Vientos de Pasión – Una Verdad Oculta L2

Capitulo 15

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La luz de las velas titilaba por la habitación, reflejándose en los espejos dorados y en los delicados encajes del vestido que reposaba sobre la chaise longue. El aire llevaba el perfume suave de gardenias y madera pulida, una fragancia discreta pero reconfortante, mientras las criadas se movían en silencio, ajustando los últimos detalles de la noche.
Clara estaba frente al tocador, observando su reflejo en el espejo. Las mangas cortas realzaban sus hombros graciosos, mientras el corsé ceñido moldeaba su figura con una elegancia discreta. La falda fluía en capas delicadas, moviéndose suavemente al menor gesto, otorgándole una ligereza casi irreal.
Una de las criadas se acercó y, con manos expertas, recogió su cabello en un peinado alto, dejando algunos mechones sueltos para suavizar sus facciones.
A su lado, sobre una silla forrada en terciopelo, estaba la pieza final: una esclavina de piel blanca, lujosa y cálida, que cubriría sus hombros en aquella noche fría. Clara deslizó los dedos por la textura suave, sintiendo el contraste entre el frío del satén del vestido y la calidez del pelo.
La puerta se abrió lentamente, sacándola de su ensoñación. Lady Penélope entró en la habitación, vestida y lista para la velada. Su vestido era de un elegante tono vino, rico y sofisticado, con delicados bordados en el cuello y mangas ligeramente encajeadas. El cabello recogido en un moño impecable, algunas perlas discretas entre los mechones castaños, y en la mano llevaba una pequeña caja de terciopelo azul oscuro.
Clara se giró hacia ella, sorprendida de verla allí.
— Mamá.
Penélope se detuvo al escuchar esa palabra pronunciada con tanta naturalidad. Y sonrió.
— Estás deslumbrante, querida.
Clara bajó la mirada por un momento, sintiendo el rubor en sus mejillas.
— Espero estar a la altura de la ocasión.
Penélope se acercó y le tendió la caja.
— Quiero que lleves esto esta noche.
Clara frunció ligeramente el ceño antes de abrir la pequeña caja de terciopelo. Dentro descansaba un collar de zafiros y diamantes, delicado pero imponente en su belleza. La cadena, de oro blanco, fina pero resistente, sostenía un zafiro ovalado de tono profundo, rodeado de pequeños diamantes.
— Esta joya perteneció a mi madre —dijo Penélope con voz cargada de emoción—. Tu abuela.
El aire pareció congelarse alrededor de Clara.
— ¿A mi abuela? —murmuró, mirando el collar como si de repente pesara mucho más.
Penélope asintió.
— Me lo dio cuando me presenté en sociedad, y me dijo que algún día se lo daría a mi hija.
Clara sintió un nudo en la garganta. “Hija.”
Las criadas se alejaron discretamente, dejándolas en ese momento íntimo. Penélope tomó el collar y se acercó para colocárselo, cerrando el broche detrás de su nuca.
— Estás lista.
El toque frío del zafiro contra su piel hizo que Clara contuviera la respiración. Aquella familia ya no parecía un destino impuesto, sino algo suyo. Una herencia, un nombre.
— Gracias. —Su voz fue un susurro lleno de emoción.
Penélope le sostuvo el rostro con ternura, los ojos brillando con un orgullo silencioso.
— Esta noche, vas a mostrarle al mundo quién eres.
Al salir de la habitación, el sonido de los pasos sobre la alfombra resonó suavemente por el pasillo iluminado por candelabros dorados. La mansión estaba en silencio a esa hora; solo los criados pasaban discretamente para asegurar que todo estuviera en orden. Clara y Penélope avanzaron lado a lado hasta llegar a lo alto de la gran escalera. El duque ya las esperaba.
Impecable como siempre —el frac negro, el cabello perfectamente peinado—, pero fue el momento en que los ojos del duque se cruzaron con los de Clara lo que lo cambió todo. Tras detenerse en el collar, la miró con un orgullo inesperado. Un leve asentimiento bastó: en ese momento, la reconocía como parte de su vida. Lady Penélope deslizó su mano por el brazo de Clara, apretándolo ligeramente en un gesto discreto pero lleno de significado.
El duque le ofreció su brazo.
— Vamos, querida.
Clara aceptó el brazo de él, bajando la escalera con la cabeza en alto.
Los criados abrieron las puertas y la brisa nocturna les acarició la piel al salir. La carroza ya los esperaba, con las linternas encendidas, proyectando sombras danzantes en la fachada de la mansión. El cochero bajó del asiento y les abrió la puerta.
— Todo está listo, mi señora.
Clara sintió un escalofrío al escuchar esas palabras. No era el título en sí —era la certeza del lugar que ahora ocupaba. Respiró hondo antes de entrar en la carroza, acompañada por Penélope y el duque. El vehículo se balanceó levemente al ponerse en movimiento, los cascos de los caballos resonando con ritmo sobre el empedrado. Clara se recostó en el asiento, posando los dedos sobre el zafiro. Con cada latido, se sentía menos la joven que fue y más la mujer que necesitaba ser.
Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Clara supo que esa noche no era solo una salida al teatro.
Era el primer paso hacia el futuro que le pertenecía.

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En el texto hay: humor, intriga, amor

Editado: 06.12.2025

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