Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Capitulo 11

✨🌹 ¿Estás disfrutando de la historia? Haz clic en seguir y dime tu opinión. 🌹✨

El sonido de las ruedas cortaba el silencio mientras el carruaje que llevaba a Theo avanzaba veloz por las calles de Londres. Ni siquiera esperó a que el cochero se detuviera por completo. En cuanto la carroza aminoró frente a la casa de Damien, abrió la puerta y saltó al empedrado mojado, con la prisa marcada en cada paso decidido.

Golpeó con fuerza, sin paciencia para formalidades. No le importaba si despertaba a la servidumbre o si armaba un escándalo. En cuanto la puerta se abrió, fue recibida por uno de los criados de Damien, que pareció sorprendido al verla a esas horas.

—¿Dónde está? —exigió, ignorando el saludo del mayordomo.

Antes de que él pudiera responder, otra voz resonó desde el pasillo.

—Aquí.

Damien apareció en la entrada de la biblioteca, la luz titilante de la chimenea proyectando sombras sobre los contornos de su rostro. La tensión en su cuerpo era palpable, y la mirada, desprovista de su habitual irreverencia, dejaba claro que aquello no era un simple capricho de Clara.

Theo avanzó por el pasillo, empujando al mayordomo a un lado sin ceremonias. Sus ojos recorrieron la sala hasta detenerse en la figura sentada en el sofá. Clara estaba allí, encogida, con una copa olvidada entre los dedos. El rostro pálido, los ojos brillantes de agotamiento y tormento.

—Clara.

Ella alzó la vista al oír su nombre, pero permaneció en silencio.

Theo soltó un largo suspiro, acercándose y agachándose a su altura.

—Si querías darme un susto, querida, lo lograste —su voz, aunque ligera, llevaba un matiz inconfundible de preocupación.

Clara abrió los labios, intentando esbozar una sonrisa, pero el gesto se desvaneció antes de formarse por completo.

Theo se volvió hacia Damien, los ojos afilados.

—¿Qué ha pasado?

Damien cruzó los brazos, el rostro tenso.

—Apareció aquí sin previo aviso, perturbada. No me dijo el motivo —hizo una pausa antes de añadir, en un tono más sombrío—: Pero puedo imaginarlo.

Theo lo evaluó. Damien no era un hombre fácil de conmover, pero allí estaba, rígido, tenso, sin su habitual despreocupación. Aquello revelaba el esfuerzo que hacía por contener emociones que no quería admitir.

—¿Por qué me llamaste y no la mandaste de vuelta? —preguntó, con desconfianza.

Él sostuvo su mirada, la voz más baja, pero cargada de algo que él mismo no se atrevía a nombrar: una protección feroz, un deseo contenido, una preocupación profunda.

—Porque no quería volver. Y porque sabía que dejarla aquí sola conmigo sería suficiente para causar un escándalo que ella no merece.

Theo bufó, cruzando los brazos.

—Al menos tienes más sentido común del que aparentas.

Volvió a mirar a Clara y, sin más preguntas, le tomó la mano con delicadeza.

—Vamos, querida. Vámonos a casa.

Clara vaciló, un momento de duda la mantenía anclada al suelo. No quería volver. No todavía. El mundo allá fuera parecía demasiado vasto, demasiado frío, y en ese instante, el calor suave de la chimenea y la presencia de Damien eran la única ancla que la mantenía firme.

Su mirada se deslizó hacia él, casi sin querer, como buscando una palabra, un gesto que le dijera que quedarse no sería un error.

Damien permaneció inmóvil, pero sus dedos se cerraron ligeramente contra el costado del pantalón. Quería decirle que se quedara, tal vez asegurarle que no tenía que enfrentarlo todo sola. Pero sabía que si abría la boca, si daba un solo paso, no la dejaría ir.

Y ella necesitaba irse.

Theo le apretó el brazo, en un gesto firme pero cuidadoso.

—Vamos —insistió Theo, en un tono más suave—. No tienes que enfrentar nada sola.

Clara se levantó y dio un paso, pero al llegar a la puerta, dudó. El silencio entre ellos la jalaba hacia atrás. Por un instante, casi sin darse cuenta, dio un pequeño paso en su dirección. Un reflejo involuntario, un impulso inconsciente de aferrarse a algo que no comprendía. Pero en cuanto se percató del movimiento, se corrigió, enderezando los hombros, obligándose a recuperar el control.

Damien lo vio. Vio el leve desvío en sus pasos, la forma en que sus dedos se crispaban, como si luchara contra un impulso que no quería admitir.

No dijo nada.

Simplemente se quedó allí, inmóvil, con las palabras ardiéndole en la garganta sin llegar a los labios.

Theo apretó ligeramente el brazo de Clara, un recordatorio silencioso de que era hora de marcharse. Clara finalmente se dio la vuelta y salió, y Damien observó cómo la puerta se cerraba tras ella, sintiendo el vacío inmediato de su ausencia.

Durante un largo momento, no se movió. Luego, lentamente, pasó los dedos por el lugar donde momentos antes había estado su mano, como si buscara un rastro de calor que ya se había desvanecido.

Con un suspiro tenso, tomó la copa de brandy y la apretó entre los dedos, hasta que los nudillos se le pusieron blancos. El líquido titilaba bajo la luz de la chimenea, pero Damien no bebió.

Se limitó a mirar el fuego, inmóvil, mientras una única pregunta se repetía en su mente:

¿Acababa de cometer un error?

✨🌹 ¿Estás disfrutando de la historia? Haz clic en seguir y dime tu opinión. 🌹✨



#6485 en Novela romántica
#2889 en Otros
#430 en Novela histórica

En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 01.10.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.