Episodio 3

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El intermedio trajo nueva agitación a la sala; las conversaciones discretas se mezclaban con el tintinear suave de copas de champán. Los espectadores se levantaban, desplazándose por los pasillos y salones laterales, donde los criados ofrecían refrescos y pequeños bocados.

En el palco, Theo dejó su abanico sobre el respaldo del asiento y se levantó, alisando su vestido antes de mirar a su anfitriona.
—¿Estiramos las piernas? —sugirió con tono casual.

Lady Penélope dirigió una rápida mirada a Clara y Damien, pero asintió.
—Nos vendrá bien.

Clara permaneció sentada, consciente de la presencia de Damien tras ella. Observó a ambas salir, mientras el murmullo del teatro se mezclaba con el suave sonido del champán sirviéndose.

Theo enlazó su brazo con el de Penélope mientras caminaban.
—No hay duda —comentó con tono conspirativo.

—¿Sobre qué? —preguntó Penélope, alzando una ceja.

—Damien está perdido.
—¿Perdido?
—Oh, completamente —dijo Theo, tomando una copa de champán de una bandeja—. Enamorado. Sin escapatoria.

Lady Penélope tardó en responder, asimilando lo dicho.
—¿Y Clara?
Theo sorbió un poco de champán antes de responder con astucia en la mirada.
—Si no siente lo mismo, está luchando contra lo inevitable.

—Tal vez necesite un empujón —murmuró Penélope.

—Ah, Lady Penélope… parece que compartimos un mismo objetivo.

Cuando mencionaron a Lady Evangeline, Theo bajó la voz:
—Va a reaccionar. Estoy segura.

Penélope sostuvo su mirada.
—Sí. Pero jamás tendrá éxito.

Dentro del palco, el silencio parecía una burbuja. Un leve movimiento tras ella hizo que Clara contuviera el aliento. Damien se acomodó a su lado.
—Dime, Clara… ¿por qué me sigues alejando si es evidente que no quieres hacerlo?

Ella lo miró.
—¿Alejarte?
—Aún no me has respondido —dijo él, inseguro, algo raro en él.

Le rozó los dedos suavemente.
—Si dices que esto no significa nada para ti… yo diré lo mismo.

—Damien…
Pero él tomó su mano.
—No me alejes. No finjas que esto no está pasando.

—Quiero casarme contigo. Te amo —dijo con ternura.

Le acarició el rostro, acercándose.
—Dime que pare… o dime que me deseas tanto como yo a ti.

Los labios de él rozaron su piel. Clara entreabrió los labios, sin voz.

Entonces, Theo entró en silencio, sentándose detrás con una sonrisa divertida. Poco después, Lady Penélope también regresó. La obra reanudó.

Al finalizar, Damien les ofreció el brazo. Bajaron las escaleras juntos y se reunieron con el Duque y Lady Honoria. Se despidieron con cortesía.

Damien acompañó a Clara hasta la carroza. El Duque lo observaba con recelo.

Antes de que ella subiera, él la sujetó un momento más.
—Piensa en lo que te dije —susurró.

Ella solo asintió. El Duque, a la puerta, no apartaba los ojos de Damien.

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Damien llegó a su residencia y se quitó el abrigo con un suspiro. Sentía el cuerpo tenso, pero no por el cansancio. «Era ella. La forma en que le respondía sin palabras, cómo dudaba en su resistencia, cómo lo miraba con ojos cargados de deseo y temor.»
Se desvistió, quedando solo con la camisa, y se dejó caer sobre el colchón. La habitación estaba oscura, pero la imagen de Clara no desaparecía. Ella era una fuerza indomable, y él quería ser el viento que la hiciera ceder.

En otra parte de la ciudad, Clara se movía inquieta en su cama. Las imágenes de Damien inundaban sus sueños. Sus manos fuertes sujetándola, sus labios recorriendo su piel, su voz ronca susurrándole promesas al oído.
Cada caricia era un susurro en la piel, cada aliento una caricia invisible que la dejaba sin aire.
Cuando despertó, su cuerpo estaba cálido, el corazón acelerado. Llevó la mano al pecho, intentando calmar la respiración. Pero una cosa estaba clara:
«No podía huir de él para siempre.»

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