Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Episodio 7

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La mañana estaba fresca y vibrante, el aroma a pan recién horneado y especias se mezclaba con el murmullo incesante del mercado. Las calles rebosaban de vendedores pregonando sus productos, mujeres negociando precios y niños corriendo entre los puestos. La escena estaba tan alejada de la vida aristocrática que Clara sentía un extraño consuelo al caminar entre la gente sin ser notada.

Se había vestido de manera sencilla, con un vestido oscuro sin adornos y una cofia cubriéndole el cabello. No era común que una dama de la alta sociedad se aventurase sola en un mercado… pero ella no se consideraba exactamente una dama de la alta sociedad. Después de la conversación inconclusa con Lady Penélope, necesitaba aire, espacio para ordenar sus pensamientos. Y el mercado, con su caos y vitalidad, era el lugar perfecto.

Caminaba entre los puestos de frutas y telas, absorbiendo los olores y sonidos, cuando una voz masculina, baja pero cargada de malicia, interrumpió sus pensamientos.
— ¿Quién lo diría, Lady Wellington…? ¿La alta sociedad de Londres ya comenzó a frecuentar los mercados populares o será que están reclutando damas de la nobleza para vender manzanas?

Clara se detuvo de inmediato. Su espalda se tensó ligeramente antes de girarse. Damien Wesley.

La mirada de él recorrió su figura de pies a cabeza, un medio sonrisa jugando en sus labios al verla con ropas tan sencillas. La actitud era desenfadada, el tono juguetón, pero los ojos… los ojos estaban atentos.

Clara cruzó los brazos, manteniéndose impasible.
— Lord Wesley, qué sorpresa. Pensé que prefería los salones aristocráticos a los mercados de pescado.

Damien inclinó levemente la cabeza.
— Oh, me gusta conocer todas las capas de Londres. Nunca se sabe dónde se puede encontrar algo… inesperado.

Clara entrecerró los ojos. Lo que dijo —y cómo lo dijo— la puso en alerta.
— ¿Y encontró algo inesperado?

Damien esbozó una sonrisa perezosa.
— Depende. Algunas cosas son inesperadas, otras solo confirman ciertas sospechas.

Clara arqueó una ceja.
— ¿Y cuáles son sus sospechas, Lord Wesley?

Él no respondió de inmediato. En vez de eso, dio un paso más cerca, inclinándose ligeramente, como si fuera a confiarle un secreto.
— Digamos que la nobleza londinense está llena de sorpresas. ¿Quién diría que ciertas jóvenes damas esconden talentos tan… inusuales?

El corazón de Clara dio un vuelco por un instante. Él lo sabía. Su expresión no cambió, pero sus dedos apretaron con fuerza el cesto que llevaba.
— ¿Talentos inusuales? No tengo idea de lo que habla.

Damien soltó una risa baja.
— Claro que no. Pero dígame, Lady Clara, ¿siempre es tan ligera en sus pasos? Porque la última vez que vi a alguien moverse así fue en un campo de entrenamiento.

La tensión que Clara intentaba disimular se intensificó. Él la había visto.
Respiró hondo y forzó una sonrisa fría.
— Parece que sus desvaríos se están volviendo bastante creativos, Lord Wesley. Pero no me sorprende. Un hombre como usted debe entretenerse con todo tipo de fantasías.

Damien la observó un instante, divirtiéndose con su intento de desviar la conversación.
— Oh, Clara, no me subestime. Soy un hombre que observa… y que sabe leer entre líneas.

Clara apretó los labios, pero se mantuvo imperturbable. No cedería a la provocación.
— Si es tan atento a las palabras, quizá debería empezar a leer libros en lugar de perder el tiempo con insinuaciones infundadas.

Damien rió, cruzando los brazos.
— Prefiero los enigmas vivos.

La manera en que él la miraba, con un interés genuino mezclado con desafío, comenzaba a irritarla. Clara inspiró profundamente y se enderezó. Él estaba demasiado cómodo, demasiado convencido de que podía desarmarla. Si logro darle un motivo para apartarse, quizá pierda el interés, pensó, evaluando la mejor forma de despistarlo.

Entonces, casi sin pensarlo, se le ocurrió una idea.
— Muy bien, Lord Wesley. Ya que le gustan los desafíos, le propongo uno.

Los ojos de él brillaron, divertidos.
— Lo escucho.

Clara sonrió, fingiendo inocencia.
— Lo llevaré a un lugar donde podrá probar su habilidad… o, quién sabe, aprender algo nuevo.

Damien arqueó una ceja, intrigado.
— ¿Y dónde sería eso?

Clara inclinó ligeramente la cabeza, con una mirada astuta.
— Carreras de caballos. Pero no las de la alta sociedad. Vamos como plebeyos.

Damien la miró, sorprendido. Por un instante, pareció dudar de si hablaba en serio. Clara contuvo una sonrisa triunfante. Ahora pensarás dos veces antes de perseguirme, Wesley.

Pero en vez del desconcierto que esperaba, Damien sonrió lentamente.
— Eso suena… inesperado.

Clara sintió un leve apretón en el pecho. Oh, no. Algo le decía que el plan no había salido como pensaba.

Clara sonrió a medias.
— Tendrá que salir de su zona de confort. Vestirse como un criado, mezclarse con la plebe, ver Londres como realmente es y no como sus pares la imaginan.

Damien la estudió por un momento, claramente sopesando la propuesta. Luego dijo, divertido:
— Eso suena peligroso, milady. ¿Y si me reconocen?

— Lo mismo se aplica a mí. — Clara se encogió de hombros. — Si no teme un pequeño riesgo, claro.

La sonrisa de Damien se ensanchó.
— Ah, Lady Clara, empiezo a pensar que le gusta poner a prueba los límites.

Ella inclinó levemente la cabeza.
— Y yo empiezo a pensar que habla demasiado.

Damien soltó una carcajada y negó con la cabeza.
— Está bien, acepto el desafío. Pero con una condición.

— ¿Y cuál es esa?

Él dio un paso más cerca.
— Que, si pierde, admita que subestimó mi capacidad de adaptación. Y quiero un beso a cambio.

Clara esbozó una sonrisa confiada.
— Yo no pierdo, Lord Wesley. Pero, ¿y si es usted quien pierde?



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En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 14.09.2025

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