las respuestas no siempre llegan cuando las queremos, querida. Pero un día, todo encaja.

Clara solo asintió, demasiado absorta en sus pensamientos como para responder.

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En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 01.10.2025

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