Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Episodio 2

✨🌹 La mañana trajo consigo respuestas que la noche apenas susurraba. 🌹✨

Clara abrió los ojos lentamente, entrecerrando los párpados ante la suave luz que inundaba el espacio. Sentía el cuerpo cansado y adolorido, como si la noche hubiera sido más una batalla que un descanso. El colchón bajo ella era firme, extraño. No era suyo. Por un momento, la confusión se apoderó de ella… hasta que fragmentos de la noche anterior volvieron como ecos lejanos.

Había huido. Cegada por el dolor, se había perdido por las calles de Londres… y terminó allí. En casa de él. Damien.
Santo cielo… ¿qué habrá pensado de mí?

Se giró en la cama, con la mirada perdida en el techo ornamentado. El aroma del incienso flotaba en el aire, reconfortante de una forma que no esperaba. Pero ese consuelo no disipaba la decisión que debía tomar.

¿Aceptar lo que le habían dicho… o negarlo todo y comenzar una nueva vida?
Tenía algo de dinero. Y sabía trabajar; al fin y al cabo, había sido criada casi toda su vida. Si dejaba Londres y se iba al norte, podría sobrevivir. Pero ¿era eso lo que quería? ¿Volver a estar sola? ¿Sin familia?

Si cerraba los ojos, podía ver cada rostro: Lady Penélope, el duque, Lilian, Gabriel. Todos esperaban reconciliación.
Pero ¿cómo fingir que no la habían engañado desde el principio? ¿Que no era bastarda?

Un golpe suave la sacó de sus pensamientos. La puerta se abrió lentamente, y Theo asomó la cabeza, estudiándola como si analizara su estado de ánimo antes de decidir qué decir.

—¿Sigues viva? —preguntó, con ese tono entre divertido y precavido.

Clara soltó un suspiro, frotándose los ojos.

—Por desgracia, para algunos.

Theo entró y se sentó en el borde de la cama sin ceremonia. Su bata de seda le resbalaba por los hombros y el cabello estaba recogido en un moño desordenado, pero sus ojos mantenían la misma agudeza de siempre.

—¿Qué vas a hacer? —preguntó, directa.

Clara no respondió de inmediato. Miró por la ventana, viendo cómo la lluvia caía persistente.

—Todavía no lo sé.

Theo no insistió. En su lugar, inclinó ligeramente la cabeza, notando la cadena dorada que Clara llevaba al cuello. El relicario descansaba sobre la tela ligera de su camisón, brillando con discreción bajo la luz matinal.

—Ese relicario… ¿alguna vez lo abriste? —preguntó con aparente casualidad.

Clara frunció el ceño y llevó la mano al colgante de forma instintiva.

—No puedo. El cierre parece roto.

Theo extendió la mano.

—¿Puedo verlo?

Clara dudó solo un instante antes de quitarse la cadena y entregársela. Theo lo giró entre los dedos, examinándolo con atención. Después de un silencio breve, murmuró:

—Este modelo… ya lo he visto antes.

Clara alzó una ceja.

—¿Qué quieres decir?

Theo la miró, y luego volvió a centrarse en el relicario.

—Es un cierre mecánico. No se abre como uno común. Tiene un pequeño truco…

Deslizó los dedos por los bordes, y con un movimiento hábil, presionó un punto casi imperceptible en el metal.

Un leve clic rompió el silencio. Clara contuvo la respiración al ver cómo se entreabría la tapa del relicario. Theo le lanzó una mirada antes de girar la pequeña pieza de metal y revelar su contenido.

Dentro, doblada muchas veces hasta casi desaparecer entre las bisagras, había una hoja de papel envejecido. A su lado, dos delicadas miniaturas pintadas sobre marfil, protegidas por una delgada lámina de cristal.

La primera mostraba a una joven Penélope, con el rostro suavemente iluminado por las pinceladas del artista. Ojos brillantes, expresión serena… una juventud inmortalizada en tinta y tiempo.
La segunda miniatura representaba a un joven de rasgos marcados, mirada intensa y expresión seria. Clara no lo reconocía, pero algo en la forma en que fue retratado sugería que era alguien importante.

Sus dedos temblaron al tomar la hoja y desplegarla con cuidado. El corazón le latía con fuerza, como si ya supiera que lo que estaba por leer lo cambiaría todo.

Y comenzó a leer.

“Mi querida,
Si estás leyendo esto, significa que el destino, de alguna forma, te ha traído de vuelta a tu verdadero lugar. No puedo imaginar cuántos años han pasado o si este secreto finalmente fue revelado. Pero hay algo que debes saber…

Fuiste amada. Desde el primer instante. Y Penélope quedó destrozada cuando le dijeron que habías muerto.
Yo no lo creí. Te encontré y te llevé de vuelta a casa, de donde nunca debiste haber salido.

Con todo mi amor,
Carolyne Cavendish.”

Clara sintió que el mundo se le escapaba por un instante. Las palabras se volvieron lejanas, irreales. El aire en la habitación se hizo denso.
Era verdad. Lady Penélope… era su madre.

La confirmación de todo lo que le habían dicho la sobrecogió. Los ojos le ardían, cargados de lágrimas contenidas.

La sangre que corría por sus venas no pertenecía a una huérfana sin nombre, sino a alguien que había sido arrancada de su madre por el capricho de un hombre poderoso.
Todo ese tiempo… todo ese sufrimiento… y la respuesta siempre había estado ahí, guardada en un relicario que nunca había logrado abrir.

Theo guardó silencio, permitiéndole procesar la verdad sin interrupciones.

Clara pasó los dedos por la superficie lisa de la miniatura pintada de su madre, intentando reconciliar a la mujer que conocía con la joven esperanzada retratada allí. El artista había captado cada detalle con precisión. Los años habían robado esa luz a los ojos de Penélope… junto con los sueños que alguna vez la iluminaron.

Clara cerró el relicario con un clic suave. La verdad la envolvió como una ola inevitable, densa e ineludible.
Y por primera vez en mucho tiempo, supo exactamente qué debía hacer.



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En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 23.10.2025

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